Festival de Venecia 2023: crítica de «Los océanos son los verdaderos continentes», de Tommaso Santambrogio (Giornate degli Autori)
A través de cinco personajes (una señora mayor, una pareja joven y dos niños) este bello film en blanco y negro, rodado en San Antonio de los Baños, traza una imagen poética de la Cuba contemporánea.
Quizás no haya película más bella que esta, fotográficamente hablando, en todas las secciones del Festival de Venecia. Bella en un estilo poético, clásico, pero también moderno en la forma en la que se presenta y se organiza. Rodada en San Antonio de los Baños, Cuba, por un realizador italiano, LOS OCEANOS SON LOS VERDADEROS CONTINENTES es visualmente subyugante, a punto tal de que por momentos distrae. El que ofrece es un tipo de composición fotográfica de características plásticas, pictóricas, de esas que se pueden observar como cuadros, sin prestar demasiada atención a lo que sucede a su alrededor. Y eso, que puede ser un problema para casi cualquier película, aquí no lo es. O no lo es del todo.
Es que se puede decir que esa es la verdadera película, que lo que Santambrogio tiene para contar pasa más por ahí que por cualquier otra cosa que se parezca a una trama. Influenciado por Lav Díaz, pero superando al maestro en la ambición plástica de cada uno de sus planos, el italiano cuenta a través de esos cuadros en movimiento las vidas de un grupo de personajes que se conectan entre sí en esa ciudad. Pero las imágenes, en cierto punto, se fagocitan la trama. Quizás, al elegir esa opción, la decisión del director fue la de rodear esos cuadros en movimiento con una serie de viñetas, un anecdotario en algún punto simple, melancólico y por momentos divertido sobre la vida de distintas generaciones en Cuba.
Hay una señora mayor, Milagros, que escucha la radio y lee cartas enviadas por su marido desde alguna pasada guerra. Hay una pareja joven, Alex y Edith, que se dedican al teatro, tienen una relación compleja y piensan que quizás haya que irse de la isla. Hay dos niños, Frank y Alain, que quieren convertirse en jugadores de béisbol pero no parecen tener la misma pasión ni intensidad para lograrlo. Hay caminatas, burocracia, alguna fiesta, algo de sexo y un poco de música. Y hay imágenes en blanco y negro que se llevan puesto casi todo, que obligan al espectador a observarlas como quien se queda en un museo parado frente a una obra.
A diferencia de clásicos como SOY CUBA, al que la película se parece en el uso de un muy contrastado blanco y negro, LOS OCEANOS… no usa la cámara de modo pirotécnico. Al contrario: elegido el plano, el punto de fuga y la ubicación de los personajes en él, la cámara no se mueve, aprovecha lo que tiene para mostrar –generalmente en exteriores– y sostiene el plano, obligando al espectador a seguir mirando, aún a costa de perderse detalles de la historia. Si bien el realizador italiano ha hecho ya varios cortos, no deja de sorprender su convicción y seguridad para hacer su opera prima en el largometraje de este modo.
Es cierto que la belleza visual de la película tapa sus debilidades, las zonas más frágiles y flojas que tiene y que quedan un poco opacadas por el impacto visual. La película utiliza por momentos metáforas un tanto obvias –hay toda una larga trama con la puesta de una obra teatral con marionetas que es demasiado literal en todo–, lo mismo que presenta de un modo muy maniqueo algunos de los deseos y de las decisiones que toman los personajes a lo largo de las dos horas que dura el film.
Pero uno casi lo perdona todo con tal de poder seguir mirando y, a los que nos fascina los modismos del habla cubana, escuchando. Especialmente a los dos niños, que bien podrían salir de gira como dupla cómica. Son ellos los que aligeran a una película que tiene cierta tendencia a ponerse demasiado solemne. Una serie de historias de amor, de desarraigo, de sueños incumplidos, de necesidades insatisfechas, de dolor, de arte, de béisbol y de poesía, LOS OCEANOS SON LOS VERDADEROS CONTINENTES es, más que todo eso, un poema visual sobre Cuba, un tableau vivant de dos horas que nos permite conocer un poco a algunas personas y, más que nada, mostrar a la isla como pocas veces se la ha filmado.