Locarno 2024: crítica de «Moon» («Mond»), de Kurdwin Ayub
Una luchadora de artes marciales austríaca retirada viaja a Jordania a entrenar a tres hermanas y una vez allí se ve envuelta en una complicada situación familiar.
El lujo y la comodidad pueden fascinar y hasta distraer a alguien durante un tiempo, pero cuando uno descubre que eso tapa asuntos un tanto más complicados, la revelación puede ser dramática, brutal. Es eso, en más de un sentido, lo que le sucede a Sarah (Florentina Holzinger), una luchadora de artes marciales que ya está retirándose de su carrera tras una brutal derrota que da inicio a la película. Para la mujer se hace difícil seguir viviendo de la profesión. Más allá de algunas alumnas, son pocas las posibilidades de tener una carrera.
Todo parece cambiar cuando, un poco en plan jugador de fútbol retirado que recibe una oferta de Arabia Saudita, a Sarah le ofrecen irse un mes a Jordania a entrenar a tres hermanas que quieren aprender esto de las artes marciales combinadas, a instancias de otro de sus hermanos. El cambio suena brusco pero la muchacha no tiene muchas opciones y hacia allá va. De entrada es todo lujo: la ponen en un hotel carísimo con todos los gastos pagos y la llevan y traen en un auto de alta gama de allí hasta el lejano palacete en el que la familia vive. Una vez allí, las cosas son un tanto más raras.
Primero, la sorprende tener que firmar un NDA (Non Disclosure Agreement) que le prohibe hablar de lo que ve y lo que pasa allí. No puede usar el celular y tampoco hay wi-fi disponible. Y luego están las chicas: tres jóvenes adineradas y en apariencia caprichosas que no tienen en realidad muchas ganas de entrenar. Pero Sarah no tiene otra opción que seguir adelante. Y de a poco se irá dando cuenta que las cosas en esa casa no son tan simples y sencillas como parecen, por lo que se verá involucrada en una serie de situaciones cada vez más tensas y violentas.
MOON manejará con cierta tranquilidad, al menos hasta su tercer acto, lo que uno como espectador parece advertir como problemático antes que su protagonista. Es que Sarah, disfrutando de sus privilegios ocasionales, no termina de darse cuenta de qué es lo que se oculta detrás de esa rara familia, de sus guardaespaldas fornidos y agresivos (quizás porque nosotros entendemos lo que dicen cuando hablan en árabe gracias a los subtítulos, pero ella no) y de las tensiones entre las hermanas y entre ellas y los hombres de la casa. Pero llegará un momento en el que las cosas ya no se podrán disfrazar más y, como dice la canción de The Clash, habrá que decidir si es momento de irse o quedarse.
Tensa, intrigante en lo que respecta a los choques culturales (Sarah en cierto momento empieza a beber, a querer ir a fiestas y le «tira onda» al barman del hotel que trata de mantenerse al margen, más sabiendo para quienes trabaja) y sutil a la hora de plantear cuestiones como el machismo o la misoginia que ella siente a su alrededor, MOON elige la intriga en lugar de la violencia más directa y propia de un thriller tradicional. Y la elección de la directora de SONNE, si bien a algunos les podrá parecer demasiado cauta, funciona bien, ya que saca a la película de los giros narrativos más obvios y previsibles. Cuando termina, uno no sabe bien qué conclusión sacar de la experiencia. Y Sarah quizás tampoco.