Estrenos: crítica de «Intensa-mente 2» («Inside Out 2»), de Kelsey Mann
Riley llega a la adolescencia y aparecen en ella nuevas emociones que entran en conflicto con las de su infancia haciéndole vivir una caótica serie de situaciones. Estreno: 13 de junio.
Admito que la primera película de la serie, INTENSA-MENTE, me había fastidiado bastante. En su momento me molestó la idea de que los sentimientos y emociones de las personas puedan dividirse tan básicamente y me pareció que había algo excesivamente convencional en su idea y en su forma, más allá de lo simpáticos o no que sean los personajes. Al estar ya «prevenido» de cómo funciona el mundo de la saga, disfruté mucho más de INTENSA-MENTE 2. Sigo pensando que es bastante banal la idea de concebir la personalidad como un cúmulo de emociones que compiten o colaboran entre sí –y otras ideas excesivamente estructuradas de cómo funciona el cerebro de una persona–, pero la secuela tiene dos puntos a favor que la hacen ganar terreno: nuevos y muy buenos personajes, y una etapa en la vida de la protagonista que es mucho más rica en conflictos.
INTENSA-MENTE 2 continúa la vida de Riley cuando está por entrar en el más terrible de los mundos: la pubertad. Sí, la protagonista humana de la historia tiene 13 años y un día se levanta –así son las cosas aquí– convertida en una adolescente: contestadora, con malos modales, metida en su mundo y un tanto egoísta. Todo sucede justo cuando ha ganado una beca para ir a entrenar con sus dos mejores amigas con un equipo de hockey sobre hielo de chicas más grandes, a las que Riley quiere impresionar. En ese «campamento», Riley está más interesada en conectar con esas chicas más «cool» que en verse con sus viejas amigas, que encima le dicen que cambiarán de colegio y ya no la verán tanto como antes.
Todos esos cambios generan un caos en su mente, en ese mundo lleno de simpáticas criaturas que corporizan sus distintas emociones. Dicho de otro modo: con sus clásicas Alegría, Tristeza, Furia, Desagrado y Temor ya no alcanza para manejar sus nuevas sensaciones. Y para eso aparecen, casi a modo de terremoto en la Torre de Control, nuevas emociones más propias de la etapa que está atravesando. Se trata de Ansiedad, Vergüenza, Ennui y Envidia. Y allí adentro se producirá una batalla entre la vieja líder de la mente de Riley, la siempre optimista Alegría (voz de Amy Poehler), y Ansiedad (una excelente Maya Hawke), nerviosa, intensa, llena de ideas y preocupaciones.
Así, el nuevo equipo desplazará literalmente al viejo llevando a Riley a actuar de maneras que no son las típicas suyas, ya que los ejes de su infancia –esa identidad forjada a lo largo de su primera década– parece dar paso a una más conflictuada y compleja. Y sus viejas emociones deberán encontrar la manera de reintegrarse al control de su mente –lo cual implicará un típico viaje por los confines de su cerebro–, tratando de impedir que la simpática, buena y optimista Riley se transforme en una teenager caprichosa y problemática.
El recorrido y los giros de la trama son previsibles, pero los realizadores encuentran los modos de ofrecer escenas muy graciosas e incómodas (o cringe, como le dicen ahora), tanto en el «control» como en la vida de Riley, ya que van viendo cómo esas peleas y nuevas sensaciones se transforman en situaciones raras que la obligan a reacciones no acostumbradas. El objetivo, claro, será que la nueva Riley incorpore algunas de las nuevas sensaciones pero sin traicionar su eje, su centro, la persona que era antes. Y si eso implica una guerra de emociones y sensaciones, que así sea.
Ayuda mucho –además de las escenas graciosas, el guión con apuntes nostálgicos y una animación sin puntos flojos–, las voces de las protagonistas en su versión original. El aporte de Hawke es extraordinario, pero también los de Ayo Edebiri (Envidia), Adèle Exarchopoulos (Ennui) y Paul Walter Hauser como el gigantón Vergüenza. Un par de apariciones de Nostalgia (June Squibb) darán lugar a algunas de las situaciones más divertidas, lo mismo que algunos encuentros con objetos y personajes de la primera infancia de Riley que, aunque quiera, no puede olvidar.
Si uno se desentiende de la idea de tomarse seriamente lo que la película interpreta como el funcionamiento del cerebro de una persona, INTENSA-MENTE 2 es aún más disfrutable que la primera y hasta supone una saga de varios episodios más. Tal vez, para la cuarta o quinta parte, ya deje de ser una simpática película para niños y adolescentes y sea un drama complicado sobre Riley atravesando divorcios, problemas laborales y conflictos con sus hijos. Pero para eso falta mucho.
La película de dibujos animados no refleja exactamente el funcionamiento real del cerebro humano, horror!!
Un horror es el gobierno de Milei no una peli de Pixar. Por otra parte, ¿Qué sería «reflejar exactamente el funcionamiento real del cerebro humano»?.