Venecia 2024: crítica de «Planet B» («Planète B»), de Aude Léa Rapin (Settimana della Critica)
En este relato de ciencia ficción, un grupo de «eco-activistas» es detenido y llevado a una prisión virtual en la que son habitantes de un planeta desconocido. Con Adèle Exarchopoulos y Souheila Yacoub. Apertura de la Semana de la Crítica de Venecia.
Para la ciencia ficción, el futuro relativamente inmediato puede lucir muy parecido en algunos aspectos y muy diferente en otros. En PLANET B, un film que transcurre en Francia en 2039, las tensiones políticas y luchas sociales pueden ser muy similares a las que existen actualmente, pero la manera en la que las autoridades las tratan es muy distinta, en buena medida por los nuevos usos de la Inteligencia Artificial y ciertos poderes totalitarios para utilizarla. La película de Rapin propone una versión más plausible y hasta imaginable de la relación entre lo real y lo virtual que planteaba MATRIX, solo que no es demasiado efectiva a la hora de hacerlo.
Todo arranca con un atentado. Un grupo de «eco-activistas» pone una bomba en una torre gigante de comunicaciones y un drone los reconoce, los sigue y –tras un enfrentamiento– detiene a muchos de ellos, incluyendo a Julia (Adèle Exarchopoulos), Éloi (Jonathan Couzinié) y Victoire (India Hair), entre otros. En paralelo, la película muestra a Nour (Souheila Yacoub), una inmigrante que tiene un pase al que solo le quedan unos días de validez –algo que se mide escaneando su retina– y que trabaja en un muy vigilado sector de limpieza de una suerte de fábrica militar. Es, nos enteramos pronto, una periodista de origen iraquí escapándose y tratando de buscar, ilegalmente, un nuevo destino.
Todo cambia, estéticamente hablando, cuando Julia se despierta en una playa de aspecto paradisíaco. La chica no entiende qué es lo que hace ahí y, mientras recorre el lugar, no solo se topa con sus otros compañeros detenidos en el enfrentamiento sino que ve que ninguno de ellos tiene las heridas que sufrieron allí. Una voz que se escucha en el lugar le explica que están en el Planeta B que da título a la película: un lugar virtual en el que mentalmente pasan su tiempo mientras están encarcelados. Cada uno a su modo intentan escaparse de allí pero el sistema tiene sus formas –algo parecido a un campo de fuerza– que se los impide. Es, de todos modos, virtual, por lo cual no hay realmente escape. De hecho, cuando las autoridades así lo desean, los hacen saltar de un día al otro. Eso sí, conservan el recuerdo de lo que hicieron y de quiénes son.
Mientras eso sucede, en el mundo real Nour se topa con un casco de realidad virtual que intenta vender en el mercado negro para conseguir dinero y financiar su fuga. Para eso busca la ayuda de Hermès (Eliane Umuhire), una hacker bastante fastidiosa que termina colaborando con ella, medio a su pesar. La sorpresa para Nour es que, al ponerse el casco en cuestión, aparece ella también en el Planeta B y se topa con Julia, lo cual producirá una serie de sorpresas: para ella, para los otros presidiarios y para las autoridades. Al ser la conexión con «el mundo real», a la vez, Nour quizás tenga la posibilidad de hacer algo para ayudarlos.
La película de Rapin (LES HEROS NE MEURENT JAMAIS) va contando, mayormente, dos historias en paralelo que se tocan solo en ocasiones, cuando Nour entra al planeta en cuestión. En ese «no-lugar» hay una serie de conflictos entre los distintos presos, un sistema de control bastante perverso –que incluye a otros personajes virtuales– y el misterio que para todos ellos representa la escurridiza aparición de Nour. ¿Quién es realmente? ¿Está allí para ayudarlos o para espiarlos? En la Francia real, en tanto, rodeada de conflictos políticos y sociales, Nour sigue tratando de escapar antes de que su visa acabe. O quizás se vea forzada a cambiar de planes.
Las ideas del film son ambiciosas pero su realización, más allá de algunas imágenes sueltas, y especialmente su guión son apenas aceptables. La película se extiende en demasía –dura más de dos horas– y en un momento se vuelve repetitiva y algo previsible en su recorrido dramático. PLANET B intenta combinar un modelo de película de ciencia ficción hollywoodense –la superproducción distópica en la que no se sabe qué es real y qué no, y en la que un gobierno totalitario avanza sobre todo– con un tipo de relato más humano y, si se quiere, de raíces literarias, que termina opacado por el peso de la enredada y un tanto ilógica mecánica de la trama.
Así y todo esta película francesa –hablada en buena parte en inglés, ya que Nour no habla francés– bien podría funcionar en mercados internacionales o en plataformas como una alternativa a las producciones de ciencia ficción estadounidenses que tanto circulan por Netflix y similares. Tiene a su favor la presencia de la siempre convocante Exarchopoulos, el hecho de salirse de las fórmulas repetidas y algunas inquietantes ideas sobre el futuro cercano. Es una lástima que la película en sí sea menos interesante que la suma de todas sus ideas.