Cannes 2024: crítica de «Limonov: The Ballad», de Kirill Serebrennikov (Competición)

Cannes 2024: crítica de «Limonov: The Ballad», de Kirill Serebrennikov (Competición)

por - cine, Críticas, Festivales
19 May, 2024 08:39 | 1 comentario

Basada en el libro biográfico de Emmanuel Carrere, esta película cuenta la historia del polémico escritor y activista político ruso Eduard Limonov.

La de Eduard Limonov fue una vida estrambótica, extraordinaria, excesiva y, finalmente, algo patética. Esta versión de su historia, basada en la muy recomendable novela de Emmanuel Carrère, toma todos esos contradictorios hechos, invenciones y giros narrativos de su vida para contar una historia que bien puede resumir a la Unión Soviética de la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad. Limonov fue un poeta, un escritor y un exiliado a los Estados Unidos, pero a diferencia de otros nombres más clásicamente «respetados», Limonov fue una figura problemática y contradictoria. Algo así como el muchacho punk de la literatura soviética que terminó volviéndose una suerte de neonazi.

Kirill Serebrennikov cuenta todos esos episodios de la vida del escritor de modo caleidoscópico, empezando por un resumen rápido de momentos claves para luego ir procesándolos por etapas, poniendo el eje principalmente en los años ’70 que pasó en gran parte en los Estados Unidos. Interpretado por el actor inglés Ben Whishaw en una actuación a pura energía (sí, la película es en inglés, y quizás ese uno de sus mayores problemas), Limonov es un hombre que no parece tener pruritos ni reparos con nada, alguien que ha avanzado en su vida (o retrocedido) haciendo siempre lo que quiso y metiéndose en más y más problemas en sus complicados intentos de convertirse en un escritor reputado.

El film, como la mayoría de los del ruso (recordar su biografía rockera LETO), se maneja con la energía de un tren de alta velocidad en marcha constante. Conocemos a Limonov, nacido en Ucrania –entonces parte de la URSS– ya consagrado de regreso a Moscú en los años ’90 y de ahí saltamos a su versión más joven, un poeta y provocador que se exilia en los años ’60 primero en París y luego en los Estados Unidos, acaso perseguido por la KGB. Estando en Nueva York y sin muchas posibilidades de ser publicado, empieza a vivir la vida de un rockstar: se pone de novio con una bella modelo (Viktoria Miroshnichenko) con la que tiene una relación tormentosa que pasa de lo pasional y sexual a peleas violentas, se mete en conflictos y discusiones con casi toda persona con la que se cruza y funciona como una suerte de Sid Vicious ruso en las calles de Manhattan, incluyendo un fuerte encuentro sexual que tiene en las calles con un hombre afroamericano.

La película juega con lo que es real y ficcional todo el tiempo, llevando situaciones a ciertos límites para luego retroceder y demostrar que son inventadas. Pero no todas y nunca son del todo claras. Su etapa más punk termina y Limonov –ya con el pelo más corto y anteojos– se conecta con el mundo editorial trabajando como mayordomo de un millonario amigo de escritores y editores. Pero su nueva «sobriedad» no necesariamente lo calma. Un hombre de opiniones fuertes, contradictorias, que no teme contestar mal y pelearse con quien sea, Limonov puede tener algún talento como escritor, pero su energía aleja a mucha gente mientras fanatiza a otra.

Serebrennikov cuela canciones –originales y versiones– de temas clásicos de Velvet Underground y Sex Pistols, entre otros, para musicalizar algunas secuencias importantes. De hecho, casi todos los años ’80 son rápidamente repasados como una original secuencia de montaje con el tema «Pretty Vacant«, de los Pistols. Lo que seguirá luego será su regreso a la Unión Soviética tras la caída del Muro de Berlín, su reencuentro familiar, y sus raros y cada vez más radicalizados giros políticos que tuvo durante la década siguiente. El film concluye en los 2000 y el resto de la vida de Limonov, que falleció en 2020, es resumido en algunos textos que van dejando en claro cómo el hombre fue derrapando ideológicamente cada vez más. Es una lástima que no se le haya prestado más atención a la parte más impresentable de la vida política de Limonov

Serebrennikov prefiere no ocuparse mucho de eso. Su LIMONOV: THE BALLAD pone el acento en su etapa «bukowskiana», la de escritor punk, callejero, alcohólico, irritante y problemático. La recreación de Nueva York de los años ’70 –o la manera en la que el director parece meter a Whishaw en filmaciones de la época– le da a la película un enorme grado de credibilidad, transformando a toda esa etapa en la más sólida del film. El mayor problema pasa por el hecho de querer meter demasiadas cosas y demasiado rápidamente, por momentos reduciendo todo a clips y escenas excesivamente breves, que banalizan buena parte de lo que cuenta. Es que el realizador es tan deudor de la estética pop que por momentos da la impresión que está contando la vida de un rockstar más que la de un escritor.

La película es consagratoria para un actor conocido como Whishaw, quien nunca ha tenido antes un protagónico tan excluyente y tan salvaje. Más allá de las cuestiones ligadas al lenguaje (sí, habla inglés con acento ruso), lo que hace el actor de PASSAGES con el personaje es admirable, transformándolo de a poco y llevándolo hacia zonas cada vez más irreconocibles. El film dura poco más de dos horas pero cuando uno ve a Whishaw cerca del final no parece ser la misma persona que inició la historia. Lo mismo pasa con Limonov. El tiempo hace cosas muy raras con las personas.