Estrenos online: crítica de «Los hermanos Sparks» («The Sparks Brothers»), de Edgar Wright (Star+)
Este documental del director de «Baby Driver» se centra en la banda de culto californiana que lleva más de medio siglo sorprendiendo con su música cambiante, original y creativa.
Como sucede en sus películas de ficción, Edgar Wright es un director cuyo estilo y ritmo podría considerarse como arremetedor, busy, siempre ocupado en acelerar e imprimir a sus historias un mayor ritmo y toques de originalidad. No hay dudas que tiene talento para realizarlo y un humor para hacerse cargo de su propio ADD cinematográfico, aunque por momentos, como diría Maradona, se le escapa la tortuga. THE SPARKS BROTHERS tiene los condimentos del cine del británico aún al moverse al territorio del documental. A lo largo de 140 ocupados minutos Wright cuenta la larga, curiosa y fascinante historia de los hermanos Mael, una banda histórica con etapas de fama y otras de oscuridad, que ahora –a más de medio siglo de sus inicios– está en otro de esos momentos altos gracias a la película ANNETTE, de Leos Carax, de la que escribieron música y guión.
El documental del director de SCOTT PILGRIM VS. THE WORLD y la inminente LAST NIGHT IN SOHO es un film creativo y clásico a la vez, con muchísimas entrevistas (casi demasiadas) y materiales de archivo impecables, además de otros apuntes propios del realizador –escenas en animación, por ejemplo– quien, claramente, no se iba a quedar sin hacer algunos juegos de esos que rompen la cuarta pared. Pero, más que nada, lo que hace es contar la historia de Sparks, una banda de dos hermanos (y muchos integrantes que fueron cambiando a lo largo de las décadas) que son californianos más allá de que, por su estilo y su fama en ese país, muchos asuman que son británicos.
Wright arranca del principio –la infancia de ambos, más cerca del deporte y el surf que de la música– y va yendo a través de las altas y bajas de la banda. El comienzo es en los Estados Unidos, donde no les va bien, y sigue en Inglaterra, donde conectan mejor, a principios de los ’70, con el naciente glam rock. La mezcla de Russell Mael, un cantante con un look muy cercano al de las estrellas pop de la época (como Marc Bolan); su hermano mayor Ron Mael, el tecladista y compositor de la banda cuyo aspecto es una rara mezcla de Hitler y Chaplin (la mayoría lo conectó con el primero), y canciones con un toque humorístico y un estilo pop glamoroso, casi operístico, lleno de cambios de tempo y melodías enredadas los llevaron a una fama que, en Gran Bretaña, duró unos años.
Mediante aportes humorísticos, recuerdos a veces emotivos y análisis de las elecciones hechas por la banda a lo largo de su carrera (el modelo fue siempre «seguir su propia musa» y dejar de lado los imperativos comerciales, por más problemas que eso les pueda causar), THE SPARKS BROTHERS irá por las distintas etapas del grupo: su fracaso al regresar a los Estados Unidos con un estilo más rockero, una nueva época de popularidad a fines de los ’70 y principios de los ’80 gracias a sus avanzados discos con sintetizadores (con producción en uno y participación en otro de Giorgio Moroder), la influencia que tuvieron en el pop electrónico de esa década, algunos éxitos más especialmente en Europa y luego una «caída en desgracia» que los dejó sin sello y con mínima repercusión durante casi una década.
De fines de los ’90 a la actualidad, se trata de una de las pocas bandas que no se dedicó a vivir del pasado -más allá de un curioso ejercicio de tocar 21 conciertos seguidos en los cuales hacer cada día un disco suyo distinto además del nuevo– y que ha apostado a seguir creando, sacando discos de material nuevo, juntándose con bandas nuevas (como Franz Ferdinand) y tocando en vivo por todo el mundo hasta convertirse en ídolos de culto para varias generaciones.
Entrevistas hay muchas. Están los músicos (Alex Kapranos, Flea, Vince Clark, Björk, Beck y otros), actores/comediantes (Mike Myers, Patton Oswalt, Jason Schwartzman, Fred Armisen, etcétera), varios periodistas y muchos colaboradores de la banda en sus distintas etapas. A lo largo de 140 minutos, curiosamente, Wright logra contar en detalle toda la historia de Sparks pero raramente deja más de un minuto de cada canción. Para una banda que casi no tiene hits masivos, es una pena que la celeridad de Wright por agregar info y más info no le haya permitido dejar más tiempo los temas, los shows en vivo o las presentaciones en televisión. Las hay, y son muchas, pero Wright parece decir «si te interesa escuchar hasta el final entrá a YouTube», lo cual puede ser cierto pero es muy contraproducente para la película.
Lo mismo pasa con la música en sí. Si bien las letras se analizan hasta el cansancio (la mezcla de humor y sinceridad de Ron son una característica de esta banda que utiliza tantos guiños, ironías y metacomentarios que a veces es difícil saber hacia dónde apuntan), lo mismo que sus cambios de estilos y presentación (más o menos rockeros, más o menos glam, más o menos electrónicos), no se habla tanto de sus curiosas e intrincadas melodías y su manera de componer, algo que ha hecho que las canciones de Sparks sean –para mí, particularmente– tan arduas de conectar y de recordar.
Suponiendo que el objetivo de THE SPARKS BROTHERS sea lograr que el espectador que no conoce demasiado a la banda se dedique a investigar sobre ellos más vía Spotify, YouTube o comprando sus discos, eso está más que logrado. Si la idea era hacer un documental que se sostenga como un gran film por sí mismo, digamos que Wright se queda corto. Es más la película de divulgación de un fan entusiasta que otra cosa. Y quizás con eso sea suficiente. Sparks merece otra –quinta, sexta, décima– oportunidad para ver si nos conquista a todos de la misma manera que conquistó al realizador, a Carax y a los muchísimos entrevistados que los veneran como una de las bandas de pop-rock que estuvieron, siempre, adelantadas a su tiempo.