Series: crítica de «Menem Junior: la muerte del hijo del presidente», de Matías Gueilburt (Max)

Series: crítica de «Menem Junior: la muerte del hijo del presidente», de Matías Gueilburt (Max)

Esta serie de cuatro episodios analiza la muerte, en 1995, del hijo del entonces presidente Carlos Menem: ¿fue un accidente o un atentado? Disponible en Max.

La coincidencia entre el final de esta serie dedicada a recordar, observar y analizar el caso de la sospechosa muerte del hijo del entonces presidente Carlos Menem, en 1995, y la biografía ficcionalizada de Guillermo Coppola (una en Max, la otra en Star+) es una suerte de viaje alucinado y alucinante a los años ’90, una década bisagra de la historia argentina reciente, una que en más de un sentido se conecta con la actualidad. Producida por los creadores de LOS LADRONES: LA VERDADERA HISTORIA DEL ROBO DEL SIGLO y con dirección de los experimentados cineastas Sergio Wolf y Anahí Berneri, MENEM JUNIOR es un amplio recorrido por unos años extrañísimos en los que el accidente de helicóptero de «Carlitos» es apenas uno más de una serie de llamativos y peligrosos sucesos.

La serie, a lo largo de cuatro episodios, se arma con la estructura de un true crime en el que se trata de dilucidar si ese accidente que Menem Jr. tuvo mientras piloteaba un helicóptero a la altura de Ramallo, en la provincia de Buenos Aires, fue realmente eso o fue un atentado. La principal impulsora de esa teoría fue su madre, Zulema Yoma, ex esposa del presidente, quien desde entonces y hasta ahora se ha dedicado de todas las maneras posibles a intentar probar esa teoría, por más rechazos, burlas y demoras que ha sufrido a lo largo de casi tres décadas de idas y vueltas con la investigación del caso.

Ella y su hija «Zulemita» son las que dan aquí los principales testimonios que sostienen esa tesis que, por momentos, parece apoyarse en posibilidades más o menos serias mientras que en otros llegan a teorías que están más cerca de las que suelen llamarse conspirativas. De todos modos, en el contexto de esa década, muchas de esas teorías (como la que da por sentado que la muerte de mucha gente ligada al caso está relacionada a lo que sucedió allí) no suenan del todo absurdas. Es que, como bien cuenta la serie que pone todo el tiempo el hecho en contexto, el país venía de atravesar los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA, lo cual podía hacer pensar que la muerte de «Junior» era un tercer intento de parte de grupos terroristas islámicos de torcer algunas de las decisiones políticas y comerciales que Menem tomó siendo presidente, más alineadas a los intereses de los Estados Unidos.

Hay otros que pensarán que la muerte de su hijo estuvo relacionada con las actividades del narcotráfico internacional o a otros de los tantos hechos de corrupción que existieron a lo largo de su gobierno. Pero para otros fue, simplemente, un accidente. «Carlitos» era un tipo al que le gustaba la velocidad, los riesgos, las aventuras y, en ese sentido, pilotear un helicóptero para ir desde Buenos Aires a Rosario, donde iba a participar de la apertura del campeonato del TC2000 (llevaba como pasajero al piloto Silvio Oltra, que murió también), entra dentro de esa forma de vida elegida. Lo mismo con el hecho de volar bajo y cerca de los cables de alta tensión con los que la aeronave terminó enredándose: ¿voló tan bajo por decisión propia o como consecuencia de disparos previos sobre el helicóptero?

Los creadores de la serie combinan material de archivo, entrevistas a muchas de las personas relacionadas con el caso (en especial periodistas, peritos y abogados) y toman la decisión de hacer algunas reconstrucciones del hecho en sí y de los momentos posteriores, los que le agregan a la serie una cuota de curioso dramatismo. Es que, a diferencia de otras películas y series que usan las reconstrucciones como complemento de materiales faltantes, acá se atreven a dramatizar situaciones personales, con actores interpretando a los principales protagonistas de los hechos en breves escenas.

La serie es inteligente porque, a la vez, presenta un caso bastante razonable de parte de la madre y la hermana del fallecido Menem Junior y permite que los escépticos puedan seguir dudando de lo que ellas dicen y creen. Hay un intento de presentar cada posición –tanto el del accidente como el del atentado– con seriedad y responsabilidad, con el apoyo de peritos y analistas, pero no se intenta convencer al espectador acerca de quién tiene razón y quién no. De todos modos, tomando en cuenta el sesgo «conspiranoico» que hay en la sociedad, seguramente muchos verán la serie como una muestra de que algo raro pasó.

Lo que es innegable, de todos modos, es que la madre de Carlitos no ha dejado posibilidad sin agotar a la hora de dilucidar el hecho, pese al misterio que lo rodeaba y a la negativa del entonces presidente y de su núcleo íntimo por darle la razón o siquiera escucharla. Menem, de hecho, pasó de negar cualquier tipo de vinculación entre la muerte de su hijo y algún tipo de «vendetta» política a admitir, cuando ya no era presidente, de que algo raro pudo haber sucedido. Aunque nunca pudo, supo o quiso aclarar qué es lo que sucedió y se llevó ese secreto a la tumba, dejando así un misterio abierto más de los tantos que tiene la historia argentina y, especialmente, la hoy curiosamente revalorizada década del ’90.