Estrenos online: crítica de «Run Rabbit Run», de Daina Reid

Estrenos online: crítica de «Run Rabbit Run», de Daina Reid

Cuando su hija empieza a comportarse de maneras extrañas, una madre va perdiendo la paciencia y enloqueciendo de a poco en este film de terror australiano protagonizado por Sarah Snook.

Como introducción a la crítica vaya una breve explicación de algunos detalles del funcionamiento del mercado cinematográfico. En buena parte del mundo RUN RABBIT RUN ha sido estrenada por Netflix el 28 de junio, pero si uno entra a la plataforma de streaming en América Latina no la encontrará. Esto es bastante inusual en Netflix ya que, a diferencia de otras plataformas que funcionan con otras características, en general tiende a programar sus películas en todo el mundo. Desconozco, en lo específico, cuáles son los motivos de esta ausencia pero puedo imaginar que la productora había prevendido los derechos en este continente para su estreno en cines y que, cuando más adelante apareció el dinero, Netflix debió resignar estos territorios. Así que quizás vaya primero a cines y luego a Netflix. O solo a cines y luego a otra plataforma. O la verán, ya saben, de alguna u otra manera.

De todos modos –y aquí sí ya adentrándonos en la película– estamos ante un film de terror aceptable, pero no ante uno que pasará a la historia. Es, al menos durante un poco más de su primera hora, un bastante inquietante relato de terror psicológico que sugiere mucho más de lo que muestra, que abre una serie de intrigantes centrados, más que nada, en la complicada relación entre una madre y su hija. Ya en el llamado tercer acto, la película de Reid escrita por Hannah Kent perderá un poco la línea y su resolución no estará a la altura de las expectativas creadas.

Los dos «ganchos» comerciales del film pasan por su protagonista, Sarah Snook –la ya mítica «Shiv» de SUCCESSION— y por su exitoso paso por la sección Medianoche del Festival de Sundance, en el que algunos la compararon con otros títulos de género que se vieron allí, como THE BABADOOK y HEREDITARY. Claramente, RUN RABBIT RUN no causará la misma impresión que esos dos ya consagrados títulos, pero tampoco es una decepción absoluta. Es una de esas películas que dejan un regusto un tanto amargo porque prometen mucho y se van quedando sin ideas. Y a la trigésima vez que el personaje de Snook pide perdón uno ya empieza a cansarse de los recursos puestos en juego.

El trauma familiar está presente de entrada acá, apenas conocemos a las protagonistas. Snook encarna a una doctora australiana llamada también Sarah, que trabaja en el tema de la fertilidad y ayuda a mujeres a quedar embarazadas. Es divorciada pero parece llevarse bien tanto con su ex marido como con la nueva esposa de él. Con la que tiene las cosas más complicadas es con su pequeña hija de 7 años, Mia (Lily LaTorre), que está teniendo algunos comportamientos extraños y problemas en el colegio. Todo parece indicar que el problema surge de la reciente muerte del padre de Sarah y abuelo de la niña, al que ambas querían mucho.

Con la que Sarah no se lleva nada bien –de hecho, no tiene relación alguna– es con su madre, Joan (la veterana Greta Scacchi), quien vive en un geriátrico y está empezando a tener síntomas de demencia senil. Una serie de hechos empiezan a desencadenar que la vida de madre e hija se enrarezca. Por un lado la niña insiste en que quiere conocer a su abuela, algo que Sarah evita. A la vez, le pide a su madre que la llame «Alice» en lugar de su verdadero nombre, algo que desespera a Sarah por motivos que iremos descifrando de a poco. Y además, a falta de complicaciones, la chica hace unos dibujos oscurísimos, sangra por la nariz y acumula más y más problemas de comportamiento.

A la desesperación que la actitud confrontativa de Mia le genera a Sarah se suma el enterarse que su ex marido y su nueva mujer buscan un hijo, el progresivo deterioro de salud de su madre –que implica también más gastos– y que, encima, el conejo blanco que la niña metió en la casa tiene la bendita costumbre de morderla. Todo confluye para que Sarah empiece a perder, primero, la paciencia con la niña y a ponerse físicamente violenta con ella. Y luego, cierto contacto con la realidad. ¿Qué es lo que sucede con Mia? ¿Por qué a la madre la violenta tanto que quiera ver a su abuela y que la llamen Alice? Y además, sumando nombre y animal, ¿no serán ya demasiadas y obvias las referencias a una clásica película?

La tensión que genera Reid durante la primera mitad se construye a partir de la lenta pérdida del control de Sarah en función de los comportamientos cada vez más frustrantes de la niña. Convengamos que Mia bordea lo irritante, eso es evidente, pero Sarah jamás encuentra la manera de controlarla o apaciguarla. Lo suyo es violentarse y pedir disculpas, una y otra vez. En su segunda mitad RUN RABBIT RUN encontrará justificaciones y explicaciones para lo que está sucediendo. Y si bien algunas de ellas son inesperadas, la manera en la que se llegará a la resolución será más bien convencional y reiterativa.

El universo que construye Reid es inquietante, sí –visualmente el paisaje australiano siempre rinde–, pero raramente sus reglas son claras, ya que coquetea con lo fantástico, lo onírico y lo realista de una manera que, en términos puramente narrativos, es bastante tramposa, ya que termina posibilitando una especie de «vale todo» que le quita fuerza dramática. Snook hace esfuerzos desmedidos para darle complejidad a su personaje pero el guión no la ayuda demasiado ya que Sarah no parece tener otro modus operandi que la agresión y la disculpa. Y la niña LaTorre es una revelación. No es mucho lo que debe hacer más que contestar de manera cortante y mirar con cara de poseída. Pero logra lo que se propone: que muchos espectadores se pongan del lado de la persona equivocada.