Estrenos online: crítica de «Culpa y deseo» («L’été dernier»), de Catherine Breillat (Claro Video)

Estrenos online: crítica de «Culpa y deseo» («L’été dernier»), de Catherine Breillat (Claro Video)

Remake del film danés «Reina de corazones», este drama erótico se centra en la relación entre una mujer de 50 y el hijo adolescente del primer matrimonio de su marido. Disponible para alquiler en Argentina en ClaroVideo por solo 65 pesos.

Remake de la película danesa QUEEN OF HEARTS, a la que salvo por algunos detalles sigue bastante fielmente, el nuevo film –tras una década de ausencia– de la siempre provocativa realizadora de BLUEBEARD y FAT GIRL, se centra en un tema tabú que es tratado de modo bastante directo, aunque sin romper ningún molde dentro de lo que uno podría esperar de una película de la directora francesa conocida por su franqueza, especialmente sexual.

Mezcla de drama familiar y thriller erótico, la aquí llamada CULPA Y DESEO (L’ETE DERNIER en el original, LAST SUMMER en inglés) se centra en Anne (Lea Drucker, de CUSTODIA COMPARTIDA y la más reciente CLOSE), una abogada que se dedica a defender a menores en asuntos de abusos sexuales –sí, irónico, obviamente– que está casada con un empresario un tanto mayor que ella llamado Pierre (Olivier Rabourdin). Entre ambos han adoptado a dos niñas asiáticas que viven con ellos en una casa lujosa y (no tan) discretamente pretenciosa como lo son ellos, pintados por Breillat con no muy sutiles pero bastante chabrolianos apuntes de crítica a la burguesía.

Pero ese verano «la familia se agranda» con la aparición en la casa medio suburbana en la que viven de Theo (Samuel Kircher), el hijo adolescente del primer matrimonio de Pierre, con el que su padre tiene nula o más bien mala relación. El chico va a pasar un tiempo con ellos ya que tiene problemas de comportamiento en la escuela y su madre siente que no puede controlarlo. Algo así como un «ahora ocupate vos!». Y Theo no es para nada fácil de controlar.

Todo comienza de manera tensa e incómoda entre los tres, pero por la actitud entre rebelde, desafiante y desenfadada del chico, pronto nos damos cuenta que Anne lo mira de otro modo. Le fastidian sus comportamientos pero secretamente le fascinan, le traen recuerdos de su juventud más rebelde y descontracturada. Se da cuenta que Theo busca pelea y conflicto –el chico se roba cosas en la casa y le hace creer a los demás que entraron ladrones– y sabe frenarlo y manejarlo. Y así, entre las tensiones del chico con el padre y el aburrimiento de Anne con su marido y sus amigos, entre ellos… pasan cosas.

Nunca queda clara la edad de Theo –lo vemos ir a un bar y beber cerveza, por lo que suponemos que al menos tiene 16 años si bien por momentos parece menos–, pero estamos ante un affaire que va entre lo quizás sea consensual en términos legales pero que sigue siendo muy conflictivo, por no decir tabú, en casi cualquier otro. Dicho de otro modo: si alguien se entera, se acaba el mundo para Anne. O, lo que es más probable, que el chico no sepa controlar sus emociones del mismo modo en el que ella no puede frenar sus deseos.

Todo crecerá y se complicará a lo largo de ese tenso y sensual verano. Breillat juega dando vueltas alrededor de ese tabú que incluye la edad –la mujer triplica en años al chico– pero también la relación que los une. Plantea cómo el deseo de Anne es irrefrenable mediante la manera en la que sus relaciones sexuales se concentran largamente en su rostro extático. Y aún sabiendo que está jugando con fuego –aparte de lo familiar está su especialización laboral más que contradictoria respecto a la relación que tiene con Theo–, Anne no quiere perder esa sensación.

¿Es abuso? ¿No es abuso? A la larga no importa porque, para ella, estar sexualmente con él en un momento lo es todo y a la vez puede dejarla sin nada: sin trabajo, sin marido, sin hijas. Para él, Anne le asegura, ella será una anécdota para recordar cuando sea grande. Cuando las cosas se pongan difíciles quedará claro que es una historia en la que los roles de víctima y victimario no son muy políticamente correctos que digamos. Y eso es, quizás, lo más desafiante que ofrece en este momento una película como la de Breillat.