Estrenos online: crítica de «Angeles inesperados» («Ordinary Angels»), de Jon Gunn (Max)
Una niña de cinco años tiene una severa enfermedad que está llevando a su padre a la quiebra y una mujer toma las riendas del caso para tratar de solucionar todos sus problemas. Con Hilary Swank y Alan Ritchson. En Max.
Hay algo profundamente triste en ORDINARY ANGELS y no tiene que ver con la historia de duras enfermedades que cuenta. Lo doloroso pasa por otro lado y quizás esté tan metido en la lógica de la trama que la película ni siquiera lo presenta como tal sino que lo da por sentado. Basada en un caso real de una mujer que intenta por todos los medios ayudar a una familia que se endeuda por cientos de miles de dólares y necesita un órgano para salvar la vida de una de las hijas, este drama protagonizado por Hilary Swank y Alan Ritchson es, por un lado, una celebración de la solidaridad, de la colaboración desinteresada y de los lazos que unen a personas que no se conocen entre sí. Pero a la vez es una película complicada desde un punto de vista si se quiere político.
Ed Schmitt (interpretado por Ritchson, el musculoso actor de REACHER) es un padre de familia cuya mujer e hijas sufren una rara enfermedad congénita. Al comenzar la película, la esposa muere y él ya sabe que su hija tiene pocas posibilidades de sobrevivir. No solo tienen que constantemente atenderla en hospitales sino que es muy probable que, de no conseguir un hígado, no pase de los 5, 6 años de vida. Pero el problema de la familia no es solo ese, sino que para ocuparse médicamente de ella y salvarle la vida tiene que gastar cientos de miles de dólares y estar a punto de perder todo porque, bueno, se asume que la salud en los Estados Unidos es algo de lo que el estado no se ocupa en lo más mínimo.
En esta historia que transcurre en los ’90 nadie menciona jamás nada que se parezca a planes de ayuda médica, colaboración de entidades públicas ni nada parecido. Para salvar la vida de tu hija pequeña la única opción que te queda es perder todo y ya. En este caso, la solución no llega gracias a una ayuda social o pública sino por la aparición en la vida de los Schmitt de Sharon (Swank), una intensa peluquera, alcohólica y un poco perdida en su vida, que escucha la historia de la familia y toma la decisión de usar su fuerza de voluntad y tenacidad para ayudarlos. Es, para ella, una forma de curarse o de cambiar el eje de su comportamiento adictivo.
Y ANGELES INESPERADOS va de eso, de los esfuerzos de Sharon, pese a la incomodidad y hasta rechazo de parte de Ed, de conseguir que las clínicas le perdonen las deudas, que los vecinos ayuden con esto, que millonarios ofrezcan lo otro, que canales de televisión hagan colectas y así. Es todo muy noble, humanista, generoso y tiene un costado solidario y cristiano que es atendible –dentro de una estética y lógica de «película de la semana» que tiene mucho de piloto automático narrativo–, pero lo que no se menciona jamás es el enorme agujero que existe en el medio de esta historia: la falta de lo que en el resto del mundo se conoce como salud pública.
Dicho de otro modo: todos aquellos que no cuenten con una mujer tenaz y obstinada como Sharon en sus filas probablemente terminen sin solucionar su problema y lo pierdan todo. Y eso, por más amabilidad de vecinos y generosidad de millonarios conmovidos por un informe televisivo, es lo que hace que esta historia de solidaridad y afecto termine dando una enorme sensación de tristeza, de desamparo. Bueno, al menos para los que creemos que es preferible otro tipo de sociedad, una en la que las personas no dependan, solamente, de la amabilidad de los extraños.