Venecia 2024: crítica de «Disclaimer», de Alfonso Cuarón (Apple TV+)
La vida personal y laboral de una periodista famosa se complica cuando en un libro se revelan algunas situaciones problemáticas que vivió durante su juventud. Con Cate Blanchett, Kevin Kline, Sacha Baron Cohen y Kodi Smit-McPhee. En el Festival de Venecia y en Apple TV+ desde el 11 de octubre.
El formato episódico de las series de televisión, con su necesidad intrínseca de proponer relatos propulsivos que mantengan al espectador interesado en volver a cliquear para seguir viendo, le plantea una serie de desafíos a los realizadores que vienen del cine y que no necesariamente se mueven en los márgenes más comerciales de la narración clásica. Es así que, salvo que estemos ante realizadores un tanto más extremos como David Lynch o Nicolas Winding Refn, por citar algunos, muchos otros tienden a caer en las redes más tradicionales del formato.
Alfonso Cuarón, cuyos films están en un punto medio entre los modos del cine comercial y un cine de autor accesible (digamos, su mundo va de HARRY POTTER Y EL PRISIONERO DE AZKABAN a ROMA pasando por GRAVEDAD como una suerte de zona limítrofe entre ambos), suena como uno de esos nombres que podrían hacerse fuertes ante un desafío así, aprovechando sus instintos más clásicos y narrativos con esos «excesos» que un autor se puede permitir al tener aproximadamente seis horas para contar una historia. Y eso, de alguna manera, es lo que hace en DISCLAIMER, una serie despareja, con momentos notables y situaciones absurdas, con ideas muy inquietantes pero formas dramáticas a veces torpes para ponerlas en juego.
Vendida como una serie compleja de entender, en realidad no hay nada de eso aquí. Es muy pero muy simple. A lo sumo el uso de los tiempos y el juego entre la ficción y la «realidad» puede generar alguna confusión, pero no demasiada. Protagonizada por una siempre notable Cate Blanchett, DISCLAIMER comienza contando tres historias a la vez que suceden en distintos tiempos. Por un lado vemos a Blanchett interpretando a la respetada periodista y documentalista de investigación Catherine Ravenscroft, quien está casada con Robert (Sacha Baron Cohen), un hombre que maneja inversiones en fundaciones y con el que tiene un hijo veinteañero, Nicholas (Kodi Smit-McPhee), un chico tanto solitario y torturado.
Por otro lado seguimos las desventuras de Stephen Brigstocke (Kevin Kline), un profesor universitario retirado y algo frustrado, cuya esposa Nancy (Lesley Manville) ha muerto hace algunos años. Revisando las cosas de ella (ya podrían ir cortándola los guionistas con las tramas que se ponen en marcha cuando a alguien se le cae algo al piso desde un bolsillo ajeno o aparece al fondo de un cajón), encuentra el manuscrito de una novela y unas fotos. Las fotos son bastante eróticas y la mujer es una joven Catherine, unos 20 años atrás (interpretada por Leila George), posando desnuda y excitada. Y la novela en sí, titulada The Perfect Stranger, cuenta una historia bastante truculenta que narra la muerte de Jonathan Brigstocke (Louis Partridge), el hijo de ambos, tras haber tenido aparentemente una affaire con ella.
La tercera pata de la historia será la visualización, a modo de ficción dentro de la ficción, de The Perfect Stranger. Allí vemos como Jonathan se queda solo en una vacación en Italia tras el regreso de urgencia de su novia a Londres y como coincide en una playa con Catherine y con el entonces pequeño Nicholas, que estaban sin el padre. Miradas van, coqueteos vienen y pronto los dos tienen un furibundo y muy gráfico affaire sexual (la serie pone un cartel alertando lo que verán, algo extrañísimo ya que no hay nada fuera de lo normal) que termina al día siguiente de una manera trágica, ya que en un curioso accidente en el mar, Jonathan muere.
Esos tres ejes se unen en el presente cuando Stephen, enojado y vengativo al descubrir todo esto, decide publicar el libro con un seudónimo y hace lo imposible por hacérselo llegar a Catherine y a su familia. Y como la mujer no le había jamás contado a su marido ni a nadie acerca del affaire, el caos explota entre los Ravenscroft, destrozando lo que ya era un lazo familiar bastante endeble. Así, mientras Catherine trata de evitar el escarnio público y de detener al agresivo Stephen, su marido y su hijo se dejan llevar por lo que leen y la transforman en un monstruo. ¿Pero será realmente cierto todo lo que cuenta The Perfet Stranger? ¿O eso de que «cualquier similitud con cualquier persona, viva o muerta no es pura coincidencia» es un tanto tramposo?
El guión de Cuarón, basado en la novela de Renée Knight, juega de entrada con el misterio acerca de lo que pasó años atrás. El libro cuenta una historia, sí, y Catherine se reconoce en ella, pero se supone que fue escrito por la madre del chico, alguien que se apoyó en esas fotos y en cosas que se fue enterando al investigar su muerte. ¿Pero dice realmente la verdad? Catherine no tiene forma, por caprichos de la trama, de explicar su punto de vista en tiempo y forma, y a partir de eso la tensión y la locura alrededor de ella se incrementa de una manera tan intensa como poco creíble. La serie y la novela plantean uno de esos casos extremos que tranquilamente se podrían evitar si dos personas se sentaran un minuto a conversar.
Pero no es el caso y Cuarón lleva su temática compleja a dirimirse dentro de un policial típico, lleno de casualidades, caprichos, apariciones oportunas de último momento y tensiones inflamadas de una manera excesiva y sin mucho sentido. ¿Es lógico que Robert enloquezca al enterarse que su esposa tuvo un affaire con un chico joven hace más de 20 años? Puede molestarle, es innegable, pero el tipo pasa a un estado catatónico en el que no hace más que beber e intentar vengarse de la mujer. Algo parecido –a su modo– pasa con el chico. Y el viejo Stephen disfruta: él solo tuvo que tirar «la bomba» y dejar que los celos y las tensiones familiares hagan el resto. Pero el tipo quiere más.
Lo central, temáticamente hablando, de DISCLAIMER es muy rico, ya que trabaja temas como la relación entre ficción y realidad, ciertas zonas no del todo habladas de las relaciones de pareja, la problemática de la cancelación social y laboral, además de otros asuntos que mejor no comentar porque podrían funcionar como spoilers. Hay materiales a lo largo de los estirados siete episodios de la serie que valen la pena ser analizados –hay uno muy sutil e inteligente que se plantea sobre el final–, pero el problema es que para hacerlo Cuarón se deja llevar por una serie de eventos y circunstancias caprichosos, en su mayoría implausibles, que conducen a la serie al territorio más típico de las novelas best seller de lectura rápida. Si bien para evitar eso DISCLAIMER utiliza una constante, reposada y analítica serie de voces en off, el mecanismo pronto prueba ser un tanto agotador.
Para que los temas y las ideas cobren vida –especialmente en los últimos dos episodios, en los que nos damos cuenta algo que de entrada es bastante evidente respecto a lo subjetivo de las versiones de la historia–, Cuarón se ve forzado a empujar las circunstancias, banalizar a los personajes y forzarlos a hacer cosas que no tienen mucho sentido. De todos ellos, el más improbable es el Robert de Baron Cohen, un personaje bastante absurdo, puesto ahí en el medio para tensar los conflictos y que actúa sin lógica alguna para alguien que funciona en ese universo de privilegios. Al comediante de BORAT le cuesta, además, no ser doblegado por la potencia de Blanchett, que lo deja al borde del ridículo en muchas de las escenas que tienen en común, lo cual hace recordar aquella «ley del embudo» de la que se hablaba cuando yo era niño.
Si Blanchett ennoblece todo lo que toca, Kline dignifica en la medida de lo posible al suyo, un tipo que de a poco se vuelve una caricatura cada vez más exagerada de sí mismo. El carisma del actor permite que uno lo siga en sus cada vez más riesgosos y agresivos actos, pero hay cierto punto en el que su monstruosidad es absolutamente gratuita, pura convención de guión. Cuarón, se sabe, es un eximio creador de escenas tensas en las que lo actoral, la fotografía, el movimiento de cámara, el encuadre y la composición visual funcionan como un todo unido, una coreografía de movimientos de alto vuelo. Eso está aquí también pero, bajo el peso de una trama que bordea por momentos el absurdo, uno termina por no prestarle la debida atención. En DISCLAIMER, detrás de un thriller bastante más convencional de lo que cree ser, hay escondida una gran serie que no termina por liberarse nunca.