Estrenos: crítica de «Resistencia», de Gareth Edwards
La nueva película del realizador de «Rogue One» es un relato de ciencia ficción en el que los Estados Unidos entran en guerra con los países asiáticos por el uso y el control de la Inteligencia Artificial. Estreno en cines: jueves 28 de septiembre.
Hay algo curioso, desafiante y hasta simpático en la existencia de una película en 2023 en la que la Inteligencia Artificial –o, mejor dicho, las criaturas creadas a partir de la IA– sean los héroes y no los villanos de la historia. ¿Llamativo, no? Quizás, cuando Gareth Edwards imaginó la historia que se cuenta en RESISTENCIA (curiosa traducción al castellano de un film que en inglés se llama THE CREATOR) no había aparecido el ChatGPT ni la paranoia actual existente sobre el tema, una que abarca y preocupa también a Hollywood. Imposible saberlo. Lo cierto es que, como punto de partida, es al menos intrigante.
En realidad, al comienzo del film del director británico de ROGUE ONE: A STAR WARS STORY –esta es su primera película desde aquella, de 2016– todo parece ir por carriles más convencionales, ya que se nos cuenta una realidad paralela a la que conocemos, una en la que la IA viene metiéndose más y más en la vida de las personas desde décadas pasadas hasta terminar en la explosión de una bomba nuclear en Los Angeles que mató a cientos de miles de personas y causó un tremendo caos.
A partir de ese momento –que funciona como un rápido racconto previo a los títulos– la acción se ubica en un futuro no muy lejano (2065) en el que los Estados Unidos han decidido declararle la guerra a la Inteligencia Artificial. En ese país, desde aquel incidente, la IA está prohibida, pero en Asia (o «Nueva Asia» como se la llama en este futuro) sigue habilitada y convive con los humanos, digamos, clásicos. Por lo cual, previsiblemente, los norteamericanos han decidido declararle otra guerra más a países asiáticos.
La película se traslada al sudeste de ese continente (Edwards filmó en Vietnam, Camboya y Tailandia), en donde las fuerzas estadounidenses mantienen sobre los habitantes una especie de nave que busca y elimina todo tipo de criaturas creadas por Inteligencia Artificial. No hablamos solamente de robots o artefactos sino de un tipo de creación casi idéntica a los seres humanos más allá de algunas visibles diferencias físico/tecnológicas. Sin descanso, los satélites y ejércitos del llamado NOMAD van a la caza de estos seres llevándose, literalmente, todo por delante.
Además de esa suerte de nave nodriza que vigila todo, los estadounidenses tienen «infiltrados». Uno de ellos es Joshua (John David Washington), casado con Maya, una mujer local (Gemma Chan), con la que está a punto de tener un bebé. Un ataque de su ejército revela su identidad y el hombre pierde a su familia (y su brazo) en el camino, destrozándolo emocional y físicamente. El objetivo de NOMAD y de Joshua es encontrar a un tal «Nirmata», quien sería el creador de estas robóticas criaturas evolucionadas y eliminarlo.
Años después del incidente los militares intentan reclutar a Joshua para ser parte de NOMAD (la elección de la comediante Alison Janney para el rol de una dura militar al estilo Sigourney Weaver o Linda Hamilton es toda una curiosidad) y el hombre termina aceptando ser parte del plan porque lo convencen de que su mujer aún vive y él quiere encontrarla. Colocándose un brazo artificial, pronto Joshua se ve en una situación propia de DANZA CON LOBOS o algún film sobre Vietnam en el que un soldado norteamericano se da cuenta que, en realidad, está peleando del lado equivocado. Acaso las criaturas de IA y los habitantes del lugar no sean los enemigos sino, bueno, ya saben…
Joshua encuentra a Alphie (Madeleine Yuna Voyles), una niña-robot de unos seis años quien podría ser –o conducir a– la tan buscada Nirmata y allí es que se empieza a convencer que, quizás, los irracionales y salvajes sean los humanos mientras que los asiáticos han logrado convivir con sus criaturas digitales de una manera mucho más sana y noble. Dicho de otro modo: el problema no es la Inteligencia Artificial sino los humanos que la programan y controlan, lo cual será tema para algún otro debate.
Acompañado por esta hija putativa (¿o será la real?), Joshua se embarca en la tarea de defender a los locales de los ataques, tratar de encontrar a Maya y, en la medida de lo posible, ver si existe la posibilidad de extinguir la NOMAD, esa amenaza constante que sobrevuela las cabezas de todos los habitantes de esa «Nueva Asia»: algo así como una Death Star mezclada con como sea que se llame la nave comando de AVATAR o cualquier otra ciudad voladora de esas características.
Tomando elementos de todas las películas de ciencia ficción de los últimos 40 años (de BLADE RUNNER a TERMINATOR pasando por varias STAR WARS, ELYSIUM, APOCALIPSIS NOW) y usando la lógica narrativa de adulto y «criatura» enfrentando adversidades que tanto se ve en series protagonizadas por Pedro Pascal, el film de Edwards puede ser visualmente un mix & match de distintas influencias, y su guión (escrito con ayuda de Chris Weitz) no caracterizarse por su originalidad, pero lo cierto es que el hombre tiene cierta idea de cómo narrar escenas de acción y la película va hacia donde todos sabemos que irá pero lo hace con cierta, digamos, elegancia.
Cada uno –o muchos– de sus elementos narrativos puede ser previsible, lo mismo que la caracterización obvia y estereotipada de las distintas fuerzas, pero RESISTENCIA va adquiriendo cierta ferocidad, ayudada por la performance de la pequeña Yuna Voyles, que tiene algunas habilidades y poderes que la diferencian de los demás y le dan una pequeña ventaja contra un enemigo mucho más grande y poderoso. Ken Watanabe, como un líder de los ejércitos asiáticos, le da también cierta grandeza (o épica grandilocuencia, como prefieran) al relato.
Efectiva y convencional, lo que distingue a la película de Edwards –además de la forma económica en que se filmó, costando apenas 80 millones para un tipo de película que suele ser dos o tres veces más cara– termina siendo su original mirada sobre la Inteligencia Artificial. Hoy se la piensa como un potencial peligro para los seres humanos (digamos, la línea TERMINATOR), pero la película prefiere pensarla al revés, como un posible resguardo de los mejores valores de una humanidad que supo programarla siguiendo unos códigos éticos que terminó perdiendo. Si uno mira alrededor, quizás no sea tan absurda la teoría de dejar todo en manos de criaturas que todavía puedan ver, entender y actuar sobre el mundo de manera moral, coherente y racional. Algo que los humanos, a juzgar por las evidencias que nos rodean, ya no estaríamos en condiciones de hacer.