Estrenos: crítica de «La inmensidad» («L’immensità»), de Emanuele Crialese
Una chica de 12 años se identifica como varón y atraviesa una serie de conflictos familiares en esta historia que transcurre en la Roma de los años ’70. Con Penélope Cruz y Luana Giuliani. Estreno: 1 de agosto.
Con su look tuneado de diva italiana de la pantalla grande, Penélope Cruz bien podría ser una heredera de las clásicas Sofia Loren o Gina Lollobrigida. Y, más allá de que su acento castizo obligue a justificar que sus personajes tienen algún tipo de ascendencia española, en LA INMENSIDAD ese linaje familiar está más que validado. A tal punto su presencia domina la pantalla que esta película con tintes autobiográficos de Emanuele Crialese altera en cierto modo su foco para centrarse más en ella que en su ostensible protagonista, su hija, que está atravesando una etapa de cambio en lo que respecta a su identidad de género.
Todo transcurre en los años ’70, con una familia de la alta burguesía romana como protagonista. Clara (Cruz) es la madre de tres hijos: una niña pequeña que odia comer, un niño un tanto más grande que come lo que la otra deja y la mayor, Adriana (Luana Giuliani), que tiene doce y se viste de una manera que todos consideran demasiado «masculina». En un paseo que da con sus hermanos a un sector más humilde de la ciudad queda claro que no se identifica con ese género, ya que cuando conoce a Sara (Penelope Nieto Conti), otra chica de su edad, se presenta como Andrea, que en Italia es un nombre masculino. Y ella así lo toma.
Pero las tensiones familiares ligadas a cómo es o cómo se viste Adriana/Andrea quedan en segundo plano ya que el principal problema en el hogar pasa por otro lado: la difícil relación de Clara con el padre de los hijos, Felice (Vincenzo Amato), un tipo amargo, seco y mujeriego que, encima, la maltrata y es violento con ella, además de ignorar casi por completo a los hijos. Si hubo alguna chispa romántica en esa pareja ya no está más, y Clara –una mujer vivaz y simpática cuando está sola con los niños y muy tolerante con las «excentricidades» de todos ellos– de a poco se va transformando en una sombra de lo que fue.
En medio de una serie de vivencias propias de un coming of age de época, Crialese –quien se identificó al estrenar esta película como hombre trans– va poniendo el foco en las dificultades de Adriana con el género asignado –ella se identifica como «extraterrestre» y dice venir del espacio–, rechazando ponerse vestidos o actuar del modo que sus padres, familiares y amigos de ellos consideran «femenino», mientras descubre su atracción por su vecina de la barriada popular. Es un tema del que nadie habla, pero se va volviendo obvio con el tiempo que a la mayoría de los adultos incomoda.
A la vez, lo que LA INMENSIDAD hace es contar el drama personal y psicológico de su madre a través del punto de vista y la perspectiva de Adriana/Andrea, que se deja llevar en más de un momento por su imaginación y por sus referencias televisivas y visualiza a su madre en coreografías o números musicales vestida como Rafaella Carra (en el clásico clip cantado en inglés inventado de Adriano Celentano) u otras divas de la canción italiana de la época, escenas en las que también se incluye.
Con todos esos materiales, Crialese arma un cálido y a la vez doloroso relato de una época turbulenta en su vida y en la de su familia. Si bien no pone el acento en la realidad política que los circunda, lo que la película deja en evidencia es una sociedad todavía incapaz de lidiar con personas como Adriana/Andrea o con la misma Clara, a quien se espera que «baje la cabeza» y tolere sin decir nada la violencia y los maltratos de su cruel marido. Quizás con el personaje de Felice es donde la película se vuelve un tanto subrayada, ya que el hombre no parece tener ninguna cualidad que lo redima, ni casi explicaciones como para que en algún momento semejante monstruo haya tenido algo en común con Clara.
El otro deleite de LA INMENSIDAD pasa por la reconstrucción de época, una Roma de los ’70 llena de detalles de arquitectura, mobiliario, moda, diseño, música y cultura que Crialese y su equipo capturan a la perfección, transportando al espectador a esos años. De todos modos, la modernista belleza de diseño de entonces no logra tapar lo que es una historia complicada y turbulenta que marcó a fuego la vida, la carrera y la estética cinematográfica del director de RESPIRO, NUOVOMONDO y TERRAFERMA, que estuvo once años para poder terminarla.