Series: crítica de «Lucky Hank», de Paul Lieberstein y Aaron Zelman (AMC)

Series: crítica de «Lucky Hank», de Paul Lieberstein y Aaron Zelman (AMC)

Esta comedia protagonizada por Bob Odenkirk («Better Call Saul») se centra en las distintas experiencias de un escritor frustrado que vive de dar clases en una universidad. En AMC.

Estrenada con bastante demora respecto a su lanzamiento original –un año, muchísimo para estos tiempos de inmediatez– y con la noticia ya conocida de su cancelación, llega LUCKY HANK, la serie que marcó el regreso de Bob Odenkirk luego del final de BETTER CALL SAUL. Se trata de un formato muy distinto y un personaje casi opuesto al de aquella, ya que el actor pasó de un violento drama en el que interpretaba a un siniestro pero simpático abogado a una comedia con algún toque dramático en el que encarna a un escritor y profesor universitario frustrado y bastante amargo. Difícil, claro, que cualquier serie esté a la altura de sus dos previas (incluyo acá a BREAKING BAD), pero LUCKY HANK se las rebusca para integrarse –con dignidad pero sin demasiado brillo– a un género que tiene sus notables antecedentes.

La literatura contemporánea está llena de historias de escritores que trabajan como profesores universitarios y cuentan historias acerca de sus vidas personales y profesionales lidiando con sus frustraciones literarias, sus complicadas vidas familiares, sus asuntos amorosos, sus relaciones con alumnos y otros dilemas cotidianos de la vida académica. Y también el audiovisual. Sin ir más lejos, la reciente película LOS QUE SE QUEDAN ponía el acento en un personaje bastante similar a este Hank, como antes lo hicieron films como WONDER BOYS o recientes series como LA DIRECTORA, por citar solo algunas.

Adaptada de la novela de Richard Russo STRAIGHT MAN, la serie se presenta como un retrato de distintas facetas en la vida de Henry «Hank» Devereaux, Jr. (Odenkirk), un escritor que supo tener éxito tiempo atrás, no logró repetirlo y, estancado en su carrera literaria, vive de dar clases en el ficticio Railton College, en Pennsylvania. Su constante fastidio se demuestra en las malas relaciones que tiene con sus alumnos, su dificultad por entender sus códigos, la pobre imagen que tienen de él el resto de los profesores del departamento de Inglés, los celos que manifiesta cada vez que un escritor reconocido va a la universidad a dar alguna clase y las tensiones que existen en su casa, con su esposa Lily (Mireille Enos) y su hija Julie (Olivia Scott Welch).

Son estos distintos factores –además de recortes presupuestarios en la universidad que lo obligarán a tener que revisar algunas cuestiones personales– los que tornan la vida de Hank un permanente fastidio. Al menos, para él. Su esposa trabaja en una escuela secundaria y está cansada de los malos tratos allí por lo que se plantea la posibilidad de aceptar uno nuevo que la (o los) obligaría a mudarse a Nueva York, su hija no tiene dinero (y sí un marido irresponsable) y hay posibles affaires amorosos circulando, pero lo que más irrita de todo a Hank, algo nuclear en su vida, es la nula relación que tiene con su padre, un famoso escritor que abandonó a su madre por una mujer más joven y con el que no habla hace décadas.

LUCKY HANK va yendo y viniendo por esos distintos escenarios, utilizando un tono por momentos demasiado abiertamente cómico para situaciones que ameritan algún grado mayor de sutileza. Por momentos parece que el eje será la «cultura de la cancelación» y el choque generacional con los alumnos, luego pasa a convertirse en una comedia laboral apoyada en los curiosos profesores que trabajan en su área, pero lo que marcará la serie de principio a fin serán sus complicados lazos familiares: con su mujer, su hija y su padre.

Si bien la serie ha sido oficialmente cancelada y no tendrá una segunda temporada, la sensación que deja es que sus ocho episodios cierran una historia de un modo apropiado y que no tendría demasiado sentido continuarla indefinidamente. Como la novela que adapta, LUCKY HANK propone una inmersión en la vida de un hombre que creía que iba a convertirse en una estrella de la literatura y que no acepta que su lugar en el mundo es otro, por lo que vive cada día con excesiva amargura. Y si bien Odenkirk encuentra momentos para generar situaciones humorísticas, su actuación es más bien contenida, lo opuesto en más de un sentido a su Saul Goodman. Las cosas absurdas pasan a su alrededor. El, por lo general, funciona como el centro fastidioso del absurdo que por momentos lo rodea.

Quizás el problema de la serie sea su forzoso intento por hacer reír casi todo el tiempo cuando la situación no siempre amerita tantos gags. El tono es un poco grueso –los dos primeros episodios los dirigió Peter Farrelly mientras que los dos últimos, que son un tanto más dramáticos, Nicole Holofcener– y por momentos se acerca más a una sitcom que a otra cosa. Obviamente que las situaciones que se viven en un campus dan para todo tipo de momentos absurdos –y Odenkirk es un eximio comediante–, pero LUCKY HANK pierde un poco la oportunidad de ir más a fondo con un tipo de personaje con el que más de uno podrá identificarse: alguien que siempre mira lo que le falta, lo que no tiene, y que no es capaz de ver lo «afortunado» que, en el fondo, es.