BAFICI 2024: crítica de «Riddle of Fire», de Weston Razooli

BAFICI 2024: crítica de «Riddle of Fire», de Weston Razooli

por - cine, Críticas, Festivales
16 Abr, 2024 11:11 | Sin comentarios

En este relato de aventuras, tres niños se meten en una serie de complicados problemas en la búsqueda de un ingrediente que les falta para preparar un «blueberry pie».

El de las aventuras infantiles es un género cinematográfico en sí mismo, uno al que el BAFICI le es muy afín. La opera prima de Weston Razooli, que pasó por la Quincena de Cineastas en Cannes, es casi modélica en ese sentido, tomando elementos de los cuentos de hadas, de las épicas medievales y mezclándolo con las correrías de un grupo de amigos que, en una tarde de verano cualquiera, se meten en más problemas que los imaginados.

La trama es simple, pero Razooli la lleva al extremo, generando una suerte de SEÑOR DE LOS ANILLOS minimalista que transcurre en Wyoming. Los protagonistas son tres chicos que andan velozmente en unas motitos por el medio del campo y se meten, cargando armas de paintball, a robar una enorme caja en un depósito de seguridad para escapar de allí sin ser capturados. Al llegar a la «hobbiteana» casa en la que dos de ellos habitan (los hermanos Hazel y Jodie, la chica es una amiga que se llama Alice) nos enteramos que se robaron una moderna consola de videojuegos, pero que no pueden usarla porque su madre le puso una contraseña a la televisión.

Como mamá está en la cama con una gripe fuerte, los chicos en plan buenitos e inocentes le piden esa contraseña para jugar unas horas, pero la madre se niega. Es verano, les dice, jueguen afuera, disfruten del aire libre, no se encierren con un videojuego. Los pequeños insisten y la madre afloja. Eso sí, antes de darle la clave les pide «un favor»: que vayan a una panadería local y le compren un delicioso blueberry pie. Y eso es exactamente lo que hacen, sin saber que ese pequeño mandado los llevará a vivir una serie de inimaginables aventuras.

Como la cocinera también está enferma, los chicos tienen que arreglárselas para hacer solos la tarta, lo que los llevará a la búsqueda de un huevo moteado (esos huevos con manchitas en la cáscara) y de ahí a seguir a una misteriosa familia que parece vivir en el bosque y que se han quedado con los pocos huevos que quedaban. Es así que el trío protagónico empieza a meterse en aventuras complicadas, con extrañas brujerías, amenazas violentas, personajes peligrosos y algunas cosas incomprensibles que tienen algo de mágico.

RIDDLE OF FIRE, filmada en nostálgicos 16mm., propone el tono y el clima perfecto para un clásico preadolescente, esa zona en la que se mezclan películas como CUENTA CONMIGO, MOONRISE KINGDOM y HUNT FOR THE WILDERPEOPLE con clásicos como PETER PAN y otros relatos de época en el que lo fantástico se mezcla con el realismo. Los protagonistas son encantadores aún con sus limitaciones actorales –Razooli se hace cargo de eso y los hace decir parlamentos muy de adultos que suenan graciosamente forzados en sus bocas–, el tono épico de ver a chicos metidos en problemas disfrutando cada minuto de la experiencia está muy logrado y en lo conceptual la película es casi redonda, pero su problema principal está en su extensísima duración.

Es que, en el fondo, la película es una idea: simple, entretenida y con alguna originalidad. Pero no para dos horas de enredos y más enredos que terminan por ser agotadores. Limitaciones de operaprimista, quizás, lo cierto es que RIDDLE OF FIRE podía haber sido una gran película con, no se asusten, media hora menos, especialmente todo lo que sucede en el segundo acto que se extiende hasta el tedio. Y esa extensión termina jugándole en contra y en cierto punto haciendo olvidar sus logros.

No es sencillo lo que Razooli logró hacer en esta producción independiente de bajo presupuesto que él dirigió, escribió, editó y hasta diseñó el vestuario. Su película crea un mundo de principio a fin –en lo retro de su propuesta visual, en su psicodélica banda sonora, en su rebuscado diseño de producción, en la mezcla entre realismo y afectación y en cómo todo eso se combina con los cuentos de hadas–, pero se enamora demasiado de él y, como suele suceder con los mismos cuentos para dormir que homenajea, al final termina agotando. Como carta de presentación, de todos modos, su película es un éxito. Recuerden el nombre del director. Seguramente escucharemos hablar más de él.