Cannes 2024: crítica de «Rendez-vous avec Pol Pot», de Rithy Pahn (Premieres)
Tres periodistas extranjeros viajan a Camboya en 1978 invitados por el régimen maoísta en el poder. Una vez allí descubren que las cosas son más oscuras que lo que imaginaban. Con Irene Jacob y Gregoire Colin.
La compleja historia política de Camboya en los años ’70 es conocida y se caracteriza por la suba al poder de los Khmers Rouges, partido político maoísta que dominó ese país durante varios años produciendo una masacre de millones de personas. La película de Pahn, cineasta camboyano que atravesó siendo niño y adolescente toda esa etapa en la vida de su país y la reflejó en varias de sus películas, toma como eje un curioso encuentro que tuvo lugar en 1978 –inspirado en un hecho real– entre tres periodistas franceses y los líderes de ese grupo revolucionario ya instalados como crueles mandatarios del país.
Ellos son el periodista e intelectual Alain Cariou (Gregoire Colin), la reportera televisiva Lisa Delbo (Irene Jacob) y el fotógrafo Paul Thomas (Cyril Guei). Todo comienza con su llegada en un avión de lujo a Camboya, con el arreglo de entrevistar a Pol Pot, el líder de los Khmers, siempre misterioso, ocupado y representado por un equipo de ministros y soldados que se ocupan de los visitantes. Ya de entrada le es claro al trío que la visita será muy controlada por las autoridades locales pero, al principio, por afinidad política (en especial, la de Cariou, amigo de los líderes camboyanos cuando estos estudiaban en Francia), se los ve predispuestos a dejarse llevar por la manipulación oficial.
De a poco, sin embargo, les empieza a quedar claro que se ocultan muchas más cosas de las que se ven y que todo lo que se les presenta está armado, casi como si su visión idílica del país fuera un set de filmación y los habitantes, extras que no hablan. O, cuando lo hacen, las autoridades les traducen lo que quieren. Es así que, mientras esperan que Pol Pot los atienda, los tres van siendo testigos de una visita guiada que claramente guarda secretos. Básicamente, el genocidio de millones de personas del que culpan a sus vecinos vietnamitas.
El primero en molestarse es el fotógrafo, quien quiere investigar por su cuenta. Pero su «desvío» de las filas oficiales es muy mal recibido por las autoridades, quienes empiezan a ejercer más y más presión sobre ellos. Cariou es el que más les sigue el juego y tolera el «cuento de hadas» de una sociedad idílica, cooperativista e igualitaria que le presentan, pero Lisa va desconfiando cada vez más. El tema es qué hacer al respecto: ¿seguirles el juego y callarse la boca dejando de lado cualquier tipo de integridad periodística? ¿O atreverse a cuestionar la versión oficial poniendo en riesgo sus vidas y quizás las de algunos campesinos locales?
Pahn mezcla escenas dramáticas en vivo con reconstrucciones hechas, como acostumbra, con muñecos de plastilina, muchas veces combinando los dos al mismo tiempo y sumando contraplanos y escenas documentales. Así, una mirada de Jacob mientras viaja tiene como contraplano una escena documental o en animación. Es un recurso que usa, especialmente, para resolver cuestiones ligadas a la reconstrucción de época. Dentro del «palacio» y sus alrededores en el que viven y trabajan, el formato es más convencional. Por momentos, demasiado convencional.
La película tiene algo de esos films sobre periodistas en peligro clásicos de los años ’80 (LOS GRITOS DEL SILENCIO, de hecho, tiene un marco similar aunque en una época previa) y, más allá del punto de vista personal/local de Pahn y sus acostumbrados registros estéticos, por momentos se apega demasiado fielmente a ese formato, con sus giros dramáticos un tanto previsibles. La tensión que viven los periodistas es de todos modos palpable, ya que la manera en la que va degenerando el trato que reciben de parte de las autoridades deja en claro que están cada vez ante una situación más compleja, algo que se agrava por el modo más «independiente» de moverse de parte del fotógrafo.
Se trata de una película correcta, fallida por momentos y lograda en otros, que sirve para complementar esta mirada abarcadora que Pahn viene haciendo de los conflictos armados de su país a lo largo de películas como S-21: THE KHMER ROUGE KILLING MACHINE y THE MISSING PICTURE, entre muchas otras. El formato de hacerla con actores extranjeros y mediante una ficción de carácter «internacional», en otra época podía haberse visto como un plus, pero en comparación con los originales documentales que él mismo hizo sobre el tema se lo siente como una elección un tanto anticuada, formalmente conservadora. De todos modos y gracias a incluir material documental y de animación, Pahn logra darle algo de su personalidad artística a su película.