Estrenos online: crítica de «La fiebre de los peluches Beanie» («The Beanie Bubble»), de Kristin Gore & Damian Kulash (Apple TV+)

Estrenos online: crítica de «La fiebre de los peluches Beanie» («The Beanie Bubble»), de Kristin Gore & Damian Kulash (Apple TV+)

Esta comedia dramática se centra en la historia del crecimiento y la caída de la empresa que se dedica a fabricar los populares animales de peluche conocidos como Beanies. Con Zach Galifianakis, Elizabeth Banks y Sarah Snook. En Apple TV+, desde el 28 de julio.

Difícil considerarlo casualidad. El estreno de THE BEANIE BUBBLE en la plataforma de Apple TV+ el 28 de julio, llega en el medio de dos olas concurrentes ligadas a un mismo tema: productos comerciales y las compañías que los fabrican. Pueden tratarse de películas sobre un hecho específico (como AIR, de Ben Affleck, sobre el acuerdo de Michael Jordan y Nike; o TETRIS, sobre las negociaciones para conseguir los derechos de ese videojuego) hechas con el apoyo de las empresas, o de otras –tanto películas como series– que cuentan el ascenso y caída de marcas y productos que fueron famosos, como es el caso de BLACKBERRY, de Matt Johnson, o las series que se han hecho sobre Uber, WeWork y otras empresas con un historial un tanto caótico. A la vez, una semana antes de este film sobre muñecos de peluche llegó al cine BARBIE, otra película sobre famosos juguetes para niños. El deGreta Gerwig parte de la fantasía para crear una historia puramente ficcional mientras que THE BEANIE BUBBLE es la historia de un producto, un negocio, una corporación y los curiosos personajes que la protagonizaron.

Todos estos films y series parecen existir en un mundo de extraña sinergia corporativa. Si bien es difícil que alguien termine de ver LA FIEBRE DE LOS PELUCHES BEANIE y piense lo inteligente que fue su dueño y fundador, quizás por pura curiosidad se le de por comprar un peluche de esos y hasta volver a valorarlo. Lo que la película cuenta es una curiosidad histórica que no trascendió tanto como otras que se narran en este tipo de películas, pero que sí generó una moda de unos años –una manía se podría decir– en los Estados Unidos en la segunda mitad de los años ’90. No, no fue un amor por los animalitos de peluche, sino uno por hacer negocios comprando y vendiendo animalitos de peluche.

La película se centra en cuatro personajes pero tiene el punto de vista de tres de ellos, mujeres que fueron importantes en la vida y en el desarrollo de la empresa Ty Inc., fundada por un personaje curioso llamado Ty Warner (Zach Galifianakis), que creó en los años ’80 y puso en el mercado una serie de animales de peluche (los «Beanies» del título) que tuvieron cierto éxito. Esas mujeres aparecen en distintos momentos de su vida pero la película las combina en una cronología cruzada. Ellas son Robbie Jones (Elizabeth Banks), su primera socia, pareja y, en cierto modo, cofundadora de la empresa; Maya (Geraldine Viswanathan), una chica joven que empieza a trabajar para Ty y descubre, a mediados de los ’90, el crecimiento del negocio y la reventa online a partir de nuevos sitios de e-commerce como un tal eBay, y Sheila Warner (Sarah Snook), segunda esposa de Ty y la que sufrió al hombre en su etapa más megalomaníaca.

Sin ser del todo una exploración psicológica del protagonista (el formato en cierto sentido recuerda al de EL CIUDADANO), THE BEANIE BUBBLE va mostrando cómo este joven solitario y un tanto extravagante crea su compañía, se va volviendo un personaje cada vez más alienado –hay algo de Willie Wonka en la performance siempre un poquito pasada de rosca de Galifianakis– y jamás entiende del todo bien el funcionamiento del negocio que lo hará billonario, más preocupado por su ego, por sus cirugías estéticas y su fama. Lo que la película básicamente cuenta es que fueron esas tres mujeres –especialmente las dos primeras–, las que más tuvieron que ver con el crecimiento y la expansión de la compañía. Robbie, a partir de su obsesión por llevar el producto más allá de los Estados Unidos. Y Maya, descubriendo un negocio que recién comenzaba y explotó, para ellos, en el momento preciso.

Es que los muñecos pasaron a ser un meganegocio en el llamado mercado secundario vía internet, que recién comenzaba. La gente los compraba y los revendía online a precios exorbitantes, en especial porque la empresa producía pocos, discontinuaba algunas líneas y otras salían con errores o problemas. Esos Beanies «incunables» generaron un mercado millonario que Ty, al principio, no solo no vio sino que se puso en contra y que Maya fue transformando en «la gallina de los huevos de oro» que llevó a la compañía a otro nivel de ganancias.

Basado en el libro “The Great Beanie Baby Bubble: Mass Delusion and the Dark Side of Cute”, la película funciona con un humor un tanto nostálgico y una fuerte postura feminista, dejando en claro que las tres mujeres, ignoradas o maltratadas por Ty –que podía ser por momentos muy simpático y amable para rápidamente mostrar su lado egocéntrico y oscuro–, fueron las que lo convirtieron en el billonario que, con sus dificultades (pueden googlearlo si quieren), sigue siendo. Las idas y vueltas en el tiempo se sienten un poco forzadas y le hacen perder ritmo y fuerza narrativa al film, ya que el constante paso de los ’80 a los ’90 termina siendo un tanto confuso.

De las tres historias –que se cruzan poco entre sí, solo en los momentos justos y dramáticamente necesarios–, la más interesante es la de Maya, esta chica de ascendencia india cuya familia no quiere que trabaje en la empresa pero que, sin estudios de marketing, descubre cómo hacer que el flujo de la oferta y la demanda genere ingresos online, fundamentalmente bajando el nivel de producción y haciendo que los peluches en cuestión duren poco tiempo en el mercado, volviéndolos coleccionables. Obviamente, Ty jamás le reconoció sus aportes ni le dio su merecido lugar en la historia. Algo similar pasará con Robbie y Sheila, por motivos que ya verán.

A la película –codirigida por el líder de la banda Ok Go, famosa por sus creativos videos, y la escritora y guionista, que es además su esposa e hija de Al Gore– le falta cierta fuerza y originalidad para destacarse entre tantas biografías de empresas, productos, malos jefes y buenos negocios (o viceversa), pero funciona relativamente bien como una curiosidad simpática si uno se la cruza en esta plataforma en algún momento de ocio. Y ya saben, si alguno tiene guardados estos peluches desde los ’90, quizás sea hora de sacarlos de algún cajón y fijarse si hoy tienen cierto valor de reventa. Si se agotan las Barbie, quizás sea un buen Plan B.