Series: reseña de «Shōgun», de Justin Marks y Rachel Kondo (Star+, Disney+)

Series: reseña de «Shōgun», de Justin Marks y Rachel Kondo (Star+, Disney+)

Esta nueva adaptación de la clásica novela de James Clavell publicada originalmente en 1975 y convertida en miniserie ya en 1980 cuenta las experiencias de un británico en medio de las guerras feudales del Japón de principios del siglo XVII. En Star+.

Publicada en 1975, la novela SHŌGUN, de James Clavell, se convirtió en un inesperado best-seller. Un «libraco» de más de mil páginas sobre las guerras civiles en el Japón del siglo XVII no parecía ser un candidato obvio para superar los 15 millones de ejemplares vendidos. Pero fue tal éxito que muchos lo consideran como el libro que abrió las puertas de la cultura japonesa en Occidente de un modo masivo. En 1980, el mítico Toshiro Mifune y el británico Richard Chamberlain fueron los protagonistas de una adaptación en forma de miniserie que tuvo un éxito enorme, comparable a la popularísima RAICES, estrenada en 1977. A casi cuatro décadas de la salida del libro, este relato épico sobre un navegante inglés que se entromete en una lucha por el poder en el Japón de los señores feudales tiene una nueva versión serial, cuyos dos primeros episodios ya están disponibles en Star+ y en Disney+.

Una superproducción de importante tamaño, hablada en buena parte en japonés, la SHŌGUN de 2024 se adecúa un poco a los modelos imperantes en esta época, muchos de ellos surgidos tras fenómenos como JUEGO DE TRONOS. Por un lado, un contenido violento llamativo para los estándares de las grandes producciones, con brutales decapitaciones, personas «hervidas» cual pollos en cacerolas y otras sanguinarias escenas de acción. Por otro, un contenido sexual que la enmarca en lo que se puede considerar «para un público adulto». Y, por último, agregándole alguna alteración políticamente correcta que torna al personaje del marinero británico, John Blackthorne, en uno más dentro del grupo protagónico en su gran mayoría japonés.

Si bien puede resultar un poco confuso en un principio por la acumulación de personajes que se introducen al mismo tiempo, el núcleo duro de la trama es, en más de un sentido, uno bastante clásico del género jidaigeki, con señores feudales enfrentados por el poder y el control de las tierras y del comercio. En este caso, el elemento externo que se incorpora es la presencia del tal John Blackthorne (Cosmo Jarvis), piloto del Erasmus, un barco británico que aparece en las costas japonesas en el año 1600, lugar en el que la única influencia occidental hasta ese momento era la de los comerciantes portugueses y los jesuitas españoles que habían convertido al catolicismo a buena parte de los campesinos locales.

El barco inglés es capturado por los locales, los sobrevivientes encarcelados (o, en un caso, hervido vivo) y el propio Blackthorne termina, de modo involuntario, metido en la pelea entre cinco señores feudales que debían reemplazar al fallecido shōgun (o líder militar del Japón) hasta que su heredero, un niño, llegue a la mayoría de edad. Siendo protestante y enemigo de los católicos, Blackthorne pasará a ser una pieza importante en esa interna, ya que Yoshii Toranaga –uno de los contendientes que está a punto de ser asesinado– lo quiere usar como una suerte de peón para dividir a sus cuatro rivales, dos de los cuáles profesan la fe católica. El problema, al menos inicialmente, es que los únicos que pueden traducir al japonés lo que Blackthorne dice son los portugueses o españoles, que prefieren mentir antes que revelarles ciertas cosas ligadas a los conflictos comerciales, culturales y religiosos de la Europa imperial.

En los primeros dos episodios –sobre un total de diez– se contará el arribo de Erasmus y cómo Blackthorne es llevado de un lado a otro, pasando de a poco de ser considerado una bestia peligrosa a un tipo útil para los intereses de Toranaga (Hiroyuki Sanada). Es importante entender el marco de enorme desconocimiento cultural entre unos y otros: los japoneses desconocían hasta la existencia de los británicos y de que ellos profesaban una religión en conflicto con la católica, y los ingleses tenían mínima idea de lo que sucedía allá, ya que era una zona del mundo que los portugueses controlaban casi en secreto, tanto desde lo comercial como lo religioso. Así como los japoneses consideraban a Blackthorne un bruto, lo mismo sucedía al revés. Hasta que unos y otros empezaron a ver un poco más allá de su desconocimiento y/o prejuicios.

Salvo por la confusión que puede provocar que los diálogos en portugués sean en inglés (la diferencia cuando hablan en inglés y en portugués pasa por los acentos y los nombres), SHŌGUN intenta ser respetuosa de los usos y costumbres locales, haciendo que la serie sea, en gran medida, hablada en japonés y cuidada en los detalles de época. De a poco irán apareciendo personajes que tendrán más desarrollo en los episodios restantes, como el de Toda Mariko (Anna Sawai, de MONARCH y RAPIDO Y FURIOSO 9), una joven traductora con quien Blackthorne desarrolla una atracción que parece mutua; Kashigi Yabushige (Tadanobu Asano, de SILENCIO y la saga THOR), un samurai al servicio de Toranaga y que a la vez hace su propio juego; e Ishido Kazunari (Takehiro Hira, el detective de la serie de Netflix GIRI/HAJI), el principal rival de Toranaga en la lucha por el poder. Todos los elementos y personajes puestos en juego acá se encaminarán hacia una batalla brutal que cambió la historia de ese país.

Si se trata de retrato épico, reconstrucción histórica y potencia narrativa, por el momento SHŌGUN no tiene casi fallas. Recordando los clásicos del género que transcurren en el Japón feudal, es una historia plagada de traiciones, chantajes, rituales tradicionales, impactantes momentos de violencia y una constante lucha por el poder y el control del comercio. El verdadero protagonista aquí, aún más que Blackthorne, es Toranaga, personaje que interpretaba Mifune en la anterior miniserie y que ahora encarna Sanada, el actor de RING, EL ULTIMO SAMURAI y JOHN WICK 4, entre muchas otras. Algo así como la «mente maestra» detrás de los juegos de pinzas políticos, el hombre con su presencia marca el tono serio, grave, pero ocasionalmente lúdico de la serie. Jarvis (LADY MACBETH, PERSUASION) queda usualmente opacado tanto por Sanada como por el gran Asano.

La época y el conflicto entre los locales y los «colonizadores» hará recordar, en algún punto, a SILENCIO, de Martin Scorsese. Pero este no es un relato acerca de la espiritualidad sino uno que, si bien se enmarca en una época similar a la de aquel film y con parecidos choques culturales, coloca el eje más en los conflictos entre los locales. A diferencia de la literatura, las películas y series estadounidenses que se metían en estos mundos en los años ’70 y ’80, la figura del personaje occidental actualmente sobra, no se necesitan realmente este tipo de «acompañamiento» a los espectadores a ingresar en una cultura diferente. Pero como la novela se apoya en un hecho real (Blackthorne se inspira en la figura de William Adams, spoiler alert a los que cliqueen el link, y todos los señores feudales japoneses existieron también con los nombres cambiados), el formato se ha mantenido. Quizás sea una de las pocas cosas que todavía conectan a este tipo de relatos con aquella primera época de oro de las miniseries históricas. Hoy, el formato ya es otro. De todos modos, SHŌGUN no ha perdido nada de su potencia y ha crecido en espectacularidad.