Cannes 2024: crítica de «Marcello mio», de Christopher Honoré (Competición)

Cannes 2024: crítica de «Marcello mio», de Christopher Honoré (Competición)

por - cine, Críticas, Festivales
22 May, 2024 02:59 | Sin comentarios

La actriz Chiara Mastroianni se compenetra con la vida y la carrera de su padre, Marcello Mastroianni, se viste como él y le hace un homenaje cinematográfico con algo de terapia familiar.

Con un pie en la historia del cine y otro en la puerta de su terapeuta, Chiara Mastroianni protagoniza una película que bien podría haber dirigido también ella misma. MARCELLO MIO es una comedia dramática que mezcla crisis de identidad, recorrido por la historia familiar, por la historia del cine que corre en paralelo y, sobre todo, un homenaje al gran Marcello Mastroianni, una de las leyendas del cine mundial de todos los tiempos. No olvidemos en ese pack a Catherine Deneuve, madre de Chiara, quien tiene un rol central en el film interpretando como muchos otros a versiones de sí mismos.

Todo empieza cuando «Chiara» –la versión que la actriz hace de sí misma en la película– tiene que hacerse unos fotos imitando la clásica escena de Anita Ekberg en la Fontana di Trevi de LA DOLCE VITA, clásico protagonizado por su padre. Un encuentro posterior con mamá Deneuve la lleva a una sesión de casting en la que la directora Nicole (Nicole García) la critica porque le dice que actúa más como su madre que como su padre, y que ella está buscando algo «más Mastroianni que Deneuve». Tras unos sueños posteriores que tiene con su padre, Chiara empieza a verse reflejada en el espejo igual a su papá, y pasa de ahí a vestirse como él y a transformarse, en privado y en púbico, en versiones de Marcello, usando por lo general looks que su padre utilizó en distintas películas.

En sus conversaciones, confusiones, idas y vueltas, viajes, entrevistas y hasta apariciones en programas de la TV Chiara se va dejando poseer más y más por el «espíritu» de su padre. Y Deneuve, madre entre preocupada y curiosa por lo que le pasa a su hija, convoca a amigos y personas cercanas a hablar con ella y quizás hasta hacerla entrar en razones. Entre ellos están Fabrice Luchini, Melvil Poupaud, Benjamin Biolay (estos dos últimos ex maridos de Chiara) y algunas otras personas que conocieron a Marcello y conocen a su hija. No es que Chiara crea ser Marcello, pero está atravesando una suerte de curioso proceso ques mezcla de Edipo, de duelo y de celebración de su padre.

Honoré logra entretener y construye algo así como un bonito homenaje al actor de OCHO Y MEDIO con el disparador y la primera media hora o un poco más de la película. Hay momentos emotivos y simpáticos como cuando madre e hija van a la casa en la que vivieron cuando Chiara era niña o recorren lugares en los que estuvieron con Marcello o filmaron. Pero de a poco el proyecto va perdiendo el rumbo, estirándose por demás y transformándose en algo así como una terapia familiar de Chiara y los suyos que, en función de la fama de todos ellos, se vuelve entretenimiento público. Nunca es claro cuanto hay de real y cuanto de juego en la película, pero en cierto momento –en especial a partir de un viaje a Italia–, Honoré ya va extendiendo la cuerda más de lo necesario.

Es que MARCELLO MIO podría ser un especial para TV o verse aquí en una función especial en homenaje a Mastroianni, pero de ahí a considerar que es una película valiosa para la competencia internacional hay una gran diferencia. Pero el film tiene a tantas estrellas locales y tanto pedigree festivalero que a veces quizás es más la presión de la industria –y el deseo de más fotos en la red carpet— lo que lleva a que ciertas películas terminen compitiendo por la Palma de Oro.

MARCELLO MIO no es un mal film. Tiene su encanto, su amor por la historia del cine, sus simpáticas anécdotas del pasado (Stefania Sandrelli parece emocionada en serio al verla a Chiara vestida igual a su padre), pero no termina de salir de ese círculo concéntrico como para convertirse en un relato con peso propio. Uno entiende que, para Chiara, es una manera de lidiar con su identidad, con su carrera, con su vida, con su ego, con su familia y hasta con su Edipo. Para nosotros, llegado a un punto, se parece más a estar viendo a la gran actriz «trabajar algunos temitas en terapia» durante una sesión doble.