Festival de Mar del Plata 2023: crítica de «Sobre todo de noche», de Víctor Iriarte

Festival de Mar del Plata 2023: crítica de «Sobre todo de noche», de Víctor Iriarte

por - cine, Críticas, Festivales
25 Oct, 2023 09:24 | Sin comentarios

Esta mezcla de drama, policial y relato experimental se centra en una madre que busca a su hijo que fue entregado en adopción –en circunstancias difíciles– y cuyo paradero desconoce. Con Lola Dueñas y Ana Torrent.

Esta es una carta para ti, para decirte que nunca te olvidé, para decirte que te quiero, para decirte que por fin te he encontrado«, se le escucha decir a Vera (Lola Dueñas), en la voz en off que organiza partes del relato de SOBRE TODO DE NOCHE. Fuera del contexto de la película la frase puede sonar entre sentimental y un tanto melodramática, pero en función de las formas que toma este film que, más allá de todos sus homenajes y precisa caligrafía cinematográfica, trata sobre el robo de bebés durante el franquismo, conduce a momentos de pura emoción. Y así, hay varios. Esa es la compleja alquimia de la que sale más que airosa la opera prima de ficción de Víctor Iriarte (programador de Tabakalera y del Festival de San Sebastián) que se presentó en Venecia y se verá ahora en el de Mar del Plata.

La película abre con una cita de Roberto Bolaño explicando que se trata de un policial y de una película de terror, aunque no necesariamente lo parezca. Y esto es, efectivamente, así. SOBRE TODO DE NOCHE toma las características de un film-ensayo, entre el homenaje cinéfilo y el coqueteo con lo experimental, en el que vamos conociendo a esa tal Vera como si fuese una agente secreta, una ladrona de guante blanco, un personaje de policial francés. Entre mapas que recorre con el dedo y pasos a seguir que recita obsesivamente tenemos la impresión de estar viendo a una versión española de un criminal de guante blanco de un policial de la nouvelle vague. O, bueno, de alguna película de la línea que une a Hugo Santiago con Mariano Llinás, de esas que nos hacen creer que son un thriller cuando en realidad son otra cosa.

Entre enigmáticos mapas, voces en off que se cruzan, chantajes a misteriosas «autoridades» y material documental de los años de la transición española a la democracia vamos entendiendo de qué va esto: Vera busca a su hijo, que le fue robado en algún tiempo impreciso, y cuyo paradero desconoce. Mediante recursos propios de una espía a lo Irma Vep, Vera descubre que su hijo está vivo, que es un veinteañero que vive en San Sebastián, y le escribe una carta para contarle su historia y proponerle un reencuentro.

En un film que se divide en episodios y se caracteriza por su tono lúdico, con curiosas combinaciones entre imagen y sonido, y con una serie de planos un tanto afectados que siempre parecen estar citando alguna otra cosa, Iriarte se moverá a contar la historia de Egoz (Manuel Egozkue) y de su madre adoptiva, Cora (la gran Ana Torrent, a la que se verá también en CERRAR LOS OJOS, de Víctor Erice), de sus vidas en el presente del relato y de todo lo que sucede cuando ese reencuentro se transforma en algo cierto, posible, real.

SOBRE TODO DE NOCHE será un retrato de estas dos mujeres que están conectadas pero no lo saben, que han vivido experiencias muy distintas y que no imaginan que de algún modo Egoz es hijo de ambas. A diferencia de muchos casos locales (me refiero a la Argentina), aquí todo apunta a que Cora es completamente inocente a lo que pudo haber pasado con Vera y Egoz. Y a partir de ahí la película se conforma no como un ajuste de cuentas ni mucho menos –al menos, no entre ellos–, sino más como un reencuentro, una reconfiguración de los lazos afectivos entre los tres.

Con viajes a Portugal de por medio y con una estructura de movimientos y repeticiones casi musicales –varias de ellas de carácter claramente bressoniano— que dejan a la película en una zona intermedia entre el drama y el ensayo, SOBRE TODO DE NOCHE pasa de escenas de extrañado policial a algo más parecido a un sensible drama humano, sin que esas dos cosas se contradigan entre sí. Si a eso se le suma un fuerte ángulo de entrada literario –gran parte de la película está estructurada a través de lectura de cartas–, lo que Iriarte termina por presentar es algo así como un collage genealógico, geográfico y, si se quiere, genérico.

Es cierto que, llegado un determinado momento en la historia, se agradece la decisión de Iriarte de bajar un cambio con el distanciamiento formal para ir de una manera más directa a lidiar con las emociones de las madres. Pero, a la vez, lo que hace que esas escenas familiares funcionen tan bien es que existen dentro de esa estructura, una que le escapa a los clichés más masticados del cine social y de las buenas conciencias. Es una película sobre el pasado más oscuro, ese que funciona «sobre todo de noche», narrado –como escribe Bolaño– como terror, como noir, hasta como película de venganza. La angustia y el desgarro es el mismo. La relación con el cine es otra.