Estrenos online: crítica de «Albert Brooks: me río de la vida» («Albert Brooks: Defending My Life»), de Rob Reiner (HBO Max)
Este documental cuenta la vida del comediante, actor y cineasta Albert Brooks a través, fundamentalmente, de una conversación con el realizador, de quien es amigo de toda la vida. Por HBO Max.
Dos viejos amigos, septuagenarios ambos, se sientan a conversar sobre la vida en este documental. Eso no tendría demasiado de especial si no fuese por el hecho de que esos amigos son Albert Brooks y Rob Reiner. Los dos comediantes, directores y actores, son amigos desde la escuela secundaria («hace seis décadas», remarcan) y sus caminos se han cruzado a lo largo de las épocas. En realidad, más que una conversación, se trata de una entrevista. Reiner (CUANDO HARRY CONOCIO A SALLY) es el director de DEFENDING MY LIFE, la película que recorre la vida y la obra de Brooks, yendo desde su infancia hasta la actualidad y recorriendo sus distintas etapas. La película puede parecer bastante simple –y quizás lo sea–, pero alcanza para dar a conocer la carrera del comediante y para demostrar que sigue siendo tan simpático y ocurrente como lo fue toda la vida.
Por esos misterios de la distribución cinematográfica, Albert Brooks jamás tuvo el éxito que sí tuvieron pares como Woody Allen, un artista con el que compartió época, judaísmo y neuróticas obsesiones, ni tampoco el de otros de similar recorrido, como Jerry Seinfeld o Larry David. Es cierto que sus inicios y éxitos iniciales eran solo locales –en los talk shows nocturnos de los años ’70, especialmente en el del popular Johnny Carson, en álbumes de comedia o en cortos hechos para SNL–, pero ya a fines de los ’70 inició una carrera cinematográfica que ya llega a siete películas (la primera fue REAL LIFE, un falso documental paródico que se anticipó por mucho a los reality shows, y le siguieron a esa MODERN ROMANCE, LOST IN AMERICA, DEFENDING MY LIFE y MOTHER, entre otras) que tuvieron buena repercusión crítica y ocasionales estrenos mundiales, pero raramente fueron exitosos.
Albert Brooks (su nombre real, no es broma, es Albert Einstein) es el clásico comediante de culto que admiran sus pares: un director para directores, guionista para guionistas y así. Dicho de ese modo, sin embargo, pareciera que el tipo de humor que maneja es muy cerrado y complejo, pero no lo es. Salvo su primera etapa, bastante conceptual y cercana al anti-humor, el resto de su carrera se movió en terrenos bastante más convencionales y hasta su cara se hizo conocida como actor, con papeles en películas que van desde TAXI DRIVER a DRIVE pasando por DETRAS DE LAS NOTICIAS, UN ROMANCE PELIGROSO, además de muchos otros films –como BUSCANDO A NEMO, por ejemplo– en el que hizo voces para personajes animados. Pero aún así, salvo los conocedores del mundo de la comedia, pocos parecen reconocer la enorme influencia de Brooks. ¿Será que algunos lo confunden con Mel Brooks?
Lo cierto es que ALBERT BROOKS: DEFENDING MY LIFE es una prueba del cariño y la admiración que le tienen muchos grandes de Hollywood. Mientras conversa con Reiner y le va respondiendo a sus preguntas acerca de su vida –es tierna y graciosa la parte en la que habla acerca de sus padres– y de las distintas etapas de su carrera, una veintena de celebridades se deshacen en elogios hacia él, desde Ben Stiller a Chris Rock, pasando por Steven Spielberg, David Letterman, Conan O’Brien, James L. Brooks, Sharon Stone, Larry David, Sarah Silverman, Tiffany Haddish, Judd Apatow, Jonah Hill y Jon Stewart, por citar solo algunos.
Si bien la conversación y los testimonios sirven para aportar ideas y contexto a su obra, a la vez de un costado autobiográfico a partir del cual entenderla, el verdadero secreto de ME RIO DE LA VIDA está en los clips, en los archivos de su paso por la TV y los escenarios, sus bizarras rutinas humorísticas en ellos y en el modo en el que su humor estuvo siempre un poco adelantado a su época, lo suficiente para que se lo vea siempre como un artista de culto y no como la gran estrella que merece ser. La aparición de este documental de su amigo Reiner es, en ese sentido, un acto de justicia, una muestra de afecto y cariño entre dos amigos que se quieren y admiran desde antes que todos nosotros hubiéramos nacido. Y que tienen mucho para enseñar a las generaciones siguientes.