Cannes 2024: crítica de «Locust», de KEEF (Semana de la Crítica)
Este drama policial de origen taiwanés se centra en un joven que trabaja en un restaurante y se ve involucrado con corruptos empresarios y violentos mafiosos.
A la ya clásica tradición del neo-noir asiático se suma LOCUST, la opera prima del realizador taiwanés conocido solo como KEFF (así, en mayúsculas), un drama gangsteril centrado en un joven mudo que tiene una suerte de doble vida, mundos separados que en algún momento chocarán entre sí. Se trata de una película que, sin salirse de las normas más o menos previsibles del género, logra incorporar de manera inteligente la situación política y social de la región a su drama humano y familiar.
Zhong-Han (Liu Wei Chen AKA Wilson Liu) anda por los veintitantos años y trabaja en un restaurante de barrio que ocupa la planta baja de un antiguo edificio en una zona un tanto venida a menos de Taipei, la capital taiwanesa. Es mudo y parece un tipo tranquilo, que está en lo suyo, colaborando con los dueños del lugar, una pareja de cálidos veteranos. Corre 2019 y hay protestas políticas en Hong Kong que todos siguen por la televisión, pero a la vez están preocupados por las dificultades económicas locales.
La cosa empieza a complicarse cuando un empresario compra el edificio en el que está ubicado el restaurante con intenciones de renovarlo y, queda claro de entrada, no le gusta nada que ese local esté abajo, por lo que hará una propuesta económica bastante baja para sacar al dueño de ahí. En tanto, Zhong-Han empieza a salir con una chica (Rimong Ihwar) que trabaja en un supermercado local, quien siempre lo recibe hablándole en lengua de signos. Pero, sin el conocimiento de sus patrones del bar, Zhong-Han trabaja por las noches con un grupo de jóvenes aspirantes a gangsters que se ocupan de amedrentar violentamente (el bate de béisbol es su arma favorita) a deudores de algún mafioso o, directamente, a robar.
Estas partes divididas de la vida del protagonista empezarán a enredarse entre sí, unas con otras, dejando en claro que todas conviven en un mismo universo en el que los gángsters, la corrupción, los políticos de turno y los empresarios están conectados entre sí de maneras impensadas. Zhang-Han tiene además algunos asuntos personales y familiares con los que lidiar. Y el único respiro a esa espiral de problemas parece dárselo su novia, con la que tiene una cálida relación y con quien comparte su preocupación por la situación política del país vecino, que se sumerge más y más en el caos, algo que todos temen podría pasar allí también.
Pese a una extensión un tanto excesiva (son más de 130 minutos), LOCUST consigue intrigar con su combinación de drama familiar, policial de gángsters y disimulado thriller político. Y si bien su protagonista es más intrigante y misterioso que otra cosa, construido con algunos trazos gruesos –se lo presenta como un buen chico metido en asuntos que lo superan y que no sabe cómo manejar–, Keef logra meter al espectador en su perspectiva, como si fuera su representante en la historia, alguien que observa todo sin hablar y participando poco. Hasta que las circunstancias lo obliguen a tomar algunas decisiones arriesgadas.
Bellamente filmada en las oscuras y lluviosas calles del centro y otras zonas urbanas de Taipei, sin los excesos glamorosos del cine de gangsters más clásico sino que ajustándose a un estilo un tanto más realista, LOCUST es un drama personal que late en medio de una trama policial que se mete en los mercados inmobiliarios, en los arreglos secretos que existen detrás de los «planes de renovación urbana» y en la hipocresía brutal de los políticos de turno, supuestamente preocupados por la gente. Pasa en Taiwán así como en el resto del mundo.