Series: reseña de «Mentiras verdaderas – Episodios 1-3» («True Lies»), de Matt Nix (Star+)

Series: reseña de «Mentiras verdaderas – Episodios 1-3» («True Lies»), de Matt Nix (Star+)

Se estrena la serie basada en la película de James Cameron centrada en una ama de casa que descubre que su esposo es en realidad un espía internacional, lo que los lleva a intentar salvar el mundo y su matrimonio. En Star+.

Hay una enorme cantidad de títulos cinematográficos reconocidos que se pueden tratar de revivir a través de las series de televisión –casi cualquier film exitoso podría ser transformado en serie, si uno se toma el trabajo de pensarlo–, pero más allá de lo discutible de que ése sea el modus operandi de buena parte de la industria, hay maneras y maneras de hacerlo. Digamos, por ejemplo, que en un rincón del mapa, el más riesgoso de todos, está la serie realizada a partir de DEAD RINGERS, la película de David Cronenberg de 1988, en la que un film de por sí ya extraño recibe un tratamiento a la altura de esa extrañeza. Y en el otro rincón estaría MENTIRAS VERDADERAS, en la que se toma un film excelente como fue el de James Cameron y se lo adapta de la manera más convencional y banal posible, como sucede aquí.

Es cierto que TRUE LIES –que a su vez era una remake de la película francesa LA TOTALE— usó un formato más clásico, uno que venía de las comedias clásicas de los años ’30 solo que con una actualización formal propia del cine de acción de los años ’90. Y además generó una larga descendencia de películas que imitaron esa fórmula hasta el cansancio –aunque sin James Cameron ni la dupla Arnold Schwarzenegger y Jamie Lee Curtis–, por lo cual es un tanto más difícil intentar ser original aquí. El problema de esta serie de trece episodios –que tendrá una sola temporada ya que fue cancelada por CBS, el canal que la emitió originalmente en los Estados Unidos, por bajo rating– es que ni siquiera está a la altura de una digna copia. De hecho, uno puede imaginarse que si en un futuro la Inteligencia Artificial escribe guiones enteros de series, probablemente podría hacer uno de estos.

La trama de la película de Cameron da para una serie, claramente. El conocido punto de partida –un hombre está casado con una mujer que no sabe que él es un agente secreto hasta que lo descubre y empieza a compartir aventuras con él– permite ir conjugando los problemas maritales y familiares de los Tasker con los casos de espionaje propiamente dichos. El film, de hecho, casi que invitaba a ese tipo de continuidad ya que allí la potencial «convivencia» de ambos como espías trabajando para el llamado Omega Sector apenas se sugería como algo a explorar a futuro.

La película y la serie tienen un similar enfoque, solo que en principio hay un aspecto importante de los roles que está cambiado. El juego de ambos relatos es la confusión que generan las supuestas «similitudes» que hay entre los secretos que debe guardar un espía para mantener su trabajo sin que se entere su pareja y los que una persona tendría en el caso de una doble vida en un sentido romántico. Acá cambia quién sospecha de quién y porqué, además de detalles de la composición familiar, pero en lo básico es lo mismo.

El problema aquí es que, luego de que Harry le confiese a su esposa Helen, promediando el primer episodio, que no es un vendedor de computadoras sino un super-espía, no hay mucho más para avanzar que seguir buscando enredos imposibles entre ellos –o con sus hijos– mientras que en paralelo pasan casos y casos, uno más intrascendente que el otro y todos en locaciones «exóticas» como París, Madrid, Zurich o Praga (pero filmados en cualquier otro lado). Y así como desaparece eso se esfuma también gran parte de la tensión sexual que generaba intriga e interés adicional en el film de Cameron.

La simpleza de la propuesta, de todos modos, no debería redundar sí o sí en una serie mediocre. El problema no pasa por ahí sino por el hecho de que los guiones son flojos, los diálogos bastante mediocres, las escenas de acción bordean lo impresentable y la química y el timing cómico del elenco –salvo contadas excepciones– es nula. Esas excepciones pasan por Ginger Gonzaga (SHE-HULK), la actriz que encarna a Helen (que en el tercer episodio tiene algunos momentos en los que luce su habilidad para la comedia), y por Omar Miller, que interpreta a «Gib», el mejor amigo y colega de Harry, papel que en la película hacía Tom Arnold. Pero Steve Howey (SHAMELESS), el hombre que carga con la responsabilidad de reemplazar a Arnold, es un error de casting enorme, un actor que no le encuentra nunca la vuelta al tono del personaje.

Es cierto que reemplazar a alguien tan único y curioso como Schwarzenegger no es sencillo, pero Howey no le aporta nada interesante a su Harry Tasker. De todos modos no es suya la única responsabilidad de que la serie no funcione, ya que tampoco es fácil lucirse con guiones tan básicos y, especialmente, con escenas de acción tan mediocres (los intentos de darles «tensión» mediante el truco de dividir la pantalla es risible), especialmente cuando esos eran los dos ejes que hicieron fuerte a la película de 1994. Digamos que la parte «espionaje» de la serie es tan pero tan intrascendente que el único sostén posible de la serie son los enredos y confusiones que, en este caso, son casi tan familiares como maritales, ya que aquí buena parte del «misterio» pasa por decidirse si espiar o no a la hija adolescente de ambos.

A la vez, ver esta versión de MENTIRAS VERDADERAS deja en claro las diferencias que existen entre las series con cierto prestigio y presupuesto que se empezaron a hacer primero para la TV por cable y luego para las plataformas de streaming y las que se emiten por canales de aire, como es este caso, mucho más simples, obvias y mediocres, algo que se nota en cada escena y cada aspecto de la propuesta. Si bien las series que se exhiben en plataformas, últimamente, están empezando a mostrar también este pobre nivel de cuidado, todavía existen ciertas diferencias entre lo básicos que pueden ser estos shows en relación a lo más cuidados que suelen ser los otros. Diferencias que, lamentablemente, cada vez son menos evidentes.