Series: crítica de «Cristobal Balenciaga», de Jon Garaño, Aitor Arregi, José Mari Goenaga y Lourdes Iglesias (Star+ y Disney+)

Series: crítica de «Cristobal Balenciaga», de Jon Garaño, Aitor Arregi, José Mari Goenaga y Lourdes Iglesias (Star+ y Disney+)

Esta serie española de seis episodios cuenta la historia del modisto vasco radicado en París, una de las más importantes figuras de la moda del siglo XX. Con Alberto San Juan. Todos los episodios están disponibles, en América Latina, en Star+ y en España, en Disney+.

La alta costura siempre estuvo al servicio de las clases dominantes», dice Cristobal Balenciaga, en uno de los tantos momentos en los que su tarea se vio enredada en cuestiones políticas difíciles. Y a lo largo de la serie que narra su vida entre 1937 y 1968 –los años en los que estuvo abierta la Maison Balenciaga en Paris–, el diseñador de modas se vio más de una vez en el centro de esas tensiones. De España se fue por la Guerra Civil –más por la posición política de su mecenas, Nicolás Bizkarrondo, que por la suya–, en Francia tuvo que lidiar con la ocupación nazi, y el franquismo fue siempre una sombra que lo persiguió a lo largo de su vida. «Soy apolítico», decía. No siempre podía.

CRISTOBAL BALENCIAGA, la serie de los realizadores vascos de reconocidas y premiadas películas como HANDIA, LOREAK y LA TRINCHERA INFINITA, no ocultan ni disimulan los puntos oscuros de la vida del modisto. Es un repaso más profesional que personal, ya que su vida privada fue realmente privada y aquí solo se da por cierta su relación con Wladzio D’Attainville (Thomas Coumans), que funcionaba públicamente como su asistente, más allá de algunos coqueteos y miradas con otros hombres que se cruzaron en su vida. Pero, observando su manera de trabajar, lo que la serie hace es pintar su personalidad. Y lo que muestra es a un hombre reservado, obsesivo y competitivo que podía ser cálido y amable pero que de a poco fue dejándose ganar por su costado más gruñón y caprichoso.

Los seis episodios de la serie, que tienen una elegante y refinada caligrafía cinematográfica que intenta de algún modo emular el buen gusto y calidad de sus diseños, se organizan cronológicamente a partir de un truco estructural clásico: una entrevista que Balenciaga da, ya retirado, a una periodista francesa que quiere publicar una larga nota sobre su vida. Cristobal (un trabajo excelente y contenido de Alberto San Juan) al principio no quiere saber nada –su carácter reservado era legendario–, pero finalmente acepta y le cuenta su carrera, arrancando directamente cuando ya estaba en París.

Más allá de unos brevísimos flashbacks a su infancia, la serie no incluye nada de su etapa española, algo que se extraña, ya que permitiría conocer cómo un chico de Guetaria, un pequeño pueblo de Guipúzcoa, en el País Vasco, llegó a ocupar un lugar de peso en la haute couture parisina. Una vez allá, los episodios irán teniendo ejes específicos: sus primeros desfiles, con sus éxitos y fracasos; la invasión nazi, con sus inconvenientes y problemas; la aparición en la posguerra de un rival de fuste como Christian Dior, y algunos eventos importantes de su carrera posterior, como el vestido de novia que le hizo a la reina Fabiola de Bélgica (Belén Cuesta) y su incómoda colaboración con Air France para vestir a sus azafatas.

A lo largo de los episodios iremos conociendo a un personaje tan talentoso y creativo como ensimismado y obsesivo. Los principales dolores de cabeza de Cristobal pasaban por las copias de sus modelos (se filtraban los diseños y circulaban versiones falsificadas de ellos), sus peleas por eso con la prensa, su relación con los competidores y amigos locales (además de Dior aparecen bastante Coco Chanel y Hubert de Givenchy, entre otros) y su rechazo a la moda prêt-à-porter. El hombre se veía a sí mismo como un artista y se negaba a fabricar modelos en masa ya que quería terminar, ajustar y probar cada creación manual y personalmente. Eso, que lo haría distintivo y distinguido, le generaría más de un inconveniente económico y daría pie a su retirada, en una época en el que el mercado viró a eso.

La serie de origen español quizás no tenga una gran potencia dramática, pero eso está ligado a entender que el modo de vida de Balenciaga pasaba por la discreción y el bajo perfil. No hay un intento por encontrar turbulentos secretos ni revelar nada demasiado oculto, pero eso no quiere decir que se trate de un retrato edulcorado. Con sus modos «educados», CRISTOBAL BALENCIAGA ofrece también una mirada crítica a este hombre que siempre se sintió más cerca de un concepto aristocrático de la moda –y también de la vida– y al que le costó mucho adaptarse a los cambios sociales que aparecieron de los años ’60 en adelante.

La excelente actuación de San Juan cubre algunos baches que aparecen en muchos de los intérpretes que lidian con bastantes dificultades con sus diálogos, mayoritariamente en francés, que es el idioma que más (y, por lo general, mal) se habla en la serie. Y algo similar pasa por la suntuosa música de Alberto Iglesias –el compositor perfecto para este tipo de mundo, personaje e historia–, levantando con sus maravillosas melodías algunos momentos un tanto opacos del prolijo pero en ocasiones algo parco tono del relato.

Quizás no sea la más emotiva ni impactante de las series, pero es uno de los riesgos que se corren cuando se narra una vida que se mantuvo casi siempre alejada de las emociones y los impactos fuertes. Pero es innegable que se trata de una serie justa y honesta con su personaje y hasta con su manera de relacionarse con el mundo a través de la belleza y la obsesión por la perfección. En ese sentido, Balenciaga fue un romántico, incapaz de dar el brazo a torcer o de aceptar algo que no esté a la altura de sus elevadas exigencias. Aún a riesgo de perderlo todo.