Estrenos online: crítica de «Cuando termines de salvar el mundo», de Jesse Eisenberg (Claro Video, Flow, Apple TV+, Google Play)

Estrenos online: crítica de «Cuando termines de salvar el mundo», de Jesse Eisenberg (Claro Video, Flow, Apple TV+, Google Play)

Una madre progresista y su hijo influencer de redes sociales se fastidian mutuamente en esta comedia dramática, opera prima del conocido actor de «Red social». Con Julianne Moore y Finn Wolfhard. Disponible para alquilar en varias plataformas.

La estupidez, la miopía, la incapacidad de ver más allá de nuestras propias limitaciones y prejuicios es algo que trasciende ideologías y hasta modos de ser. Inclusive, entre familiares. En la opera prima como director del actor Jesse Eisenberg, CUANDO TERMINES DE SALVAR EL MUNDO (WHEN YOU FINISH SAVING THE WORLD), nos enfrentamos a una madre y a un hijo que, por ser tan opuestos, terminan siendo casi idénticos. O lo inverso. Los separa una generación, un contexto cultural y el supuesto uso de su tiempo, pero en cierto modo, las maneras de actuar los igualan.

Ziggy Katz (la estrella de STRANGER THINGS, Finn Wolfhard, ya convertido en un altísimo adolescente) tiene 17 años y, apenas arranca la película, lo vemos haciendo lo que mejor sabe: live streaming. Ziggy es una estrella o un influencer en ese mundillo y tiene, lo dice una y otra vez, más de 20 mil seguidores en todo el mundo a los que saluda en varios idiomas. Su rutina consiste en cantar alguna canción íntima, en un tono indie rock entre desafinado y supuestamente confesional, y luego recaudar los tokens que sus fans colocan en su, digamos, billetera virtual. Gana bien con su trabajito y, básicamente, no le importa nada más que eso.

Los que lo miran frustrados son sus padres, especialmente mamá. Ambos son intelectuales progresistas, cultos y preocupados por el mundo, que no terminan de entender qué es lo que hace el grandote del hijo. Julianne Moore encarna a su mamá, Evelyn, quien encima maneja un refugio (o safe house) para mujeres y familias que escapan de situaciones de violencia doméstica o similares, lo cual la transforma –en sus propios ojos, básicamente– en una persona útil a la sociedad. Su marido, en tanto (Jay O’ Sanders), parece un poco harto de ambos y prefiere hundir la cabeza en sus libros e iniciar debates del tipo «¿tocar blues es apropiación cultural?».

Todo se complica cuando Ziggy descubre a un grupito que discute temas políticos con la intensidad propia de la edad. Más que nada pone sus ojos en Lila (Alisha Boe), una chica muy inteligente que está preocupada por todo, desde el cambio climático a los regímenes opresivos en países africanos pasando por lo que se les ocurra. Ziggy intenta sumarse al grupo con intención de acercarse a ella, pero su desconocimiento de casi todo lo que tiene que ver con el mundo real lo deja un poco en evidencia. Es curioso, de hecho, para alguien conectado con tanta red social, con fans virtuales y con padres intelectuales, que el pibe sea tan pero tan hueco. A tal punto que, bueno, ya verán lo que hace…

Así, mientras Ziggy trata de «politizarse» a la fuerza para llamar la atención de Lila, su madre parece elegir un «hijo sustituto». Se trata de Kyle (Billy Bryk), un adolescente amable, trabajador y compasivo que llegó al refugio tras ayudar a su madre a liberarse de su agresivo y violento padre. Viendo lo inútil que es Ziggy, Evelyn pondrá sus esfuerzos ¿maternales? en Kyle: intentará que estudie, que vaya a la universidad, obsesionándose con su vida y su desarrollo educativo de un modo que empieza a ser un tanto incómodo y no solo para los espectadores.

Este es el mundo en el que se mueven los personajes de un film que presenta una situación bastante intrigante de entrada pero que va perdiendo su gracia a partir de la elección de un tono de comedia cruel, en el que el evidentemente bobalicón influencer se ve a veces sobrepasado en idiotez y egoísmo por su politizada y preocupada madre, que es incapaz de ver más allá de sus necesidades. En ese sentido las caracterizaciones se vuelven casi satíricas, haciendo que uno no pueda siquiera empezar a empatizar con alguno de los dos.

Son Lila y Kyle, de algún modo, los testigos de esa debacle familiar en la que son víctimas y/o participantes circunstanciales. Hay algo en exceso condescendiente en la mirada de Eisenberg sobre sus protagonistas. Al contar con dos actores famosos y carismáticos, uno puede igual «tolerar» a los personajes mientras pifian una y otra vez en casi todo lo que hacen, pero tarde o temprano la crueldad de esa pintura queda en evidencia, especialmente cuando ambos empiezan a ser conscientes de sus propias limitaciones y no pueden evitar seguir equivocándose y de modos cada vez más absurdos.

La historia de la madre progre y militante a la que le salió un hijo medio incel, que usa huecas expresiones de moda y está pendiente de la cantidad de seguidores puede ser un gran punto de partida para una buena comedia, pero Eisenberg prefiere reírse de ellos antes que aprovechar ese disparador para llegar más lejos. En el mejor de los casos, los iguala en su estupidez y egoísmo. Pero con eso no alcanza para transformar a su opera prima en la más inteligente película que podría haber sido. Le falta compasión, comprensión, complejidad. Moore puede ser una gran actriz y darle algo de humanidad extra a su contradictoria Evelyn, pero Eisenberg no la acompaña en su búsqueda. Prefiere convertir a sus personajes en un punchline y no mucho más que eso.