Cannes 2024: crítica de «Emilia Pérez», de Jacques Audiard (Competición)

Cannes 2024: crítica de «Emilia Pérez», de Jacques Audiard (Competición)

por - cine, Críticas, Festivales
18 May, 2024 08:21 | Sin comentarios

Un narcotraficante se cambia de sexo con la ayuda de una abogada y se dedica a ayudar a víctimas de la violencia de género mientras vive una complicada situación familiar en este musical francés que transcurre en México.

Un musical sobre narcos mexicanos, cambios de sexo y femicidios dirigido por un realizador francés no es algo que se vea todos los días. No, ni siquiera en el Festival de Cannes, que tiene lugar para rarezas. EMILIA PEREZ es eso, una película extrañísima, en más de un sentido incomprensible, que mezcla un asunto super delicado como la violencia de género, la desaparición de mujeres y el rol de los narcos en esos crímenes con una telenovela musical compuesta en francés y traducida al castellano. ¿Es absurdo? Sí, lo es, de principio a fin. ¿Funciona? En cierto sentido sí y muy bien. En otros, no tanto.

Zoe Saldaña es Rita, una abogada mexicana que defiende a hombres abusadores –sí, eso es lo que hace, lo que le causa fastidio pero le da dinero también– y que recibe una de esas propuestas de trabajo que son difíciles de rechazar: un oscuro y violento narcotraficante llamado Manitas le pide que le consiga un especialista que le haga una operación de cambio de sexo. Poca idea tiene Rita del tema, pero la propuesta es tan violenta y a la vez generosa en lo económico que la mujer la termina aceptando. A todo esto hay que agregarle un dato no menor: es un musical –con canciones en estilo opereta, con letras en francés de Camille y traducidas al español– y la mayoría de las cosas que vemos se resuelven cantando y bailando.

Rita encuentra a un especialista israelí para hacerle el cambio de sexo a Manitas y poco tiempo después nos topamos con la tal Elena Pérez (la española Karla Sofía Gascón), que es el nuevo nombre e identidad que ella toma. ¿Lo hace para escapar de alguna condena o cárcel o porque realmente quiere ser mujer? Esa será una de las intrigas de la trama. Manitas estaba casado con una tal Jessie (nada menos que Selena Gómez, con un tortuoso castellano) y al cambiar de sexo la deja a ella y a sus dos hijos viviendo en Suiza. Cuando regresa convertido en Elena –a Manitas lo dan por muerto–, se presenta como la tía de ellos y los trae a México a vivir todos juntos. Una transición que no será sencilla.

El núcleo central de la película del realizador de UN PROFETA pasará por el trabajo social que hacen, mediante una ONG, Elena y Rita, ocupadas de defender a víctimas de femicidios por más que una los cometió –en su anterior versión, masculina y violenta– y la otra defendió a varios de sus causantes. Es ahí donde la película empieza a volverse problemática. Uno puede aceptar el concepto y el tono musical, asumir que dentro de lo bizarra que es la propuesta las cosas funcionan más o menos bien (Saldaña hace todo a la perfección), sentir que Audiard captura el pulso excesivo de su trama en plan culebrón pasado de rosca, pero cuando todo el combo se vuelve político en el sentido más craso y oportunista, EMILIA PEREZ camina cerca de la abyección. Deja de ser un juego para ser un problema. Solo imaginen algo similar con los desaparecidos en Argentina (bah, IMAGINING ARGENTINA tenía algo de esto, pero mal hecho) y sabrán a qué me refiero.

En sus propios términos, la película está lograda y es efectiva. Las canciones no son muy memorables que digamos –más allá de alguna excepción–, pero le dan a la película una energía y vitalidad que la sacan del más previsible drama social sobre la violencia en México. Y ese derroche de ideas de puesta en escena es lo que nos hace pasar de largo muchos de sus problemas: que la transformación de Manitas en Emilia es bastante imposible –no en lo físico sino en lo psicológico– que por un largo rato no hay ningún conflicto en puerta, que Saldaña desaparece del mapa por un buen tiempo (sin ella, la película se cae) y que el personaje de Emilia, muy bien encarnado por la española Gascón, no es otra cosa que una creación artística sin ningún tipo de asidero lógico.

Uno se deja llevar, de todos modos, por la energía, la puesta en escena intensa y la incredulidad que segundo a segundo propone EMILIA PEREZ. Hace falta tomar un poco de distancia de sus mecanismos más funcionales y manipuladores para comprender que en el fondo es una película que se toma demasiado a la ligera y de un modo en exceso irresponsable un hecho político terrible como son las víctimas del narcoterrorismo en México. Es cierto que hay muchas opciones estéticas y de género para tratar el tema, pero esta especie de karaoke pop no parece, convengamos, el más adecuado. Uno se entretiene mientras ve a Zoe y a Selena cantar y bailar, pero cuando se le pasa la excitación y la incredulidad del momento el regusto que queda es bastante amargo.