Series: crítica de «El régimen» («The Regime»), de Will Tracy (Max)
Una excéntrica líder política se une a su violento guardaespaldas creando el caos en el país del Este de Europa que controlan. Con Kate Winslet y Matthias Schoenaerts. En HBO y Max, desde el domingo 3 de marzo.
Una sátira política de trazo bastante grueso elevada por una actuación casi salvaje de Kate Winslet, EL REGIMEN tiene una rara conexión con la realidad. Si bien las humoradas y las caracterizaciones son propias de la parodia más excesiva, un recorrido por los candidatos políticos, primeros ministros y presidentes del mundo actual no daría una sensación ni más recatada ni más sobria. Lo que en los ’60, en épocas de DR. STRANGELOVE, podía ser delirante, hoy se parece bastante a lo que podríamos definir como nueva normalidad.
La acción transcurre en un país que jamás se nombra pero que existe en alguna zona del Este Europeo, lo que alguna vez fue llamado «detrás de la Cortina de Hierro». Si bien la opulencia palaciega campestre y el inglés académico de los líderes políticos da otra impresión, ese es el sitio de los acontecimientos. La protagonista es Elena Vernham (Kate Winslet), canciller de ese país, una mujer que para afuera se muestra muy segura y agresiva pero en lo privado está llena de miedos y comportamientos extraños. Casada con un francés, contrata para que la ayude con una de sus obsesiones, que es controlar la humedad de los ambientes, a Herbert Zubak (Matthias Schoenaerts), un soldado con un pasado violento y que es «famoso» por reprimir protestas.
Lo que parece ser una simple relación de jefa y asistente se complica cuando ambos empiezan a conectarse de maneras inesperadas: se «ven» en los sueños de ambos, se trenzan en peculiares situaciones dentro del enorme palacio y así. Todos los empleados los miran raro –y el marido de Vernham más aún–, pero es claro algo sucede entre ellos. Y la Canciller no solo lo toma como su guardaespaldas y mano derecha principal, sino que empieza a escuchar sus consejos acerca de cómo gobernar el país.
Allí entrará el otro elemento, el más directamente político de la trama. Gracias a los consejos de este hombre violento y sin educación alguna que no tolera como algunos líderes de grandes potencias tratan de aprovecharse de Vernham y de su pequeño y folclórico país, la va «empujando» a tomar una actitud más nacionalista, rechazando los avances de los estadounidenses y alineándose con China, lo cual provoca un gran descontrol detrás de escena, en ese grupo de chismosos ministros y colaboradores que la siguen a todos lados, y que busca alterar ese giro político por conveniencia personal.
Ese camino «populista» hacia «lo nuestro» que plantea ahora la Canciller podrá tener similitudes con el mundo real, pero en la serie también es tomado en solfa por sus creadores. En definitiva: de uno u otro lado, no parece haber una salida sensata para el país. Y en el proceso Elena se va volviendo más cruel y autoritaria, más excéntrica, mientras Zubak no solo maneja todo por atrás, sino que empieza a ir más allá del rol de «asesor» que parece haber alcanzado hasta volverse un gurú y hasta algo más. Todo esto traerá una fuerte reacción en contra y la segunda mitad de la serie estará dedicada a esa «contraofensiva» que puede ser local, comunista, china, revolucionaria, imperialista o lo que sea. Lo importante acá es que ella va perdiendo el control cada vez más. Y, con sus modos más violentos, él también.
THE REGIME no es una serie sutil ni refinada en sus golpes directos al llamado «populismo» de los gobernantes de países que tienen que lidiar con presiones externas e internas de todo tipo. La Canciller puede ser una maestra en el uso de la comunicación –se viste, además, como una diva de Hollywood de los años ’50, algo que Winslet en cierta medida también es–, pero hay fuerzas y manejos por detrás que no son fáciles de frenar. A Zubak se lo pinta como un bruto, un tipo torpe y violento que, curiosamente, de vez en cuando tiene buenas ideas. Lo más importante: está enamorado perdidamente de ella y no piensa en otra cosa que en ayudarla. Bueno, sí, en otras cosas más físicas piensa también…
Brusca, un poco torpe, a veces divertida y en otras entre previsible, EL REGIMEN funciona de vez en cuando, más que nada cuando Winslet se destapa con alguna locura (a la Canciller le gusta cantar y bailar en eventos, algo que hace muy mal) y cuando queda claro que empieza a perder la poca cordura que le quedaba. El actor belga de RUST & BONE es granítico: pura fuerza física y salvaje. En el medio hay espacio para apariciones especiales, como las de Hugh Grant y Martha Plimpton, quienes no la pasan para nada bien con esta dupla extravagante, manipuladora y, al menos durante un tiempo, muy popular entre su gente.
Todo es exagerado y excesivo, es cierto. Y bastante vulgar en su refinamiento decadente, pasado de rosca, fácil de satirizar. Pero cuando uno lo compara con la realidad –con la Argentina de 2024, sin ir más lejos– nota que todo eso que parece excéntrico y desmesurado quizás no sea tan ridículo ni bestial. Al menos la Canciller no tiene perros clonados ni hace memes violentos en redes sociales ni, bueno, esas otras cosas que la gente mala comenta…