Estrenos online: crítica de «No fue un accidente: racismo y negación en Charlottesville», de Kristi Jacobson (HBO Max)

Estrenos online: crítica de «No fue un accidente: racismo y negación en Charlottesville», de Kristi Jacobson (HBO Max)

Este documental que estrenó HBO Max el 10 de octubre sigue a un conjunto de abogados que acusan a grupos de neonazis por un asesinato y diversos actos violentos en una manifestación en Virgina. Desde el 10 de octubre, por HBO Max,

Pasaron tantas cosas igual o más terribles desde los actos violentos que dan pie a este documental que, siete años después, los hechos que tuvieron lugar en Charlottesville, Virginia, en agosto de 2017, parecen quedar como un evento relativamente menor. Pero fue, en más de un sentido, anticipatorio no solo de una escalada de violencia y de apoyo a partidos políticos que la defienden o justifican, sino de un sistema de comunicación, de un formato de acción que funciona por oscuros canales –redes sociales, mensajería online, grupos de chat o redes de discusiones– y termina produciendo resultados terribles, usualmente conectados a teorías conspirativas.

Mucho antes de la toma del Congreso, a mediados del 2017, cuando el entonces presidente Donald J. Trump había empezado a habilitar y defender a grupos de ultraderecha como los llamados «supremacistas blancos» se produjo el ataque de varios de ellos a una manifestación pacífica de agrupaciones de carácter progresista que terminó con una mujer muerta, decenas de heridos y un escándalo político. Bajo el grito «Ustedes no nos reemplazarán/Los judíos no nos reemplazarán» (en inglés rima), estos grupos de ultraderecha se reunieron, portando antorchas y otro tipo de iconografía nazi para protestar la demolición de una estatua de Robert E. Lee, el general de la confederación.

Pero la larga lista de conversaciones, textos, llamados telefónicos, podcasts y mensajes en las redes dejaban bastante en claro que su objetivo original era provocar algún tipo de situación violenta en el lugar contra los llamados «Antifa», que no son otra cosa que una variopinta y multirracial mezcla de personas que celebraban ese mismo hecho. Más allá de las discusiones sobre la validez o no de borrar la historia destruyendo monumentos, lo que las imágenes dejan en claro es que cientos de personas fueron brutalmente a agredir lo que era una manifestación pacífica.

NO FUE UN ACCIDENTE se centra en los intentos, que se extendieron por más de cinco años, por parte de un grupo de abogados de Nueva York, de enjuiciar a los responsables de esos hechos. Se trata de un juicio civil (el penal fue por otro lado) que necesita algo clave para poder ser ganado: probar una conspiración para cometer un crimen. Esto es: no alcanzan las palabras agresivas, los comentarios racistas, antisemitas y misóginos de los participantes de esa agresión para condenarlos. Lo que es necesario encontrar en esos canales es un plan. Dicho de otro modo: un crimen organizado.

El documental seguirá los esfuerzos de los abogados Roberta “Robbie” Kaplan –judía y lesbiana, para horror de los acusados–, Karen Dunn, Michael Bloch y sus equipos por declararlos culpables defendiendo a nueve de las víctimas dañadas física y emocionalmente por aquel terrible hecho. Y no será fácil, ya que los culpables tienen cierta idea de cómo evitar hacerse responsables (del mismo modo que lo hace Trump en relación al ataque al Capitolio), imponen muchas condiciones respecto a la selección del jurado y están en un estado que no se caracteriza por su progresismo ni nada parecido.

Estará la pandemia de por medio estirándolo todo y finalmente un juicio en el que la documentalista se topó con el problema de que, por los cuidados pandémicos, no le permitieron meter las cámaras en el juzgado y grabarlo, lo cual debilita fuertemente una parte del documental, ya que debieron recrear lo que se dijo allí mediante voces en off, algunos de los mismos protagonistas y otros con actores.

Pero más allá de los detalles concretos (los acusados son unos personajes temibles, sin ir más lejos, cada uno además horroroso de distinta manera) y de las historias de las abogadas y las demandantes que están llenas de detalles curiosos o dolorosos, lo que más impacta en NO FUE UN ACCIDENTE es la manera en la que presagia el modo de crecimiento de estos grupos conspirativos y cómo terminan afectando la vida de las personas en el mundo real.

Se trata de una serie de hombres –en su gran mayoría– que se autoconvencen sin pruebas de supuestos planes siniestros contra ellos y se arman para combatirlos. Los supremacistas blancos, por ejemplo, creen que los judíos organizan un plan para llenar los Estados Unidos de inmigrantes, y entre ellos y los negros terminar esclavizándolos o haciéndolos desaparecer del mapa. Y a partir de esos falsos presupuestos, actúan de las maneras más violentas imaginables.

Esos grupos reaccionarios y violentos han crecido en cantidad y se han organizado cada vez mejor desde entonces, especialmente desde esa «tierra de nadie» que es el mundo virtual. Y, tras unirse en su rechazo a las restricciones impuestas por los gobiernos durante la pandemia, han crecido más aún. Hoy ya no están en los márgenes, no son «bichos raros» ni excepciones a la norma. Hoy ganan las elecciones en los países menos pensados.