BAFICI 2024: crítica de «Lousy Carter», de Bob Byington

BAFICI 2024: crítica de «Lousy Carter», de Bob Byington

por - cine, Críticas, Festivales
06 Abr, 2024 07:03 | Sin comentarios

Un profesor universitario descubre que le quedan seis meses de vida y se dispone a arruinar su relación con todo el mundo en esta comedia ácida del director de «Infinity Baby». En BAFICI.

A «Lousy» le empezaron a decir así desde chico. Entonces, el apodo –traducible como «horrible» o «asqueroso»– no lo molestaba y quedó. Hoy en día es su nombre. De hecho, lo llaman así sus alumnos, sus colegas, sus familiares y sus doctores. Carter (David Krumholtz) pasó los 40 años y ya no es ese promisorio director de cine de animación que estaba a punto de consagrarse quince años atrás sino un depresivo y agobiado profesor de literatura en una universidad. Su curso consiste en enseñar solo «The Great Gatsby», la célebre novela de F. Scott Fitzgerald, pero cuando lo conocemos eso es lo que menos le importa.

A Lousy le ha dicho su doctor que le quedan seis meses de vida. Y ese disparador es el que organiza el resto de los hechos de esta comedia independiente y muy pero muy ácida dirigida por el realizador de INFINITY BABY y SOMEWHERE UP THERE LIKES ME, de quien ya se hizo una retrospectiva en el BAFICI 2016. Ante ese nuevo golpe de (mala) suerte, Lousy empieza a lidiar a su manera con varios hechos de su vida y con las personas que tiene a su alrededor. Es decir: mal.

Mientras visita a su psicólogo (Stephen Root) que parece bastante agotado de escucharlo, a Lousy se le ocurre que, como igual se va a morir, no sería mala idea acostarse con una alumna. Y ahí aparece Gail (Luxy Banner), una joven que le presta atención en clase pero que lo duplica en sagacidad e inteligencia, dejándole en claro que no le interesa ser su «presa». Lousy quiere que ella trabaje en su nueva película de animación –una adaptación de «Laughter in the Dark«, una novela de Vladimir Nabokov que trata sobre la relación entre un crítico de arte adulto y una joven de 17 años–, pero en realidad solo quiere pasar tiempo con la chica.

En paralelo, su amistad con su colega Kaminsky (Martin Starr, de la serie SILICON VALLEY) se complica cuando él se entera que Lousy tiene un affaire con su mujer, Olivia (Jocelyn DeBoer). Y el otro gran tema que le preocupa al hombre es la relación que tiene con su madre, que siempre fue pésima pero que, ahora que la mujer está en un geriátrico y él se sabe a punto de morir, quizás pueda mejorar.

Y hay otros personajes y subtramas más en esta comedia negra cuyo humor áspero y sus diálogos incisivos serán apreciados por los admiradores del cine de Todd Solondz, Alex Ross Perry y del mumblecore, género con el que se relaciona más estéticamente (cero production values y una realización que bordea lo amateur) y por «amistades» (Andrew Bujalski tiene un rol aquí) que por el tipo de personajes y temática.

Las «criaturas» de Byington suelen ser secas, ásperas y hasta crueles pero en el fondo no son más que personas psicológicamente dañadas que acumulan problemas de todo tipo. Lousy es alcohólico, idealiza tener sexo con una menor de edad, tiene una historia con la mujer de su mejor amigo y su ex (Olivia Thirlby) apenas lo tolera, pero a pesar de todo se lo siente más o menos humano. O quizás sea su enfermedad la que relativiza el resto de sus bastante polémicas decisiones.

Byington tiene un gran oído para los diálogos refinados, dichos con precisión y exactitud cómica, un poco a la manera del cine de Martín Rejtman, con personajes que monologan entre sí y que en muchos momentos parecen leer textos más que hablar en tono coloquial. Y ese formato le permite al espectador mirar todo con cierta distancia clínica y alejada del realismo, como si fuera una pieza de teatro contemporáneo. Se trata de un código que domina la película de principio a fin y que prueba ser muy efectivo.

Si bien LOUSY CARTER puede llegar a ser agobiante o deprimente en su seco retrato de un grupo de personajes egoístas y desconsiderados, no es una película cruel ni nada por el estilo. A los personajes no se los mira con desprecio sino, por el contrario, casi poniéndose en el lugar de estas personas que no parecen saber hacer otra cosa que lastimarse unos a otros. Hay humor en la desesperación, es cierto, pero no se niega su brutalidad, su potencia dramática. Y su breve coda en medio de los créditos lo deja en claro: siempre hay una lección para aprender aún en las peores circunstancias.