Series: reseña de «La voz ausente», de Gustavo Hernández (Disney+)
Un psicólogo y una oficial de la policía investigan una misteriosa muerte que fue catalogada como suicidio en esta adaptación libre de la novela de Gabriel Rolón. Con Benjamín Vicuña y Gimena Accardi. En Disney+, desde el 21 de agosto.
Un buen director, un buen elenco y una efectiva adaptación pueden ayudar mucho a que un policial basado en una novela genere interés, intrigue, capture la atención del espectador. Lo que no puede –o no siempre puede– es trascender del todo las limitaciones del texto original. Por más que, como se adelanta en los créditos de inicio, estemos ante una miniserie «inspirada en una adaptación libre» de la novela de Gabriel Rolón –un curioso doble distanciamiento del texto original–, ciertos parámetros demarcados por el texto ponen un límite a esa inspiración. Y acá, pese a todas las libertades e inspiraciones, se notan.
El realizador uruguayo de LA CASA MUDA y NO DORMIRAS, entre otras, viene del mundo del cine de terror y organiza este relato policial, visual y temáticamente, siguiendo parámetros propios de ese género, haciendo que LA VOZ AUSENTE se ubique en esa zona en la que los códigos de ambos se mezclan entre sí: muy oscura y tenebrosa para el policial, probablemente ligera para los que llegan desde el terror. Todo empieza con la muerte misteriosa de un psicólogo llamado José (Federico Olivera), cuyo cuerpo aparece sin vida poco después de avisarle a su mujer (Jazmín Stuart) que estaba por volver a su casa. Cuando llega la policía catalogan todo como un suicidio, pero a algunos no les cierra esa opción.
Para Pablo Rouviot (Benjamín Vicuña), hermano de la víctima y también psicólogo –de esos famosos, que vive en España y da conferencias internacionales–, hay algo raro en todo eso. Y también para la agente Bermúdez (Gimena Accardi), que no «compran» la versión oficial del suicidio. Rouviot se pone a investigar por su cuenta y pone el ojo en un paciente de su hermano, un joven con una historia complicada del que no se sabe su paradero y que no tiene relación con sus padres separados. Las sospechas se acrecientan cuando el padre de ese joven, que vive en un barco, muere tras una misteriosa explosión.
Pese al intento de los policías de resolver todo y tratarlo como una casualidad, Rouviot y Bermúdez terminan poniéndose en contacto y colaborando entre sí para intentar ver si este joven tuvo algo que ver o si hay algo todavía más extraño y misterioso sucediendo en el medio. Por allí circulan también, con actitudes un tanto sospechosas, el hijo del fallecido, algunos viejos «enemigos» de Rouviot y un joven encapuchado que puede o no ser el que todos buscan. Y en el medio aparecerán extrañas señales, indicios dados a través de clásicos de la literatura del terror (Frankenstein, Dr. Jekyll & Mr. Hyde y así) e historias que tuvieron lugar mucho tiempo antes y que pueden explicar algunas cosas que no parecen tener mucha explicación.
Lo que Hernández logra, gracias a su buen elenco (que incluye a Susú Pecoraro, Germán de Silva, Gustavo Garzón, Gonzalo Urtizberea, César Bordón y Lorena Meritano, entre otros) y a algunos diálogos efectivos, propios de un equipo con conocimiento del tema –hay momentos de buen humor y de ácidos comentarios entre los protagonistas, en especial de Accardi– es generar un buen clima, un tono sólido y la sensación de que estamos, como espectadores, en buenas manos. Pero hay límites para lo que se puede lograr con una buena puesta en escena y un elenco sólido. Y es la historia en sí, que promediando el tercer episodio (son siete, de media hora o menos cada uno), empieza a derrapar hacia algo que se parece bastante al capricho.
Las habilidades detectivescas de un psicólogo pueden ser muchas, es cierto, pero en ciertas circunstancias Rouviot aquí se convierte en algo así como un adivino, un tipo que une hilos imposibles entre sí y, por algún motivo, casi siempre parece acertar con sus predicciones y conexiones. Y todo la credibilidad que se logra mediante el resto de los elementos –además de ser el showrunner, Hernández dirige una buena cantidad de episodios– empieza a borronearse cuando la trama toma características mucho más cercanas a las de un best seller literario lleno de giros forzados y vueltas de tuerca tan caprichosas como convenientes.
Las libertades e inspiraciones que se tomaron respecto al texto original –los que leyeron la novela, tan solo con lo que resumí, se darán cuenta que muchas cosas están cambiadas, como el género de Bermúdez y la relación de Rouviot con el fallecido– no alcanzan a convertirlo en otra cosa, por más distancia que exista. Lo que puede ser efectivo como trama en una novela no siempre lo es en una producción audiovisual, cuya relación con la plausibilidad y la credibilidad tienden a ser muy distintas. Esa «grieta» no se termina nunca de superar en LA VOZ AUSENTE y es por eso que este policial puede tener elementos atractivos pero no logra ser convincente.