Series: crítica de «Reservation Dogs – Temporada 3», de Sterlin Harjo y Taika Waititi (Star+)

Series: crítica de «Reservation Dogs – Temporada 3», de Sterlin Harjo y Taika Waititi (Star+)

La tercera y última temporada de esta extraordinaria serie es un retrato de las varias generaciones que habitan la reservación nativa de Oklahoma en la que transcurre buena parte de la historia. Desde el 25 de octubre por Star+.

A lo largo de tres temporadas, RESERVATION DOGS observó un mundo y a sus personajes, los retrató con cariño, con bastante humor y con una capacidad apabullante para hacer llorar a los espectadores. Bah, al menos a este espectador. ¿Qué tiene la serie creada por Sterlin Harjo para lograr producir todas esas emociones con minutos de diferencia o a veces al mismo tiempo? Otros lo han probado y no siempre lo han conseguido. De hecho, Taika Waititi, coproductor y cocreador de la serie, ha intentado un registro similar en otras películas y series pero raramente lo obtiene. O, si en un momento sabía cómo hacerlo, ahora parece haberlo olvidado. Sin embargo, en esta serie, la alquimia funciona a la perfección.

A lo largo de las tres temporadas la serie fue, lenta pero perceptiblemente, girando en dos cosas. Por un lado, en la proporción entre humor y pathos. Y, por otro, en pasar de hacer centro casi exclusivamente en sus cuatro jóvenes protagonistas a poner el eje en la comunidad entera. Todo estuvo desde el principio, pero se podría hablar casi de proporciones. Las desventuras a veces delirantes de los personajes, los momentos de humor absurdo y los secundarios bizarros han estado siempre, pero en función del crecimiento de los protagonistas hay una capa un poco más emotiva que lo recubre todo. La misma situación que años atrás estaba jugada hacia el humor por completo aquí ya tiene otras aristas, como es todo el encuentro de Bear (D’Pharaoh Woon-A-Tai) con un tal Maximus. Ya verán a qué me refiero.

Y la amplitud generacional también estuvo siempre ahí, pero en esta temporada es el eje central, especialmente a partir de un episodio que funciona como flashback a los años ’70 –y que tiene mucho de homenaje a la película de Richard Linklater DAZED AND CONFUSED— y en el que vemos a varios de los personajes que ahora son mayores teniendo sus aventuras adolescentes. Esa conexión queda a simple vista y funciona como centro de gravedad. Algo así como decir: «ellos fueron como nosotros y nosotros seremos como ellos«, una manera de entender una comunidad como algo que existe y se reproduce a través del tiempo.

A su vez, como siempre, Bear tendrá sus aventuras por su lado, Cheese (Lane Factor) lidiará con asuntos personales, Elora (Devery Jacobs) vivirá cambios importantes y a Willie Jack (Paulina Alexis, mi personaje y actriz favoritos) esta vez le tocará ser la que lleve a las distintas generaciones de la comunidad a unirse. No es que estuvieran separadas, pero algunos personajes se fueron perdiendo por el camino –peleas, separaciones, cosas que no se dicen, el tiempo que pasa– y son los jóvenes, tras haber atravesado la experiencia de haber perdido a uno de ellos, los que de algún modo terminan dándole una lección a los mayores. O a devolver una de tantas que les dieron a ellos.

La temporada tendrá episodios «individuales» o que tienen a uno de los miembros del cuarteto a cargo de la acción. Bear lidiará con dos encuentros cuando se pierda en el camino de regreso de California –uno de ellos lleva a otro flashback, más dramático, ligado a zonas oscuras de la historia del trato a los pueblos originarios en Estados Unidos, similar a lo que se muestra en LOS ASESINOS DE LA LUNA–, estará el citado regreso a los ’70 y uno que sigue a Elora en un viaje fundamental para su vida. Pero la pintura generacional será cada vez más grande: la madre de Bear tendrá que tomar decisiones importantes, lo mismo que otros de los «mayores» de la comunidad.

Notarán también que los personajes que solían funcionar como recurso cómico –los gemelos raperos, el «fantasma» del indio guerrero que se le aparece a Bear o el propio Big, el simpático policía de la reservación– tienen menos peso esta temporada y, cuando aparecen, ya han dejado de ser solo comic relief. Son parte de la comunidad como todos, con sus picarescas particularidades quizás un tanto más exacerbadas que las de los otros. Al llegar a su último episodio, por motivos que no conviene develar, la serie se ha convertido en un retrato de una comunidad entera, lleno de afecto y empatía por las personas que viven en esta reservación indígena de Oklahoma.

De vuelta, es un balance difícil el que hacen los creadores y guionistas de la serie, uno de esos que corre el riesgo de volverse agotador, repetitivo o empalagoso (vean sino, como dije antes, el cine de Waititi), pero funciona casi siempre bien. En eso ayuda también la notable selección musical (ver abajo) y una calidez que tampoco esconde los problemas debajo de la alfombra. Puede que no sea del todo «realista», pero tampoco es una fábula llena todo el tiempo de paz, amor y armonía. Lo que no hace casi nunca –salvo en contadísimas excepciones– es juzgar a sus personajes.

Es que más allá del humor, de la mirada afectuosa sobre sus personajes y del respeto que se le profesa a cada uno de ellos aún cuando pifian y se equivocan, RESERVATION DOGS logra meternos adentro de un mundo que nos es casi desconocido y nos hace sentir parte de esa gran familia. Al final de esta «visita» a la reservación, que para los espectadores duró tres años, uno se despide de todos ellos con la emoción de quien se vuelve a su casa tras haber pasado una tiempo con gente a la que aprendió a querer y que, sabe, jamás olvidará. Ya forman parte de uno.