Estrenos online: crítica de «Sin glasear» («Unfrosted»), de Jerry Seinfeld (Netflix)

Estrenos online: crítica de «Sin glasear» («Unfrosted»), de Jerry Seinfeld (Netflix)

En su opera prima como director, el comediante también protagoniza esta comedia sobre la invención de los «pop-tarts», que cambiaron la forma en la que los chicos estadounidenses desayunaban en los años ’60. Con Melissa McCarthy, Jim Gaffigan y Amy Schumer. En Netflix.

A lo largo de su carrera, tanto en SEINFELD como en sus especiales de stand-up y otros proyectos paralelos, Jerry Seinfeld ha sido un obsesivo analista de productos de consumo masivo clásicos de los Estados Unidos. Y, entre todos ellos, los relacionados con el desayuno y los cereales han sido unos de los más reiterados. En UNFROSTED: THE POP-TARTS STORY, el ahora septuagenario comediante se da el gusto de su vida al hacer una película sobre su temática favorita reuniendo a amigos y colegas para contar la historia (ficticia) de cómo los pop-tarts revolucionaron el mercado del desayuno en su país.

La trama es absurda por dónde se la mire y, en su debut en la dirección, Seinfeld parece más interesado en tirar un chiste tras otro –o acumular situaciones ridículas– que en cualquier otra cosa. Su formato entre inocente y anticuado encaja bien con una trama que transcurre en 1963, pero con el paso de los minutos deja a la vista sus limitaciones. SIN GLASEAR es consciente de su tono bobalicón y de sus muchos chistes malos –de comediante de salón de esa época–, pero el propio envoltorio durante un buen rato los protege y sostiene. De todas maneras, como los productos de los que se ocupa, todo tiene una fecha de vencimiento. Y a la hora, digamos, el gusto empieza a ponerse un tanto rancio.

Los pop-tarts, que nunca tuvieron éxito en el mercado argentino al menos, son unas galletas o minitartas rectangulares y, en su formato original, vienen rellenas de algún tipo de jalea frutillosa artificial y muy dulce (Nota: las glaseadas a las que hace referencia el título surgirán luego). Lo que Seinfeld recrea e imagina, como una parodia casi de todas estas otras series y películas sobre corporaciones que inventan productos (como las recientes FLAMIN’ HOT, TETRIS o la propia BARBIE), es el «descubrimiento» de los pop-tarts en cuestión y la guerra empresaria entre Kellogg’s, sus creadores, y sus rivales, Post.

Seinfeld encarna a Bob Cabana, ejecutivo de Kellogg’s y encargado de inventar nuevos productos para una compañía que ha crecido a base del éxito de los cereales y sus cientos de variantes. Sucede que los de Post están por inventar un producto que revolucionará el mercado y, cuando Cabana se entera, pone a la compañía a correr contra reloj para ganarles de mano en llegar a las góndolas de los supermercados. El problema es que no tienen en claro qué producto es, cómo hacerlo, llamarlo o venderlo. Y la película, amigos, irá de eso. O de eso, como excusa para que una veintena de caras conocidas hagan un chiste tras otro con un promedio de bateo, digamos, de 25 por ciento. Con suerte…

Seinfeld reúne en su equipo a Jim Gaffigan, Melissa McCarthy y Hugh Grant –principales caras del conflictivo team de Kellogg’s– y los enfrenta a Amy Schumer, su intensa rival de Post. En el medio aparecerá el presidente John F. Kennedy (Bill Burr), la mafia de la leche (Christian Slater, Peter Dinklage), publicistas (no quiero revelar los cameos, pero son perfectos), astronautas, mascotas en huelga, inventores bizarros, nazis, soviéticos y decenas de etcéteras propios de la época de la Guerra Fría en su máxima expresión, ese momento en el que los años ’60 todavía se parecían más a los supuestamente inocentes ’50 que a lo que vendrá después, tras la llegada de los Beatles y la muerte de JFK.

Así, entre apariciones de James Marsden, Max Greenfield, Dean Norris y Fred Armisen, entre muchos otros, Seinfeld homenajeará su propia nostalgia infantil (me imagino al pequeño Jerry, de nueve años entonces, entre los niños que corrieron a comprar pop-tarts apenas salieron) con un humor que ya abandonó hace rato la originalidad que tenía en los ’90 y que hoy tiene algo más de chistes de tío simpático y un tanto pesado que se quiere hacer el gracioso todo el tiempo. Le funciona porque, en su estilo excesivo, muchas de las bromas que hace siguen siendo relativamente graciosas y cuenta con gente talentosa que las saca adelante como sea, sin temor al ridículo.

Hay algo de historia real en medio de todo este absurdo –nada aquí es oficial ni financiado por Kellogg’s–, pero eso es lo de menos. UNFROSTED es una comedia menor, amable y con un par de momentos de risa franca, a la que el estreno en plataforma le queda perfecto. No busquen otra cosa acá que una asumida silly comedy a la que le gustaría ser la versión familiar y nostálgica de DR. STRANGELOVE pero que no le llega a los talones al clásico de Stanley Kubrick. Es, después de todo, una película que celebra la invención de una especie de bizcocho químico y dulzón para el desayuno de los chicos. No le pidan que sea un croissant.