Estrenos: crítica de «Clara se pierde en el bosque», de Camila Fabbri

Estrenos: crítica de «Clara se pierde en el bosque», de Camila Fabbri

por - cine, Críticas, Estrenos
01 Abr, 2024 10:09 | 1 comentario

Una mujer de 30 años que va a visitar a la familia de su pareja se ve atravesada por los recuerdos dolorosos de su experiencia en la tragedia de Cromañón en este drama dirigido por la actriz y escritora.

Clara estuvo en Cromañón, cuando fue la tragedia en el show de Callejeros, allá por el 2004. Ha pasado el tiempo y la mujer de más 30 de ahora ya no es la chica de 15 años de entonces. Sin embargo, un mensaje de una amiga suya de la época, que también estuvo en ese evento, le hace revivir aquello y preguntarse si tiene sentido ir más a fondo con el tema, por lo que se pone a filmar algo al respecto. Lo que intenta, de algún modo, es tratar de conectarse con algunos de los amigos y conocidos de entonces a modo de armar una memoir, que podría ser literaria y que, de alguna manera, termina siendo cinematográfica. Y esta CLARA SE PIERDE EN EL BOSQUE es, en cierto modo, esa memoir.

Clara (Camila Peralta, también presente en PUAN) está en otro momento de su vida ahora o debería estarlo. Todo esto se produce en medio de un viaje con su novio (Agustín Gagliardi) a las afueras de la ciudad, a una casa de campo en la que visitará a la familia de él. Su cabeza está dividida. Por un lado, los recuerdos de esa noche –la sensación de estar todavía en cierto punto «metida» en ese mundo– se chocan de frente con esta nueva realidad, adulta, con una pareja que desconoce el tema y una familia que está claramente con otras cosas en la cabeza.

CLARA SE PIERDE EN EL BOSQUE –opera prima de Fabbri, conocida fundamentalmente como escritora y también como actriz– cuenta dos historias en una, o subdivide a su protagonista en dos. Mientras los familiares de su novio arman actividades, charlan, comen o se entretienen, ella parece estar con la cabeza pendiente en otro lado: en los mensajes de WhatsApp, los videos que le mandan y las comunicaciones telefónicas que tiene con aquellos que atravesaron aquel momento a la par de ella.

Autodenominada rollinga, fanática y nostálgica de aquello que se dio por llamar «rock chabón» (una serie de bandas de los ’90 y principios de los 2000 que, además de Callejeros, incluye a otras que, con excepción de Intoxicados, son igual de, ejem, horribles), se siente además incomprendida en sus gustos, fastidiada por esa vida burguesa que parecen proponerle su novio y la familia de él. Todavía se identifica con esa rockera supuestamente rebelde de la adolescencia, sobrando un poco todo lo que la rodea.

En el medio de todo esto aparece, a partir de su amiga, la idea de la maternidad. ¿Quiere Clara atravesar el duelo de aquella dolorosa pero importante parte de su vida para aceptarse a sí misma en otra etapa y con otros objetivos? ¿O todavía necesita seguir aferrada a ese evento, que fue doloroso pero a la vez le permitía sostener una idea de comunidad? Eso es lo que cuenta la opera prima de Fabbri, una película claramente marcada por un costado autobiográfico y en el que el drama más «ficcional» se ve atravesado por momentos y situaciones que limitan con lo documental, como los audios que recibe.

Más allá de los gustos musicales de Clara –cuya fascinación por todas estas bandas espantosas me resulta intragable, sepan disculpar–, hay algo en la actitud de la chica con la familia de su novio que es un poco cortante, brusca. Ella tiene la sensación de que su mundo, su tragedia, es central a su vida y no logra, al menos hasta cierto momento, poder incorporarse a una dinámica familiar que puede ser banal pero que se presenta, al menos de entrada, como relativamente funcional. Allí lidia también con el hermano de su pareja (Julián Larquier Tellarini), cuya actitud igualmente confrontativa con todos aparece como un potencial problema… pero al menos sabe las letras de las mismas canciones.

Mezcla de drama personal –de trauma de sobreviviente– con ensayo sobre una generación marcada por un evento doloroso, CLARA SE PIERDE EN EL BOSQUE a la vez funciona como un posible llamado a cruzar a otra etapa de la vida. Es una película sobre esa intrigante transición, sobre cómo el trauma se hace carne en las personas de un modo tal que no solo es muy difícil superarlo sino que muchos tampoco quieren. De algún modo, lo necesitan. Existen y se reconocen desde allí. Es que soltar es un proceso complicado. Como dice una canción que conozco, «del mismo dolor vendrá un nuevo amanecer