Estrenos: crítica de «Las ocho montañas» («Le otto montagne»), de Felix van Groeningen & Charlotte Vandermeesch
Este drama adaptado de la novela homónima de Paolo Cognetti se centra relación entre un chico de ciudad y otro montañés que se conocen en unas vacaciones y se hacen amigos de por vida.
Una amistad inolvidable, una de esas relaciones que impactan a cualquier persona, es la historia que cuenta LE OTTO MONTAGNE, la adaptación al cine de la popular y premiada novela del italiano Paolo Cognetti. Se trata de un film que se ocupa más de la idea del tipo de película que debe ser que de serla en los hechos y en la práctica. Bella, elegante y poética en sus modos, está demasiado atada a su componente literario como para fluir por sí misma, para lograr una verdad emocional que supere su propio marco.
Rodada en gran parte en los Alpes italianos (con escenas en Torino y en otros lugares del mundo que no conviene revelar), la película italiana de los cineastas belgas se centra en la larga y duradera amistad que empieza en la niñez entre dos chicos de doce años que son muy distintos entre sí. Pietro vive en Torino y pasa sus vacaciones del verano de 1984 en un pueblo rústico y semi-abandonado de los Alpes. Allí conoce a Bruno, un chico de su misma edad que vive allí, un «montañés» hecho y derecho que habla en dialecto y se dedica a tareas campestres.
Con el paso de los años la amistad se irá solidificando y compartirán inviernos y hasta peligrosas aventuras en la nieve, algunas veces en compañía de Giovanni (Filippo Timi), el peculiar y aventurero padre de Pietro. La película seguirá esa relación a lo largo de los años, hasta la adultez, atravesando una serie de circunstancias personales que los van distanciando geográficamente pero sin jamás perder esa amistad, que se renueva cada vez que se reencuentran, aunque pasen muchos años en el medio.
Y si bien pasarán cosas importantes en las vidas de ambos, la película no generará un crecimiento dramático fuerte sino que procederá como una acumulación de viñetas separadas entre sí, en la que aparecen otras personas (mujeres, novias, otros amigos), el paso a la adultez, las relaciones con los respectivos padres, trabajos, negocios y algunas tensiones entre los dos, pero no demasiadas. Y así seguirá, durante dos horas y media, todo «organizado» por la voz en off de Pietro, dándole aún más la sensación de estar leyendo capítulos de una novela.
Esa voz en off, más que los acontecimientos en sí, es la que trata de organizar los temas de la película, sus metáforas e ideas, como la que le da su título, ligada a una particular manera de experimentar las posibilidades que ofrece del mundo. Pero LAS OCHO MONTAÑAS es mejor como película sobre la amistad que como tratado filosófico sobre las distintas maneras de vivir la vida.
Filmada de un modo un tanto caprichoso en formato 4:3, quizás para evitar parecer demasiado paisajística, la película tiene además interludios musicales (con canciones del sueco Daniel Norgren), casi como si fuera una versión accesible y mainstream de algún drama independiente americano, tipo OLD JOY, de Kelly Reichardt. Hay una potencial relación homoerótica entre ambos que se explora menos de lo pensado y la sensación que deja el film es amable y hasta tierna, pero también de oportunidad perdida. Hay una mejor película para hacer con ese material, pero no es ésta.