Estrenos online: crítica de «El salario del miedo» («Le salaire de la peur»), de Julien Leclercq (Netflix)

Estrenos online: crítica de «El salario del miedo» («Le salaire de la peur»), de Julien Leclercq (Netflix)

Esta nueva versión francesa de la historia ya filmada por H.G. Clouzot en los ’50 y William Friedkin en los ’70 convierte a la explosiva historia en un thriller convencional. En Netflix.

El universo de las remakes es un objeto de estudio fascinante. Seguir sus proyectos más destacados permite al que los analice trazar no solo una historia del cine sino también una sobre las diferencias culturales y económicas de cada época. Es que cada película representa un modo de contar ligado a una época, una cultura y un modelo económico específico y, por más que uno replique una trama, todo lo que circula alrededor cambia, se modifica por completo. Estos cambios se notan más aún cuando las remakes se hacen en otro país que el del film original. Una película francesa de los ’50 cambiará mucho en una versión estadounidense de los ’90 (como LES DIABOLIQUES, por ejemplo) y así con todo.

El caso de EL SALARIO DEL MIEDO –película, como LES DIABOLIQUES, de Henri-Georges Clouzot– es un tanto más curioso. El film original, de 1953, es francés y ya tiene una remake hollywoodense titulada SORCERER y dirigida en 1977 por William Friedkin. Y ahora, en 2024, regresa a Francia, volviendo al título original pero cambiando aún más cosas en el camino. Las tres, en realidad, son adaptaciones de la misma novela de George Arnaud, titulada como la película original (LE SALAIRE DE LA PEUR, para ser más correcto), pero al no tratarse de un libro demasiado relevante en términos literarios, lo que el mundo conoce son las películas.

Entre la película de Clouzot y la de Friedkin había algunas diferencias narrativas y, claramente, de tono y modo de contar, pero en lo esencial la historia era la misma y su temática fatalista se conservaba de principio a fin. La nueva versión francesa transforma y malentiende el asunto por completo, tomando apenas la excusa central del relato y modificando prácticamente todo lo demás. No solo en lo relacionado a los detalles de la trama –eso, llegado el caso, podría ser entendible por las diferencias de época– sino en la lógica, los personajes, el tono y el tema de lo que allí se contaba. Puesto de otro modo: lo que intenta es transformar a EL SALARIO DEL MIEDO en un mediocre combo de acción que mezcla un poco de RAPIDO Y FURIOSO, otro poco de MAD MAX, todo en plan eurothriller para plataforma de streaming.

Los detalles de la trama son, en un punto, irrelevantes. Acá los dos protagonistas principales son hermanos –uno es especialista en explosivos y está en la cárcel (Alban Lenoir), el otro un eximio conductor (Franck Gastambide) y está en medio del desierto–, hay una mujer que trabaja para una organización tipo OMS (Ana Girardot) que lleva vacunas por el norte de Africa y algunos personajes secundarios de mínima relevancia que volarán a la primera explosión fuera de lugar. Hay flashbacks que nos cuentan cómo los hermanos llegaron allí, algo que transforma lo que antes era información sobre los personajes en largos teasers con escenas de acción. Y hay un objetivo parecido: trasladar hipersensible nitroglicerina en camiones por territorios peligrosos (aquí, los problemas son más humanos que de dificultades con el terreno) a través de cientos de kilómetros para extinguir el fuego de un pozo petrolífero que explotó.

Y de ahí en adelante todo sigue como una película de acción, con enfrentamientos constantes y tensiones más ligadas a la apariciones de «terroristas» en el camino (o minas colocadas estratégicamente) que a la propia vibración de la nitro, la que viene ahora en envases mucho más sofisticados que la vieja dinamita. Los personajes son almas nobles caídas en desgracia que necesitan redimirse –hay una familia separada del padre, un romance a medias, amistades de larga data y así– y poco y nada permanece de todo lo ligado a la explotación económica de la zona (sudamericana y selvática, en las anteriores). Si uno no supiera de la larga historia de EL SALARIO DEL MIEDO, creería que es una trama nueva, pensada para una convencional película de acción contemporánea.

Lo cierto es que, así como la película de Clouzot representaba los intentos del cine francés de hacer complejas películas de género en la década del ’50, previo a la aparición de la Nouvelle Vague, y el film de Friedkin dejaba a las claras la ambición demencial de un cineasta al que también le interesaba llegar al gran público mediante una forma muy personal pero accesible de filmar (las biografías de ambos directores también ofrecen otros elementos para analizarlas), la versión Netflix 2024 parece escrita por una Inteligencia Artificial y dirigida por algún comité que ha visto los mayores éxitos de la última década en materia road-movie y decidió armar un combo con escenas mezcladas de varios de ellos. Es que las películas de Leclercq (CENTINELA, GUERRA EN EL ASERRADERO, ambas en Netflix) por lo general funcionan como maquinarias de producción de este tipo de thrillers supuestamente brutales.

No hay casi nada bueno ni interesante para decir sobre EL SALARIO DEL MIEDO salvo que el espectador sea un estudioso de la historia del cine –o le fascine el tema– y tenga ganas de comparar las tres versiones y pensar cómo cada una de ellas representa a su modo las condiciones de producción de una época determinada. En cualquiera de los casos, la actual será siempre la que saldrá peor parada. Si uno quiere hacer un estudio acerca de cómo el cine comercial del siglo XXI raramente está a la altura del del siglo pasado (hoy no lo parecen pero ambas versiones previas fueron películas industriales, con intención de alcance masivo), no tiene más que usar esta triste saga de la nitroglicerina en camiones para dejarlo en evidencia.