Estrenos online: crítica de «El rapto», de Daniela Goggi (Paramount+)
Inspirada en el libro «El salto de papá», de Martin Sivak, este drama se centra en el secuestro de un empresario argentino en los ’80 y en cómo su hermano se va desintegrando emocional y económicamente tratando de encontrarlo. Con Rodrigo de la Serna y Julieta Zylberberg. Estreno: 26 de octubre.
A punto de cumplirse 40 años del regreso de la democracia, hay cosas que parecen haber quedado en el olvido. No solo la dureza y crueldad de la dictadura –negada o hasta admirada por ciertos candidatos políticos– sino lo complicado que fue el regreso a la democracia y lo tensos que fueron sus primeros años. En ARGENTINA, 1985 algo de eso quedaba claro en las presiones que vivían los fiscales del juicio a las juntas. Y en EL RAPTO, una apretada y más que libre adaptación del libro de Martin Sivak, EL SALTO DE PAPA, ese mismo universo está presente. La dictadura podía haber terminado pero las «fuerzas oscuras» continuaban actuando. Y todavía continúan.
Rodrigo de la Serna encarna a Julio Levy –los nombres y muchas de las circunstancias específicas del libro han sido modificados o directamente abandonados–, un empresario argentino que regresa al país tras la vuelta de la democracia, con su familia. En una encantadora escena que tiene lugar en el vuelo de regreso (en el que la gente fumaba, bebía, caminaba por los pasillos y hasta cantaba) se nota la efervescencia y la alegría de muchos de los exiliados que volvían al país tras varios años viviendo afuera. Entre ellos Julio, su mujer (Julieta Zylberberg), su hijo preadolescente y su hija pequeña, que ensaya algunas mentiras pensando en las incómodas preguntas que podrían hacerle en Migraciones.
El regreso de Julio y familia lo reúne con su padre (Jorge Marrale) y con su hermano Miguel (Germán Palacios), que son los que manejan la empresa familiar, una financiera con negocios inmobiliarios. El reencuentro parece perfecto, ideal: asados, canciones, juegos infantiles, la alegría de una familia extendida que se ha vuelto a ver, el encuentro con viejos amigos. Pero la tranquilidad se acaba velozmente: en la puerta de la empresa dos tipos encapuchan y meten en un auto a Miguel en un secuestro en apariencia extorsivo de parte de lo que entonces se daba por llamar «la mano de obra desocupada».
EL RAPTO se ocupará durante buena parte de sus 95 minutos de seguir a Julio, a su cuñada (Andrea Garrote, coguionista del film junto a Goggi, inspirada en la conocida Marta Oyhanarte) y al resto de sus familiares mientras tratan de rescatar a Miguel. La película avanza con la acción marcando los días que pasan y arranca por el pedido de rescate y una tensa entrega de dinero. Pero Miguel no aparece. Y así se sigue dilatando la situación. Pero quizás lo más grave pasa por el hecho de que, cuando la familia –que está muy conectada con círculos de poder– pide ayuda personalmente a las más altas autoridades políticas del país, allí aparece otro costado extorsivo, el de fuerzas de seguridad que, por decirlo suavemente, no actúan del modo que deberían.
Pero más que sobre el secuestro y el rescate, la película de la realizadora de ABZURDAH se centra cada vez más en la disolución emocional de Julio, quien no solo no logra avanzar con la investigación pese a su empeño y dedicación sino que compromete en ella una cantidad de dinero que pone en riesgo la ya de por sí frágil economía de su empresa. Abrumado por las deudas, las peleas familiares y su incapacidad de salir de todos los pozos en los que se ha metido, el hombre va perdiendo de a poco el rumbo y le cuesta encontrar la forma de escapar de allí.
Adaptar un libro como el de Sivak, por su formato memoir –lleno de apuntes personales específicos, mezcla de investigación familiar, historia política argentina y recuerdos de un hijo que ve cómo su padre se va desmoronando frente a él– es de por sí complejo. Si a eso se le suma que, por problemas legales con parte de la familia Sivak, la producción se vio obligada a cambiar no solo los nombres sino muchas de las circunstancias específicas de lo que realmente sucedió, EL RAPTO es el resultado de una serie de procesos complicados. Es, de hecho, casi un milagro que pese a todo eso la película logre convertirse en una por momentos tensa y angustiante historia de cómo la realidad política argentina es capaz de destruir la vida de una familia.
Para eso ayuda la actuación de De la Serna como un hombre que, en muy poco tiempo, pasa de la alegría y la ilusión del regreso a la depresión total de ver cómo todo se desmorona en momentos en los que el país se consideraba «seguro» tras el final del Proceso Militar. Es una transformación creíble y dolorosa en la que EL RAPTO hace pie y se sostiene de principio a fin, con el agregado de un muy buen elenco que lo rodea, la precisa fotografía de Fernando Lockett y una reconstrucción de época que transporta al espectador a mediados de los años ’80. En ese sentido, las escenas de cómo la vida familiar trata de seguir adelante pese a todo son muy elocuentes a la hora de reflejar la experiencia de otra generación respecto a esa época.
Es una pena que, por los motivos que sean, muchos de los detalles contextuales que hacían tan rico al libro de Sivak se hayan perdido en el camino o se hayan transformado en mínimas menciones, desde el pasado del protagonista hasta ciertos detalles de su personalidad (su lado político, su costado futbolero, sus emprendimientos delirantes) o cientos de otros motivos que convirtieron al libro en el suceso editorial que fue. Los problemas antes citados más la «internacionalización» que aparece cuando estos proyectos son financiados, en parte, por plataformas de streaming, licúan un poco las especificidades y le dan más lugar a construcciones narrativas un poco más simples y, digamos, universales. Eso no le quita a la película ni ritmo ni tensión, pero sí le hace perder parte de su color.
De todos modos EL RAPTO tiene a su favor algo importante: confirma la aparición en los cineastas argentinos –de una cierta generación– de una preocupación más directa por la historia política del país, una que antes era tratada de modo bastante lateral. Si bien acá los nombres están cambiados, es muy claro que la película habla de el insidioso poder de las fuerzas militares, paramilitares y, en menor medida, del establishment económico en las vidas de las personas. En estos tiempos de creciente desmemoria es un llamado de atención aún más urgente de lo que parece.
¿Por que no usan los nombres reales?
Es de dominio publico la historia …..
Ganas de verla
Gran parte de la familia de Osvaldo Sivak e incluso de Julio Sivak, se opusieron tanto al libro de Martín Sivak (en el cual se basa la película) como al film e iniciaron acción legal para evitarlo.
mala. sin entrar en los detalles políticos que son equivocados y pueden llevar a que alguien piense que no es ficción , la película es NI. ni una película de un secuestro, ni la debacle de un tipo que no nació para hacer negocios, no se conectan bien ambas partes de la película y termina con una larga escena melancólica que vinos mil veces. si fuera una de netflix diriamos que es malísima.
La directora DANIELA GOGGI se lanza a filmar una compleja historia sobre los sótanos de la democracia en 1985. En ese sentido la película es una suerte de la lado B de la gran película de Santiago MITRE porque el espectador sabe desde el inicio que todo irá de mal en peor.
Quizás la parte política de la película no está a la altura del drama personal del personaje central que muy bien interpreta RODRIGO DE LA SERNA, un hombre de una familia con negocios inmobiliarios que vuelve a la Argentina con la ilusión de la recuperación de la democracia y experimenta una frustración creciente cuando su hermano mayor es secuestrado y no encuentra respuesta ni en el gobierno ni en la oposición política para llegar a la verdad y al castigo a los culpables. Película inquietante que sirve para ejercitar la memoria (7/10)