Estrenos: crítica de «Lo mejor está por venir» («Il sol dell’avvenire»), de Nanni Moretti

Estrenos: crítica de «Lo mejor está por venir» («Il sol dell’avvenire»), de Nanni Moretti

por - cine, Críticas, Estrenos
10 May, 2024 09:10 | Sin comentarios

El realizador de «Caro Diario» interpreta a un director de cine en crisis con la nueva película –un drama sobre el Partido Comunista italiano en los años ’50– que está tratando de filmar. Estreno en cines: 16 de mayo.

Los que extrañábamos al Nanni Moretti de la vieja época autorreferente y, si se quiere, woodyallenesca, tendremos una agradable pero un tanto curiosa sensación al ver IL SOL DELL’AVVENIRE. Aquí, el director de CARO DIARIO se aleja, por suerte, de los bastante mediocres melodramas que venía haciendo en los últimos años para retomar el humor, el desparpajo, la metaficción y, sobre todo, los comentarios sobre cine y política que lo caracterizaban en su mejor época. La parte no tan agradable del regreso es que Moretti ya no es capaz de hacer el cine que hacía entonces. Sus películas se han vuelto un tanto más ñoñas, menos inspiradas, cinematográficamente más pobres. De todos modos, un Moretti menor, simpático y político es mejor que el tedioso y banal de los últimos años.

La diferencia se nota en muchos aspectos. Moretti ya no es tan ágil ni ocurrente como antes y su «actuación» es llamativamente pobre, recitando las líneas a los gritos en un estilo entre retro y de comicidad ampulosa, teatral. Y algo similar pasa con la puesta en escena, a la que se nota bastante torpe en muchos de sus rubros. Pero lo que regresa, lo que sobrevive, es el corazón y las ideas del director de APRILE, la lucha interna entre el cansancio ante una frustrante realidad y la esperanza por un mundo mejor, el fastidio ante un cine cruento y una suerte de llamado a lo afectivo, a lo humano, a lo tierno. Cambiar, aunque sea mediante el recurso de la ficción, un final áspero por uno feliz. En lugar de disparar, bailar. En lugar de morir, seguir viviendo.

Moretti encarna a Giovanni, un alter ego de sí mismo, un director al que le cuesta mucho tiempo conseguir financiación para filmar una película y solo logra hacer una cada cinco años. Su esposa (Margherita Buy) es su productora pero ahora está ocupada trabajando en un film de acción que a Giovanni le parece espantoso. Y su hija está de novia y tampoco lo espera para un rito familiar de iniciación que siempre tienen antes de empezar un rodaje: sentarse juntos en el living de su casa a ver LOLA, de Jacques Demy.

LO MEJOR ESTA POR VENIR irá yendo y viniendo entre esta historia del detrás de escena y la película en sí que Giovanni filma, centrada en la llegada a un pueblo italiano, invitado por el Partido Comunista local, de un circo húngaro justo en el mismo momento que la Unión Soviética invade ese país, en 1956. Silvio Orlando y Barbora Bobuľová interpretan ahí a una pareja de periodistas del diario comunista L’Unità que recibe a los recién llegados y se debate qué hacer ante la incómoda situación que los pone los hechos que se viven en Budapest. Pero la ficción dentro de la ficción será apenas una manera para Giovanni –bah, para Moretti– de presentar la crisis del protagonista.

El film de Giovanni está rodeado de problemas de financiación: un coproductor francés que interpreta Mathieu Amalric no parece muy confiable, luego pasará por ahí una plataforma conocida que querrá cambios, llegarán socios coreanos. Además, su esposa que cansada de él y va en secreto al psicólogo para animarse a terminar su relación de 40 años. A eso hay que sumarle que el tipo no tiene ya muy claro qué es lo que quiere contar ni porqué. Y es así que entra en crisis durante la filmación, reescribiendo y repensando las escenas, mientras trata de entender qué hacer con su vida y con su desconfianza respecto al pasado y al futuro político de su país.

Todo esto suena mucho más ingenioso y divertido de lo que en realidad es. De vuelta, el problema es de ejecución. Uno tiene la sensación de que las ideas y las intenciones están ahí, pero la forma de ponerlas en escena por momentos es torpe, casi infantil. Cuando funcionan bien, la película crece varios puntos. Hay una secuencia perfecta que lo ejemplifica. Es una en la que Giovanni interrumpe una escena violenta que van a rodar en la película que produce su esposa con la intención de evitar que algo tan horrible y cruento se filme. Allí –con ayuda de algunos llamados telefónicos y apariciones especiales–, termina parando esa película y poniendo en discusión la necesidad ética de hacer escenas de ese tipo.

Hay algunas otras escenas más así, las que por lo general producen una simpática mueca de reconocimiento, la sensación casi de satisfacción que uno tiene al darse cuenta que Moretti sigue teniendo una visión del cine y del mundo con la que uno se identifica. Pero, a la vez, muy pocas tienen el impacto, la visceralidad o la potencia que tenían en los años de ECCE BOMBO o PALOMBELLA ROSSA. Hay algo, indefinible, que parece haberse perdido ahí. Cierta frescura o inspiración cinematográfica.

Mientras la veía pensaba que, en el contexto del Festival de Cannes, la película de Moretti puede ser comparable a la de Kaurismaki en más de un sentido, pero los resultados son distintos. El finlandés vuelve a sus orígenes y parece no haber perdido nada de aquello que lo consagró. Sigue siendo fiel a sus principios si se quiere éticos y cinematográficos, y eso está acompañado y sostenido por su talento. El italiano sostiene también su mirada sobre el mundo, su ambivalencia ante el estado de las cosas y su mezcla de fastidio e ilusoria esperanza por esa mejor Italia que no llegó como él la soñaba. Pero algo se perdió en el camino. Quizás la propia crisis del cine y la cultura de su país terminó afectándolo por donde menos se lo imaginaba: en su propia manera de hacer las películas.