Cannes 2024: crítica de «The Seed of the Sacred Fig», de Mohammad Rasoulof (Competencia)

Cannes 2024: crítica de «The Seed of the Sacred Fig», de Mohammad Rasoulof (Competencia)

por - cine, Críticas, Festivales
24 May, 2024 04:43 | Sin comentarios

Un burócrata es ascendido a un cargo importante justo en medio de los protestas de mujeres en Irán provocándole al protagonista un inesperado conflicto con su propia familia.

Es innegable la importancia hoy del cine de Mohammad Rasoulof, un director condenado a prisión en Irán que encuentra la forma de seguir haciendo películas clandestinamente y de escapar de su país para venir a festivales de cine. Como denuncia de un sistema perverso y cruel, casi fascista, películas como THE SEED OF THE SACRED FIG podrían entrar en esa discutible categoría de «necesarias», esos films que se recomiendan más por el tema que tratan y no necesariamente por sus méritos cinematográficos. Acá, quizás, estemos ante uno de esos casos. Es probable que Rasoulof se lleve premios importantes de Cannes pero no llegarán, necesariamente, por la calidad cinematográfica de su propuesta sino por lo que esos galardones significan como postura política y reclamo internacional.

Es que THE SEED… con sus casi tres horas de duración peca de una serie de importantes problemas en lo estrictamente cinematográfico, desde su guión lleno de lagunas, agujeros y caprichos narrativos hasta una realización que bordea lo torpe, lo extendido, lo poco consistente y hasta lo confuso. La de Rasoulof son dos o tres películas en una que se extienden por casi tres horas tratando de ofrecer una reflexión acerca de cómo la situación política de Irán impacta en la vida de una familia. Y si bien el mensaje atraviesa la pantalla y resulta claro, los métodos para llegar hasta ese resultado son por lo menos inconsistentes, por no decir mediocres.

El marco de los hechos está ligado al asesinato de Mahsa Amini, que fue víctima de la violencia de las fuerzas de seguridad y cuya muerte despertó un enorme movimiento de mujeres en todo Irán. Para esa época, Iman (Misagh Zare) acaba de ser ascendido a un cargo importante de investigador en la corte Revolucionaria, un puesto que le dará seguridad económica y peso político probablemente de por vida. Su obediente mujer, Najmeh (Soheila Golestani), está feliz con la noticia y la primera escena consiste en contarles la novedad a sus hijas adolescentes, Rezvan y Sana (Mahsa Rostami y Setareh Maleki), que no se muestran tan entusiasmadas como ellos.

Iman descubre que su nuevo cargo implica aprobar condenas a muerte sumarias sin revisar los casos, ya que por este clima de marchas y reclamos los encarcelamientos se van acumulando. Y que, además, por seguridad debe llevar un arma, algo a lo que no está acostumbrado. Al arma se la presenta en la trama con toda la pompa del caso, a sabiendas que en un momento será central a la trama. Pese a todo su mujer lo sostiene en medio de sus dudas, reasegurándolo, preparándole la ropa, la comida, hasta afeitándolo cada mañana. Pero sus hijas empiezan a mirar todo con desconfianza, especialmente Rezvan, que va a la universidad y está siendo testigo de lo que pasa allí, en las calles y en las redes sociales. Algo que le toca más de cerca cuando una amiga suya, Sadaf (Niousha Akhshi), es lesionada por la policía al pasar por una manifestación. Y luego es detenida y nadie sabe su paradero.

La madre quiere que sus hijas se desentiendan de los dramas de esta chica –no quiere poner en problemas a su marido–, pero para ellas es difícil. Y así, mientras Iman se va asentando en su rol de dirigente duro contra las revueltas, Rezvan se le va plantando discursivamente, algo que incomoda a todos y genera una inédita tensión familiar. Cuando todo parece que la trama irá por el lado de la chica detenida, de golpe el arma de Iman desaparece y la película pega un brusco giro: de ahí en adelante todo se moverá en función de encontrar el arma y, cuando eso no sea posible, descubrir quién de los miembros de la familia la hizo desaparecer. Todas lo niegan, pero Imán y Najmeh se ponen tan duros ante la negativa que empiezan a tensar el hilo más y más todavía.

Y eso es solo el comienzo de la serie de cada vez más extrañas y, convengamos, bastante tiradas de los pelos circunstancias que los cuatro –juntos o por separado– tienen que atravesar a partir de la enigmática desaparición de la pistola en cuestión, circunstancias que funcionan como un eco interno y familiar de las disputas que existen en todo el país, especialmente en lo que respecta a lo generacional. Pero luego, cuando la madre empiece a dudar acerca de las «fidelidades» de su marido, también por el lado de la relación entre hombres y mujeres.

Los giros dramáticos de la película son caprichosos y, más allá de las imágenes potentes que Rasoulof produce (un interrogatorio policial a sus propias hijas, sin ir más lejos) o las que fueron capturadas por las redes sociales durante las revueltas de 2022, la narración avanza sin prisa y sin pausa hacia lugares cada vez menos consistentes con la propuesta inicial. La chica «desaparecida» vuelve a desaparecer –esta vez de la trama– y todo se va reduciendo a un combate por el poder dentro de la familia, con un padre que pasa de cuerdo a violento en muy poco tiempo, una madre que hace un cambio bastante radical en aún menos tiempo y dos hijas que terminan teniendo roles bastante distintos a lo que parecen en un principio.

Es cierto que se trata de una película filmada en gran parte clandestinamente, pero para un relato dramático de suspenso esas limitaciones a veces se sienten agobiantes. Más que nada porque casi toda la película transcurre en la elegante casa de la familia y llega un momento que no hay manera de filmar ese lugar tan burgués y anodino que sea mínimamente interesante. Al salir de allí la película recupera un poco el aire –las rutas, las calles, cierto artificial suspenso construido en esos momentos–, pero el problema es que con eso tampoco termina construyendo nada demasiado valioso, sino que acumula una serie de enredos casi propios de una comedia. SACRED FIG es valiosa como denuncia, como puesta en escena de una situación política preocupante y dolorosísima como la que existe en Irán –con las mujeres y no solo con ellas– y no sería extraño que se lleve un premio de Cannes, considerando el contexto. Pero como película es bastante limitada.