Estrenos: crítica de «Secretos oscuros» («Le successeur»), de Xavier Legrand

Estrenos: crítica de «Secretos oscuros» («Le successeur»), de Xavier Legrand

por - cine, Críticas, Estrenos
28 Ago, 2024 11:21 | Sin comentarios

Mezcla de drama familiar y thriller siniestro, este film franco-canadiense cuenta la historia de un hombre que viaja a arreglar el entierro de su padre y descubre en su casa cosas impensadas y escabrosas. Estreno: 29 de agosto.

Tras la exitosa, premiada y críticamente aplaudida CUSTODIA COMPARTIDA, el actor convertido en director francés retoma ese combo entre tenso drama familiar y película de suspenso más propia de relato de género en SECRETOS OSCUROS, otra historia de padres e hijos que pone en discusión las violencias que, secretamente, se ejercen en esa relación. Sin la efectividad de la primera pero con algunos apuntes inquietantes, SECRETOS… pierde potencia por culpa de un guión un tanto forzado que manipula en exceso a los personajes, llevándolos a hacer cosas que no tienen demasiada lógica, solo para justificar su hipótesis ligada a cómo la violencia masculina se pasa de generación en generación.

Ellias Barnès (Marc-André Grondin) es un exitoso diseñador de modas de origen canadiense radicado en Francia que está presentando una colección muy elegante y a punto de hacerse cargo de la dirección creativa de una importante casa de modas llamada Orsino. La presentación es un éxito y el hombre es ovacionado, pero Ellias no puede evitar sentir dolores en el pecho y una enorme incomodidad. Termina yendo a una médica que le dice que lo suyo no es más que ataques de pánico y le recomienda ansiolíticos. Pero muy rápidamente queda claro que hay una conexión temporal entre el inicio de esos ataques y un ACV que tuvo su padre, Jean-Jacques, con el que no se habla.

Todo se complica mucho más cuando lo viene a buscar la policía a informarle que Jean-Jacques ha muerto en Canadá y que él debe ir a hacerse cargo de todo. Es así que, pese a tener nula relación con él, Ellias viaja a Montreal a enterrarlo, lidiar con sus asuntos, cerrar cuentas y entregar su casa y sus cosas a una institución social local. El preferiría estar en París dando notas y preparando colecciones, pero tiene que ocuparse de limpiar la casa de un tipo con el que no se llevaba bien y de lidiar con vecinos que le dicen cuanto lo adoraban, especialmente el amable pero un tanto metido Dominique (Yves Jacques). Muchos de ellos lo reconocen a él por su fama en el mundo de la moda y ninguno entiende los motivos de su complicada relación.

Entonces, cuando Ellias está cerrando y limpiando todo lo que hay en la casa –incluyendo una muy buena colección de vinos– descubre que el padre tiene, dentro del subsuelo, una habitación cerrada bajo llave e insonorizada con paneles acústicos. Al abrirla descubre algo horroroso, temible, inimaginable, que mejor no revelaremos. Y ante la espeluznante novedad lo que el tipo decide es, bueno, cerrar la puerta y callarse la boca. Seguir como si nada. No queda claro si está paralizado, si quiere ganar tiempo para decidir qué hacer o si prefiere que los secretos sigan siendo solo eso, pero lo cierto es que de ahí en adelante no hará más que equivocar el camino, cometer un error tras otro y complicarse él mismo en el asunto.

Nervioso, tenso, ansioso, a Ellias le preocupa lo que puede generar que se sepa lo que sucede ahí y empieza a actuar de un modo solo aceptable dentro de los parámetros de un guión que necesita que los planetas choquen entre sí. Ninguna persona más o menos sensata haría lo que él hace, pero es posible que se haya visto superado por las circunstancias o temido las repercusiones que esa información podría causar en su carrera. Eso genera que de ahí en adelante el drama se convierta en un forzoso thriller, lleno de situaciones poco creíbles, que recién sobre el final –en otra inesperada vuelta de tuerca– recupera algún tipo de lógica y cierta plausibilidad.

Más allá de la enorme suspensión de incredulidad que la situación tal como está planteada requiere por parte del espectador, los ejes sobre los que Legrand se mueve son inquietantes para trabajar, empezando por cuestiones como la violencia de género, los comportamientos secretos que pasan de generación en generación, la presión social ligada al trabajo y la manera en la que las vidas privadas y las públicas muchas veces pueden ser (muy) distintas. Más que distintas, habría que decir completamente opuestas. Ese debate sobre los códigos masculinos de la violencia tiene su potencia, solo que para llegar a eso la trama necesita pasarse tres pueblos de largo.