Series: crítica de «Only Murders in the Building – Temporada 4», de Steve Martin y John Hoffman (Disney+)
En la cuarta temporada de la serie los tres protagonistas tratan de resolver un nuevo crimen mientras tres actores famosos siguen sus pasos para interpretarlos en una película sobre sus vidas. Con Steve Martin, Martin Short y Selena Gómez. En Disney+.
Gran parte de las series plantean una premisa inicial que, con el correr del tiempo, se va desinflando o volviéndose repetitiva. Otras, por el contrario, tardan un poco en encontrar su tempo y tono justo, el adecuado, el que mejor le sienta. Tengo la impresión que esto último pasa con ONLY MURDERS IN THE BUILDING, una serie que empezó de un modo tentativo, retro y simpático pero que de a poco se fue convirtiendo en algo más interesante y, quizás sin darse cuenta, relevante. En su estilo tradicional, entre clásico y nostálgico, la serie protagonizada por Steve Martin, Martin Short y Selena Gómez ha madurado como los buenos vinos –o los buenos actores– y va generando nuevos sabores con el correr del tiempo y el paso de los años.
Es que, para los que tendemos a buscar la novedad o algo diferente en la programación de plataformas, la aparición de series como ONLY MURDERS… no tiende a emocionarnos ni a conmovernos mucho. A uno le puede gustar más o menos lo que tienen para ofrecer pero tiende a ubicarlas en una «zona de confort», como algún tipo de plato tradicional que todos sabemos el gusto que tiene y lo comemos con confianza y comodidad pero sin esperar sorpresas. Si uno, además, no es especialmente nostálgico, menos se sentirá tentado a valorarla. Pero con el paso de las temporadas y la creciente consistencia de cada una de ellas, se pone en juego otra idea. ¿Por qué no valorar en su medida a un grupo creativo que sabe hacer algo clásico y hasta demodé y lo hace muy bien?
Eso, amigos, es mi justificación para decir que ONLY MURDERS IN THE BUILDING está cada vez mejor, asentadísima en su propuesta, con los personajes ya bien definidos y una química que funciona sin esfuerzo. El paso de las temporadas ha servido, además, para que uno ya deje de estar preocupado por cada asesinato o misterio en particular para pasar a tener como principal interés las vidas de estos tres personajes bastante diferentes entre sí pero en todos los casos atravesando situaciones personales relevantes y valiosas. De a poco, la serie pasó de ser un murder mystery a ser una comedia sobre la amistad, el miedo a la soledad, la vejez y la posibilidad de encontrar el amor en cualquier momento de la vida.
La cuarta temporada continúa, SPOILER ALERT SI NO VIERON LA TERCERA, tras el cierre de la anterior: Sazz Pataki (Jane Lynch), la doble de Charles (Steve Martin), ha sido asesinada, o eso parece. El tema es que no encuentran el cadáver, nadie sabe qué pasó con ella y la información que Charles, Oliver (Short) y Mabel (Gómez) reciben acerca de su paradero es confusa, incierta. Hay un agujero de bala en la ventana, están las manchas de sangre, las marcas en el piso y la mujer no aparece por ningún lado, pero igual hay cosas por resolver. Una es encontrar el cuerpo. Otra, saber quién la mató o intentó matar. La tercera y más compleja: ¿intentaron matarla a ella o se la confundieron con Charles y era a él a quién querían liquidar?
La investigación para el nuevo «podcast» del trío empieza con unos vecinos que viven en otra zona del edificio, la que se corresponde con el ángulo de disparo. Y a partir de ponerse en contacto con ellos (interpretados por Richard Kind, Kumail Nanjiani y Desmin Borges, entre otros) con falsas premisas, empezará la investigación. Regresará algún personaje del pasado de Charles que será sorpresivo, Oliver seguirá intentando mantener su relación amorosa a distancia con Loretta (Meryl Streep) –algo que probará ser dificultoso– y Mabel deberá lidiar con, otra vez, quedarse sin lugar seguro en el que vivir. En medio de esas angustias personales, se hará la pesquisa.
Pero hay otro elemento que es central a la temporada y que le agregará la mayor cuota de humor. Es la aparición de una productora de Hollywood (de Paramount, curiosamente, siendo que esta es una serie de la ex-Fox ahora Disney) que quiere llevar al cine las desventuras del trío de investigadores. Es así que los tres irán a Los Angeles, se reunirán con la productora (Molly Shannon), las bizarras directoras mellizas del film y, fundamentalmente, con los actores que harán de ellos en la película. Es por eso que, tras dudarlo un poco (especialmente Mabel, ya que Oliver está fascinado con la novedad y en menor medida Charles también), los tres estarán acompañados en Nueva York y serán en cierto modo imitados por sus «intérpretes» en la ficción: Eva Longoria, Eugene Levy y Zach Galifianakis, que harán de Mabel, Charles y Oliver respectivamente.
Esa suerte de dobles de cada personaje les servirá a ellos para entender cómo los ven los otros, llevándolos también a reflexionar sobre los modos en los que viven sus vidas. La química entre Steve Martin y Levy es muy graciosa y lo mismo sucede con la más incómoda que existe entre Galifianakis y Short. El caso de Gómez y Longoria es distinto, ya que la interpretación que Eva hace de Mabel poco y nada tiene que ver con la forma en la que ella es, generando una serie de confusiones que son divertidas y que a la vez le permiten a la Mabel «real» repensar algunas cosas de su vida y su forma de actuar.
Con el paso de las temporadas, ONLY MURDERS IN THE BUILDING no solo se asienta y funciona cada vez mejor sino que deja en claro que no siempre es necesario ser original, novedoso o buscar reinventar el concepto de las series. A veces, usando con sabiduría los recursos y formatos clásicos se pueden conseguir grandes resultados. Y más aún si se tienen intérpretes que, cada uno a su modo –Selena Gómez trabaja en otro ritmo y con otro estilo, pero eso que parecía ser un problema hoy le da a la serie un impensado pathos dramático–, entienden siempre lo que tienen que hacer y lo hacen con el conocimiento que les dan décadas de trabajo. El oficio, esa palabra tan bastardeada, se revela acá como el mayor de los méritos. Solo basta ver la escena de comedia física en la que Steve Martin tiene que alcanzarle a la productora un papel a través de una mesa para darse cuenta de la sabiduría, el talento y el timing cómico que hay detrás de esa pequeño y aparentemente intrascendente momento.