Estrenos online: crítica de «Flash», de Andy Muschietti (HBO Max)

Estrenos online: crítica de «Flash», de Andy Muschietti (HBO Max)

por - cine, Críticas, Estrenos, Online, Streaming
24 Ago, 2023 08:43 | comentarios

Barry Allen/Flash regresa en el tiempo para corregir eventos de su pasado y se mete en problemas en esta aventura de DC Cómics dirigida por el realizador argentino.

En el cada vez más complejo, multipropósito universo de los superhéroes –sean de Marvel o DC, es lo de menos– se hace necesario tener una serie de doctorados en cultura pop. No solo en la historia de los cómics sino de las películas previas y los distintos actores que las interpretaron, además de una buena serie de referencias sobre el rol del cine en cualquiera de los universos en los que se desarrollen las historias. Este spaghetti del pop que ofrece FLASH no acaba ahí porque, además, para entender cómo todo eso se conecta entre sí hace falta otro doctorado en física cuántica ya que, convengamos, cuando los tiempos y universos paralelos empiezan a enredarse entre sí uno siente que se equivocó de carrera universitaria.

Pese a todo eso –en algunos casos, con eso a favor–, FLASH funciona razonablemente bien. Quizás porque su protagonista no se toma tan en serio a sí mismo ni a lo que sucede alrededor suyo –bueno, al menos por un rato– o bien porque haber duplicado su rol en dos versiones de la misma persona lo que hace es generar una suerte de diálogo interior público que no es otra cosa que tener un protagonista un poco esquizofrénico. Dicho de otro modo, la película de Andy Muschietti funciona mejor cuando admite y reconoce que es un tanto psicótica. Un ejercicio de delirio colectivo asumido desde el origen.

Y es bueno que eso suceda que ya muchas veces uno tiene esa sensación viendo películas de superhéroes: la de estar siendo testigo de algún tipo de alucinación colectiva. Las películas de superhéroes –por la propia estructura comercial y cultural de su producción– han pasado de ser simples y sencillas historias de acción y aventuras para ser cada vez más complejos dispositivos que se hacen cargo de lo que pasa dentro de ellas y también afuera, como un remolino que engloba la ficción más fantástica y el documental de su propia producción.

De ese modo, Marvel y DC han posibilitado que el cine mainstream contemporáneo genere algún tipo de reformulación de cómo funciona la actividad cerebral cuando se lo observa. El espectador está en la texto de la trama (la historia), en los subtextos propios de la trama central, en los mundos paralelos a los que esa trama conduce y, también ahora, a los hechos específicos de la vida real que han hecho que haya media docena de Batman, de Superman (de Spider-Man, en otro mundo) y de tantos otros superhéroes repartidos por ahí, además de un protagonista (Ezra Miller) que usa el plural para definirse en la vida real y en la ficción. Si uno se siente capaz de aprobar ese doctorado puede entrar en la película. Si no, también, pero no será la misma experiencia.

Flash funciona en el mundo DC un poco como Spider-Man en el de Marvel: es más joven, irresponsable, caótico, tiene un trauma familiar y un accidente en el pasado que lo convirtieron en quién es. Y esa jovialidad funciona a la hora de aligerar esa carga pesada de bibliografía ad-hoc que exige la experiencia. La película de Muschietti funciona muy bien, especialmente en su primera mitad, cuando esa ligereza –en todo sentido– del protagonista se hace carne del espíritu de la historia. Una larga secuencia en la que se ve obligado a hacerse cargo de cubrir a sus más celebrados pero ocupados compañeros de la Liga de la Justicia a la hora de detener un crimen funciona como lo más limpio, claro y directo de la película, trayendo a la mente las primeras aventuras de Tobey Maguire con Sam Raimi, cuando las cosas eran todavía simples y sencillas.

Luego empiezan a complicarse cuando Barry Allen/Flash viaja en el tiempo, cambia cosas de su pasado (quiere exonerar a su padre, acusado de la muerte de su madre y termina complicando aún más las cosas) y eso lo obliga a toparse con una segunda versión de sí mismo, un Barry alternativo que es aún más tontuelo y que no tiene idea de nada de los traumas que carga su «otro yo». Ya verán a qué me refiero pero digamos que en ese universo alternativo hay pocos –casi no hay– superhéroes y hasta las películas que todos conocemos no son las mismas que ellos han visto.

SPOILER ALERT PARA LOS QUE NO VIERON NI EL TRAILER Ante la llegada de un villano de una anterior película de DC (el General Zod, interpretado por Michael Shannon, quien reversiona el personaje de EL HOMBRE DE ACERO), el film de Muschietti desempolva con cariño un Batman de la vieja guardia (ya todos saben que aparece Michael Keaton), una Supergirl (Sasha Calle) que por esas alteraciones temporales ahora cumple el rol de Superman y algún que otro personaje más para retroactivar aquella película de Zack Snyder de 2013 solo que desde otro ángulo, otro punto de vista y otro sentido final ligado a la posibilidad de rehacer las cosas. Es que, en el fondo, solucionar ese problemático episodio de la historia es para Barry una manera de hacer lo propio con la suya.

En esa segunda mitad la película se volverá un tanto más pomposa y doblemente compleja, jugará a ser un homenaje a la filmografía de DC y finalmente probará que el verdadero sentido de la aventura de Barry pasa por resolver algo personal y no tanto por aquello de «salvar el mundo». Transformado en dos personajes –uno más joven que no quiere soltar y uno un poco más grande que empieza a darse cuenta que tiene que hacerlo–, lo que FLASH termina presentando es algo así como una ruptura psicológica en tiempo real.

Acaso los multiversos no sean otra cosa que eso, una mezcla de FOMO –querer estar en todos lados siempre, miedo a perderse algo–y trastorno disociativo, algo que la película de Muschietti logra transmitir en su ambiciosa propuesta al no tomárselo completamente en serio. Es que la única forma de estar en todos lados al mismo tiempo, saberlo todo y no perderse nada es desdoblarse física y psicológicamente. Y el cine contemporáneo hoy funciona un poco como los dos Ezra Miller de la película: como un diálogo constante y en voz alta entre la ficción, la realidad y las cada vez más sobrestimuladas neuronas que las intentan conectar.