Series: crítica de «Chimp Crazy», de Eric Goode (Max)
Esta serie documental de cuatro episodios del creador de «Tiger King» se centra en el extravagante y controvertido universo de las personas que tienen chimpancés como si fueran miembros de sus familias. Desde el domingo 18 por Max, a razón de un episodio por semana.
Hay varios ángulos de interés a partir de los cuales acercarse a CHIMP CRAZY, esta serie documental de cuatro episodios centrada en personas que tienen una relación amorosa, materno-filial si se quiere, con chimpancés. Uno de ellos, el más evidente, viene de parte de su director, Eric Goode, el mismo que hizo la popular y controvertida TIGER KING y tiene que ver con retratar a este tipo de peculiares personajes que tienen relaciones un tanto extremas y bizarras con animales que no entran en la categoría habitual de «domésticos». Otro de ellos pasa por discutir qué es mejor para estas criaturas, si estar bajo el cuidado (peligroso pero amoroso) de este tipo de personas o si ser entregados a organizaciones tipo PETA que se ocupan de protegerlos. Y la tercera está ligada a la ética de los documentalistas y su rol en los hechos en los que se involucran.
CHIMP CRAZY toma una historia, un caso y un personaje como eje, pero parte de ahí para retratar otras ligadas a distintas mujeres (siempre son mujeres) que han tenido todo tipo de primates en sus casas, los han puesto a actuar en circos, transformado en entretenimiento para cumpleaños, convertido en «actores» de cine, los han vendido por miles de dólares, pero también se han dedicado a ellos con un cuidado y un amor que supera muchas veces el que tienen por sus propios hijos. La mayoría de esas historias –que se irán colando a lo largo de los episodios– no terminarán muy bien que digamos, ya que una cosa es un pequeño y simpático chimpancé bebé que mira TV y saca bebidas de una heladera y otra muy distinta uno de 200 kilos, adulto y con muchísima fuerza que tiene que estar permanentemente encerrado y que hasta puede matar humanos con pasmosa facilidad.
La serie pone el ojo en Tonia Haddix, una mujer que modela su imagen en la de Dolly Parton y que le viene muy bien a esa estética entre camp y excesiva de cierta parte de la cultura estadounidense ligada a estos submundos. Tonia ama a los chimpancés y empezó trabajando para la considerada «madrina» del gremio –la famosa y controvertida Connie Casey– a quien PETA le sacó, por seguridad, muchas de estas criaturas. Y el eje de los cuatro episodios estará puesto en su relación con Tonka, un chimpancé que apareció en muchas películas en los años ’90 (como GEORGE DE LA SELVA y la secuela de BABE, entre otras), pero que al crecer pasó a estar gran parte del tiempo encerrado.
Es así que, mientras PETA y el actor Alan Cumming (que actuó con Tonka en una película llamada BUDDY, de 1997) tratan de encontrar a Tonka para llevarlo a un «santuario» animal en el que pueda vivir, a la vez, libre y cuidado por profesionales, Tonia buscará infinitas formas para evitar que se lo saquen de las manos, por lo que les confesará a lágrima suelta que el animal ha muerto y que no la molesten más. ¿Pero será verdad eso? ¿O la desesperada Tonia tiene otros planes un tanto más extravagantes? Mientras avanza esta historia, CHIMP CRAZY tomará algunos desvíos narrativos para centrarse en otras historias que pasaron de ser simpáticas e inocentes para transformarse en crueles y violentas.
Acá vienen los otros asuntos interesantes de pensar en este documental y en el género en sí. Como Goode tiene mala fama en el mundo de los cuidadores de animales exóticos debido a las controversias de TIGER KING y a su tratamiento un tanto duro de sus protagonistas, él sabe que no puede mostrarse como director del documental ante estas cuidadoras, por lo que miente y pone a otra persona en su rol, manejando él las cosas a distancia. Ese es uno de los conflictos éticos posibles. El otro tiene que ver con algo que sucede después y que lleva a Goode y a su equipo a debatir qué hacer cuando se dan cuenta que Tonia miente y oculta cosas ante la Justicia. ¿Un documentalista debe denunciar a las autoridades cuando el sujeto de su película hace algo cuestionable o ilegal? ¿O no debería meterse?
Esas idas y vueltas completan el retrato de Tonia, de Tonka, de PETA y del mundo de los cuidadores de primates. Algunos los ven como cínicas personas que piensan más que nada en hacer dinero vendiéndolos –mantenerlos es muy costoso en todo sentido– y ellos prefieren verse a sí mismos como cariñosos cuidadores de estas criaturas, a las que consideran hijos que jamás abandonan el nido y a los que pueden cuidar 24/7. El problema, en medio de todo eso, termina siendo otro: ¿qué riesgos implican para las otras personas la existencia de estas criaturas, potencialmente violentas, cuidadas de manera privada?
CHIMP CRAZY, a su manera siempre un tanto excesiva (la serie con Tonia es burlona pero cariñosa a la vez), pone varios temas en discusión porque en el fondo no puede hacer la pregunta que resultaría la más lógica: ¿qué quieren los animales en medio de todo esto? Tonia y las otras cuidadoras aseguran que no hay nada mejor que el cariño que ellas puedan darles, aún asumiendo los riesgos. PETA y las organizaciones que pelean por sus derechos consideran que lo mejor es liberarlos o ubicarlos en lugares en los que puedan vivir en una suerte de imitación de su hábitat natural, aun cuando las criaturas no están necesariamente preparadas para hacerlo, al haber vivido siempre con sus sobreprotectoras «madres» humanas.
Pero no teman: CHIMP CRAZY no es un debate ético constante acerca de los derechos de los animales sino una especie de comedia absurda que retrata un mundo extravagante y bizarro que existe en el interior profundo de los Estados Unidos y que incluye a chimpancés excitados mientras miran las escenas con sus «parientes» en 2001: ODISEA DEL ESPACIO con fascinación o disfrazados de princesas mientras juegan con niños. Goode tiene una postura más o menos clara respecto a qué es lo correcto hacer en estos casos, pero su película también le da espacio y es por lo general empática con personas como Tonia que, probablemente equivocadas, han cuidado a estos animales como si fueran sus propios hijos. Y por más que en el fondo sepan que deben dejarlos ir, para ellos no es nada fácil asumir esa separación.