Estrenos online: crítica de «Marcel, el caracol con zapatos» («Marcel the Shell with Shoes On»), de Dean Fleischer-Camp (HBO Max)
Mezcla de animación con actores en vivo y presentado en un formato de documental, este curioso y simpático film se centra en una criaturita parlante que vive con su abuela en una casa cuyos dueños se han ido. En HBO Max.
Un caparazón con un ojo y dos zapatos rosas sobrevive con ingenio en una casa. Está solo con su abuela desde que el resto de la familia desapareció, de un día para el otro, por motivos que nos enteraremos luego. El caracol en cuestión se llama Marcel y habla, como una especie de niño tierno y muy ingenioso. Pero MARCEL, EL CARACOL CON ZAPATOS no funciona, en términos estrictos, como un film de animación. A Marcel lo descubre Dean, un hombre que llega a la casa en la que él y su abuela siguen viviendo. Sorprendido por esta criatura, lo sigue y lo filma con su cámara. Y la película de Fleischer-Camp tiene la estructura de un documental. O, mejor dicho, la filmación de un documental sobre, bueno, un bicho que piensa, habla y que está un poco triste.
Dean (el propio Fleischer-Camp) está detrás de cámara y casi no aparece en el film. Sí su voz, conversando con Marcel, escuchando sus curiosas ideas, la extraña manera en la que vive, sus prácticas e historias. Dan está ahí porque alquiló el departamento como un Airbnb con la intención de quedarse un tiempo. Los motivos, también, ya se verán. Lo cierto es que se trata de dos personas bastante solitarias que se van conociendo a través de ir haciendo un documental para subir a YouTube. Y una vez que eso suceda, previsiblemente, las cosas cambiarán. No es cuestión de todos los días toparse con un caracol parlante online.
Nominada al Oscar a mejor film animado, ampliación a un largo de una serie de cortos (ver abajo el primero) que el propio Fleischer-Camp realizó con la colaboración de la actriz comediante Jenny Slate –que es la coguionista y hace la muy simpática voz de Marcel–, MARCEL… es una mezcla de acción en vivo con animación, ya que los escenarios son reales, los pocos actores que aparecen también pero, obviamente, Marcel, su abuela Connie (con voz de Isabella Rossellini) y algunas otras criaturas que aparecerán luego, no lo son.
Más allá de su compleja técnica y su mínima trama –más una serie de observaciones y comentarios que otra cosa–, lo que MARCEL, EL CARACOL CON ZAPATOS presenta es un tierno, cálido y divertido retrato de esta extraña criatura, una especie de preadolescente curioso que recibe información parcial sobre el mundo a través de la tele (les encanta ver «60 Minutes», en especial a Lesley Stahl, una de sus conductoras) o de la familia que vivía en esa casa pero ya no lo hace más, y es por eso que es hoy un Airbnb.
Marcel ha construido en la enorme casa un ingenioso pero complicado sistema para alimentarse, entretenerse, escuchar música o ver la tele ya que, con sus tres centímetros de tamaño y sin casi ayuda, todo le resulta bastante difícil de hacer. Y está preocupada por su abuela, que está frágil de salud. Y por saber qué pasó con los dueños de casa y con sus otros familiares (caparazones todos ellos), que de un día para el otro desaparecieron de ahí.
La película se construirá como una serie de diálogos en los que escucharemos las observaciones de Marcel sobre su vida y el mundo. Y en su formato tendrá la característica de un documental con algo de epifánico, con Dean tratando de filmar, si se quiere, la belleza del mundo que lo rodea: la caída del sol sobre las hojas, la brisa que las mueve, el polvo que sale de los muebles, todo envuelto en la amable filosofía de vida que Marcel y su abuela «inmigrante» (Nota: nació en el garage y por eso tiene acento) poseen.
La voz de Slate le aporta un carisma entre pícaro y tierno al bichito, dándole a todo el producto un aire por momentos un tanto «cute». Si a eso se le suma que la película jamás plantea problemas reales respecto a la naturaleza –si hay enemigos, son algunos de los humanos que se acercan a curiosear guiados por el fenómeno viral–, cada tanto parece estar al borde de caer en el exceso un tanto empalagoso. Pero el humor y el absurdo sacan al film de ese problema. En el fondo, lo que tanto la película como Marcel quieren, es hacer amigos. Estén dentro o fuera de la pantalla, aún con los riesgos que eso pueda implicar. Es que nadie sobrevive bien estando solo. Ni siquiera los caparazones con zapatos rosas.