Estrenos online: crítica de «Reinventando a Elvis: El regreso del 68», de John Scheinfeld (Paramount+)

Estrenos online: crítica de «Reinventando a Elvis: El regreso del 68», de John Scheinfeld (Paramount+)

Este documental recupera el detrás de escena de la filmación del especial para TV que relanzó a Presley en 1968, cuando se lo consideraba acabado. En Paramount Plus.

Los que vieron la película de ficción ELVIS, dirigida por Baz Luhrmann, seguramente recordarán el «’68 Special» como un evento central en la carrera de Elvis Presley. Después de su gran éxito en la segunda mitad de los años ’50, la estrella había quedado casi por completo al margen de las innovaciones musicales y del clima cultural de los años ’60 llevado por su manager, el «Coronel» Tom Parker, a hacer insípidas películas hollywoodenses que fueron volviéndose cada vez menos populares con el paso de los años. Todo cambió en 1968 cuando Presley fue convocado por la NBC con la intención de hacer un especial navideño, el que se volvió no solo un importante éxito de público sino que revivió su carrera de la noche a la mañana.

Pero los que vieron aquel filme saben que no fue un proceso sencillo. Y este documental lo recupera, metiéndose a fondo en las idas y vueltas de la producción de esa mezcla de concierto y segmentos grabados tan caros a la TV de esa época. Hay que agregar que Presley no había dado recitales ni cantado en vivo en casi una década –las únicas performances suyas existían dentro de sus películas–, por lo que estaba particularmente tenso y nervioso respecto a volver a hacerlo. Pero conducido y convencido por el joven director y productor Steve Binder –algo así como el héroe de este regreso–, Presley aceptó la propuesta y se prestó al ejercicio de volver a sus raíces. El que no estuvo casi nunca de acuerdo con nada fue el tal Parker, que quería un clásico show con canciones de Navidad y a su artista vistiendo los típicos coloridos sueters que se usan en las celebraciones allí.

Lo mejor de REINVENTING ELVIS: THE ’68 COMEBACK pasa por las imágenes y testimonios de la grabación en sí, los preparativos, nervios, errores, problemas y sorpresas que tuvieron lugar durante el largo proceso de producción del show (que fue en vivo para el público presente pero se emitió grabado). Allí aparecen no solo las conocidas escenas del Especial en sí –el «unplugged» que hizo con su original banda de los ’50, el medley de sus éxitos de entonces, los números musicales más elaborados que lo completaron– sino muchas tomas fallidas, cortes, diálogos internos, errores, repeticiones y situaciones propias de una grabación con una nerviosa estrella como centro de todas las miradas.

Los recuerdos de Binder funcionan como la narración principal y hay varias chicas que estuvieron allí –algunas, bailarinas en los números con coreografías; otras, parte del público– que aportan sus vivencias. El documental se torna menos interesante cuando pone en pantalla a músicos actuales bastante poco relevantes a explicar la importancia de la música de Elvis (Darius Rucker es el más conocido de los tres que aparecen; los otros dos jamás los había escuchado nombrar) y la manera en la que los impactó, incluyendo afortunadamente breves covers de algunas de sus canciones.

Esos testimonios, sumados a una media hora inicial de la película que recuerda la carrera de Elvis y los cambios musicales y culturales en los Estados Unidos durante la década en la que estuvo ausente de los escenarios –y, sobre todo, el caos político en el que estaba el país para cuando Presley regresó–, no aportan demasiado nuevo a lo que ya sabemos sobre su carrera profesional. De su vida personal se habla poco –hay apenas una mención a Priscilla–, aunque sí se analiza su complicada relación con el abusivo Parker, quien luchaba permanentemente con Binder por el control del show en sí.

De las casi dos horas que dura el documental hay una, extraordinaria, que es la relacionada con el especial en sí y a todo lo que lo rodeó. Esas escenas y situaciones están repartidas a lo largo del film –el documental está editado de modo tal de ir y venir todo el tiempo del presente al pasado–, pero son ellas las más verdaderas de todas: las tomas repetidas, la química con sus músicos de la primera etapa (el guitarrista Scotty Moore, el baterista DJ Fontana, etcétera), las anécdotas acerca de sus nervios y tensiones a la hora de salir a actuar en los segmentos con público y las actuaciones en sí. Todo eso es fascinante y se complementa bastante bien con la manera en la que el evento está narrado en el film de Luhrmann. Solo que aquí, claro, con el verdadero Elvis en lugar de un actor (bueno, pero actor al fin) interpretándolo.

El resto del documental, digamos, no sale de lo convencional y televisivo, lo cual es un tanto antagónico a la propuesta que el especial de Elvis tuvo en su momento, que fue el de romper con las convenciones de ese tipo de programas, mostrando contenidos –de tipo racial y sexual– que seguían siendo riesgosos en esa época. Más allá del documental en sí, es una época de Presley para investigar en profundidad ya que, entre 1968 y principios de los ’70 –cuando terminó internándose casi a tiempo completo en sus shows de Las Vegas– hizo quizás la mejor música de toda su carrera, a la altura o quizás superior a sus éxitos originales.

Entre el film de Luhrmann, este documental, la Edición Deluxe de un concierto transmitido en vivo desde Hawaii de 1973 y la inminente PRISCILLA, de Sofía Coppola, que seguramente mostrará otro lado de la historia, el revival de Presley parece no terminar nunca. Y está bien que así sea, ya que es una figura fundamental para entender la historia del rock. En un momento del documental, Binder cuenta que, luego de terminar la producción, Parker forzó a Presley a cortar toda relación con él, quien a esa altura se había convertido en su amigo, alguien de su generación (no olvidar que, para su regreso, Elvis tenía solo 33 años y la gente lo veía como un veterano acabado) que entendía sus intereses y pasiones de una manera que Parker jamás logró hacerlo. Y una bailarina agrega que, de haber continuado esa relación alejándose de su cruel manager, Elvis podría haber vivido muchos años más y experimentado musicalmente de una manera que jamás pudo desde que lo hicieron dejar sus valijas en un hotel de Las Vegas y permanecer allí, prácticamente, hasta su triste final en 1977.