Estrenos online: crítica de «Fancy Dance: una danza ceremonial», de Erica Tremblay (Apple TV+)
Una mujer debe cuidar de su sobrina cuando la madre de ella desaparece en este drama policial que transcurre en una reservación indígena de Oklahoma. Con Lily Gladstone. Disponible en Apple TV.
Filmada antes de LOS ASESINOS DE LA LUNA, estrenada en el Festival de Sundance de 2023 y adquirida tiempo después para distribución por Apple a partir seguramente de la fama conseguida por Lily Gladstone tras la película de Martin Scorsese, FANCY DANCE es un pequeño drama independiente que transcurre adentro y alrededor de una reservación de un pueblo originario de Oklahoma y que pone su mirada en la relación entre una tía y su sobrina a las que les toca vivir circunstancias fuera de lo común.
Todo parece comenzar de manera idílica, con Jax (Gladstone) y su sobrina Roki (Isabel Deroy-Olson), divirtiéndose y robándole de una manera pícara a un pescador algunas pertenencias para venderlas por unos pocos dólares. Pero rápidamente queda claro que su situación no es tan liviana ni ligera como parece. Tawi (Hauli Gray), la madre de Roki y hermana de Jax, ha desaparecido de la reservación Seneca-Cayuga en la que vivía un par de semanas atrás y nadie sabe dónde está. Jax se hace cargo de la chica y se lleva muy bien con ella, pero tiene un prontuario en el pasado que le impide quedarse con ella legalmente.
Es por eso que aparecen allí las autoridades de los Servicios Sociales quienes, con la ayuda de Frank (el gran Shea Whigham), el padre blanco de las hermanas –que enviudó y se casó con una mujer también blanca–, intentan hacerse cargo de cuidar a la chica de 13 años. Ellas no quieren separarse, pero a Jax le recomiendan «hacer las cosas bien» y luchar legalmente por la potestad. De todos modos, no pierde esperanzas en encontrar a su hermana o saber qué pasó con ella. Y supone que el lugar en el que la hallarán es en una celebración indígena (un powwow) a la que siempre solía ir a bailar con su hija. Y toma algunas decisiones un tanto bruscas para lograrlo, las que transforman a FANCY DANCE en una suerte de policial y road movie.
De una manera sencilla, convincente, aunque no muy sutil, Tremblay presenta una situación de imposible resolución. La policía no se ocupa de la desaparición de Tawi pero sí toma cartas en el asunto cuando Frank –que es blanco– reclama por la potestad de su nieta o intenta buscarla cuando Jax la mete en problemas. Y a Jax no le quedan muchos caminos posibles. Sin dinero para pagar abogados, con un pasado como dealer que le impide aparecer ante la ley como una «buena madre» de su sobrina y sin que nadie se ocupe de la suerte de su hermana, toma cartas en el asunto de una manera no recomendable en la realidad pero atractiva en la ficción, ya que pone a las protagonistas a vivir una aventura en la que el racismo y la discriminación se ponen en juego a cada momento.
Lo mejor de FANCY DANCE, además de las actuaciones de las dos protagonistas, pasa por la manera realista en la que las presenta. Jax y Roki roban, mienten, no se presentan como «ciudadanas modelo» que buscan nuestra empatía, pero inevitablemente el espectador las comprende. Jax, una mujer lesbiana con pocas oportunidades laborales y hasta mal mirada por algunos en la reservación, se desvive por su sobrina pero convengamos que no la lleva por el «buen camino» en más de un sentido. Y Roki (Deroy-Olson es una revelación) de a poco se va dando cuenta que su tía le oculta más cosas de las que ella cree.
En su retrato de las autoridades y de la gente blanca de la zona la película se vuelve más esquemática, en especial en el triste papel que le toca a Nancy (Audrey Wasilewski), que interpreta a la nueva esposa de Frank, la que lo va convenciendo de enfrentar a su hija sin importar las consecuencias, convencida que estará mejor con ellos pero disimulando –o disfrazando vía intentos de ser políticamente correcta– su desprecio por su cultura nativa. Y cuando la cosa se vuelva espesa, policialmente hablando, hasta el propio Frank se arrepentirá de algunas de las decisiones tomadas.
Lo central para Tremblay, de todos modos, no pasa por enfrentar a los nobles e inocentes habitantes de la reservación –allí hay también traficantes, ladrones y policías inoperantes– con unos villanos unidimensionales que viven en los suburbios. Lo que busca FANCY DANCE es dar a entender que, pese a las diferencias y a los enfrentamientos, lo que debería primar es el amor, el cariño y, en más de un sentido, el respeto a las tradiciones que crean lazos que son más importantes que los legales.