Cannes 2024: crítica de «Universal Language», de Matthew Rankin (Quincena de Cineastas)
Esta surreal y melancólica comedia canadiense conecta las historias de varios personajes excéntricos en las calles de una helada y opaca ciudad de Winnipeg.
En una peculiar Winnipeg en la que todos sus habitantes son iraníes transcurre esta extraña, simpática, bizarrísima y finalmente bastante tierna comedia de Matthew Rankin, director canadiense que trabaja sobre materiales, formas y escenarios que tienen algunos puntos en común con los de su compatriota Guy Maddin. De todos modos, como sucede en su anterior film, THE TWENTIETH CENTURY, lo que Rankin cuenta en UNIVERSAL LANGUAGE es menos llamativo, al menos en principio, que su modo de contarlo.
Estamos en una Winnipeg alternativa pero con el mismo frío, desolación y color gris que uno ha visto en otras películas (acá, al ser en color, en realidad es beige). Los edificios tienen nombres oficiales bastante absurdos y la ciudad está llena de monumentos ridículos, símbolos de un lugar en el que literalmente nunca parece pasar nada. La acción inicial tiene lugar en una escuela en la que un profesor un tanto agresivo maltrata a sus alumnos y los encierra en un closet por desobedecerlo.
Pronto se destacarán dos personajes: las niñas Negin y Nazgol, quienes encuentran un billete de alto valor tirado pero que, al estar congelado en medio del hielo, no pueden sacarlo. Y su aventura por conseguir algún implemento para hacerlo mientras tratan de impedir que se lo roben será uno de los ejes del relato. Por otro lado está Matthew (el propio director), un hombre que vuelve a Winnipeg desde Quebec y al que el ómnibus se le rompe en el camino. Viene a visitar a su madre a la que no ve hace mucho tiempo pero cuando llama a la casa descubre que allí vive otra gente. Y la tercera «pata» de esta narración será Massoud, un hombre que actúa como «guía de turismo» de los anodinos lugares de la ciudad y que se mezclará de modo impensado en las vidas de las niñas y de Matthew.
Eso es, en principio, lo que la película cuenta en un sentido narrativo clásico, aunque nada de UNIVERSAL LANGUAGE va por ese lado. Ya de entrada, en esa Winnipeg con carteles en farsi y habitantes iraníes, entramos en un universo paralelo. Y nunca saldremos de allí. La ciudad tendrá la desapacible e invernal frialdad que uno imagina, pero en medio de su beige continuo –que Rankin filma de la manera menos expresiva posible, hasta vistiendo a los personajes del mismo color– aparecerán momentos de calidez humana, en especial los que conectan a Matthew, el personaje, con las otras personas vinculadas de una u otra manera con el destino de su madre.
La historia ligada a las niñas y su derrotero con el billete corre por un carril más cómico y absurdo, uno en el que también aparecen otros personajes extravagantes, desde floristas a especialistas en pavos pasando por rarísimos empleados administrativos, todos topándose entre sí en una ciudad que parece existir dentro de un set de filmación. A la creación de ese mundo personal y fantástico, Rankin le empieza a agregar una cierta densidad emocional a partir del personaje que él mismo interpreta, que recorre la ciudad triste y cabizbajo, intentando entender cosas de su propia historia que irán saliendo a la luz con el correr de los minutos.
Un experimento un tanto más accesible que el de THE TWENTIETH CENTURY, la película tiene conexiones, además de con Maddin, con cineastas como Wes Anderson, Charlie Kaufmann, Aki Kaurismaki, los primeros filmes de Jafar Panahi o hasta el propio Jacques Tati. UNIVERSAL LANGUAGE puede llamar la atención por su costado excéntrico y enrarecido, por su pintoresco retrato de un mundo inverosímil, pero por detrás de esa triste y opaca ciudad en la que todos se mueven hay personas que se comunican entre sí con el «lenguaje universal» de la melancolía.