Cannes 2024: crítica de «Anora», de Sean Baker (Competición)

Cannes 2024: crítica de «Anora», de Sean Baker (Competición)

por - cine, Críticas, Festivales
21 May, 2024 07:49 | Sin comentarios

Una stripper conoce a un hijo de un billonario ruso, tras unas semanas de diversión se casa con él y allí comienzan los problemas en esta disparatada y muy divertida comedia del director de «The Florida Project».

Como si los hermanos Safdie hubieran dirigido una versión para adultos de MI POBRE ANGELITO, la nueva película de Sean Baker es una acelerada, intensa y divertidísima comedia cuyo mayor logro es recuperar el impulso cómico pasado de rosca de los mejores films de la época de oro del género pero trasladado a la realidad socioeconómica de esta era de dinero global y excesos de todo tipo. ANORA recupera además el espíritu agresivo y rebelde de mucho cine de los años ’70 y a eso le agrega una ligereza propia de alguien que ha decidido no tomarse de un modo excesivamente grave lo que está contando.

La otra referencia accesible para entender, por oposición, de qué va ANORA es MUJER BONITA –que, como MI POBRE ANGELITO, es también de 1990–, ya que lo que aquí se cuenta es la relación romántica que parece surgir entre un multimillonario y una prostituta. Pero ahí se acaban las coincidencias. Acá existe algo así como un cuento de hadas –chica de bajos recursos descubre la buena vida, las joyas y la ropa cara al ponerse en pareja con un chico rico–, pero es un candidato pasado de rosca y finalmente bastante hueco, insostenible como sea que se lo mire. Los billonarios actuales ya no vienen como antes. Y el amor es solo un papel firmado entre las partes que no sirve finalmente para mucho.

Mikey Madison es la protagonista excluyente de este extraordinario film. Y la actriz de la serie BETTER THINGS se luce con una actuación desbordada, de una intensidad y una energía imparables. Encarna a Anora, una chica de 23 años que trabaja en un club de strippers neoyorquino, ganándose la vida con bailes privados, lap dances y alguna ocasional visita domiciliaria o por fuera del local. Una noche el dueño del boliche le «encarga» que atienda a un joven ruso llamado Ivan, al que le dicen Vanya (el muy simpático Mark Eydelshteyn), ya que la chica es de ese origen y entiende más o menos bien el idioma y lo habla un poco. En realidad no le hace mucha falta ya que el tal Vanya, de 21, es un chico entusiasta y con mucho dinero que, a poco de conocerla, ya le está pagando visitas a su casa por miles de dólares la hora.

Cuando digo «casa» me refiero a una mansión de varios pisos y muchas habitaciones, con un garage en el que hay varios autos nuevos y todo parece decorado por alguien que está al borde del mal gusto sin caer del todo en el abismo kitsch. Pronto Ani –como le gusta que la llamen– descubre que el chico es el hijo de un oligarca ruso que vaya uno a saber cómo ganó su dinero, y que esa es una de las varias casas que tienen. Lo cierto es que Vanya es entusiasta, simpático, se engancha con ella, la invita a pasar más y más tiempo juntos (bah, le paga por hora primero y por semana después) y ella está encantada. Por la plata que le entra, básicamente (Ani comparte con su hermana una casita en las afueras de Nueva York), pero también porque Vanya es amable, tiene amigos divertidos y no parece representar peligro alguno. No es amor, eso queda claro, pero considerando las opciones no está nada mal.

En un viaje con amigos a Las Vegas y luego de otra noche más de alcohol, fiestas y consumos, Vanya le propone a Ani casamiento. Es para él una forma de dejar de depender de sus padres y conseguir ciudadanía estadounidense, dice, pero a la vez parece embobado con la chica. Ani acepta, renuncia a su trabajo y todo parece marchar bien hasta que, bueno, se enteran los padres del chico, mandan a su «gente» –unos fornidos matones rusos y armenios– a resolver el asunto y Vanya entra en pánico y se escapa solo, dejando a Ani lidiando con los gorilas en cuestión. Y ahí empieza una segunda película que tendrá que ver con esa situación: un grupo bastante torpe de matones de un oligarca ruso siendo muchas veces superados por el ingenio, la agresividad y los cojones de la pequeña pero intensa chica de Brighton Beach, NY.

Baker deja en claro su apuesta cómica desde el momento que decide no usar armas ni situaciones de peligro reales. Si bien la tensión es palpable y la violencia física también, el realizador de THE FLORIDA PROJECT juega todo a modo de comedia slapstick, una versión de EL CORRECAMINOS donde las cosas se rompen y la gente se golpea, pero nada entra en el subgénero «vida o muerte». Y esa diferencia con lo esperable es otra de las grandes decisiones del film. Es que, convengamos, la situación da para que algún matón pueda sin mayor problema deshacerse de esa novia recién casada que exige por sus derechos ante tres grandotes que quieren anular el casamiento y que se mande a mudar. Y esa opción sería la primera en aparecer en cualquier guión que tenga un recorrido similar a este. No en el de Baker. El tiene una mayor fe –eso se verá con el correr de los minutos– en la solidaridad entre los laburantes. Es que, al margen de los desquiciados billonarios rusos, los demás son de un modo u otro empleados.

La película tendrá unos cuantos giros más –algunos esperables, otros no, la mayoría cómicos fuera uno profundamente emotivo–, pero seguirá una línea cómica que juega entre el gesto puro y duro del género con un realismo urbano creíble y popular. Es el Peter Bogdanovich de QUE PASA, DOCTOR? mezclado con EL ULTIMO DEBER, de Hal Ashby y todo pasado por una multiprocesadora propia de un dibujo animado de Looney Tunes. Baker describe siempre universos específicos con mucha precisión y acá, además de volver al mundo de las strippers y las prostitutas que ya dio a conocer en TANGERINE y STARLET, nos muestra una zona de las afueras de Nueva York en la que el 90% de las personas parecen ser de origen ruso, un idioma que se habla durante gran parte de los casi 140 minutos que dura la cuestión.

No podría asegurar ahora si es o no la mejor película de Baker –el entusiasmo que genera da a pensar que sí, pero mi sensación es que le falta la complejidad psicológica y la áspera ternura de THE FLORIDA PROJECT–, pero lo que es innegable es que estamos ante un ejemplar modélico de cómo hacer una comedia actual, creíble y alejada de cualquier tipo de convencionalismo o recurso trillado del género. Salvo Madison, los demás son actores poco conocidos y están todos muy bien –en especial Yura Borisov, que interpreta a Igor, uno de los matones cuyo rol irá ganando en importancia con el correr de los minutos–, dándole ese otro plus en el que Baker nunca falla: el casting. Una excelente comedia sobre las ambiciones y los límites del sueño americano –en su versión global–, ANORA quizás termine sin quererlo siendo una película sobre los otros modos de la lucha de clases. Una que se logra poniendo el cuerpo de todas las maneras posibles, pero también las muchas formas de la sabiduría popular.