Venecia 2024: crítica de «Super Happy Forever», de Kohei Igarashi (Giornate degli Autori)

Venecia 2024: crítica de «Super Happy Forever», de Kohei Igarashi (Giornate degli Autori)

por - cine, Críticas, Festivales
28 Ago, 2024 02:41 | Sin comentarios

Dos amigos viajan a un lugar de vacaciones al que visitaron cinco años atrás y en el que sus vidas cambiaron para siempre en este drama romántico japonés.

Quién no ha soñado con volver al lugar turístico y vacacional donde se inició una historia de amor? Muchos seguramente lo han hecho en plan festejo o aniversario. En el caso de los protagonistas de SUPER HAPPY FOREVER el regreso no es tan celebratorio ni amable como uno podría suponer ya que, en este drama japonés del codirector, junto al francés Damien Manivel, de la bella TAKARA, la historia es un poco más compleja y dolorosa.

Lo que vemos al principio es a dos amigos, Sano (Hiroki Sano) y Miyata (Yoshinori Miyata), que están en un hotel de la bonita Izu, ciudad turística japonesa, a la que visitaron cinco años atrás, en 2019. Miyata es entusiasta y trata de pasarla bien (y sumar a su amigo a ese tono), pero Sano está en otra frecuencia, mucho más amarga. De hecho, se pasa gran parte del tiempo preguntando en el hotel y a la gente en la calle si alguno encontró una gorra roja que parece haber perdido. En un momento, hablando con el conserje, queda claro que hay algo raro u obsesivo en todo eso ya que Sano confiesa que la gorra la perdió en el viaje anterior.

Luego, en un bar en el que Miyata se topa con dos chicas que reconoce de un curso que se llama como el título del film (a Sano le causa risa el nombre, super happy forever, en inglés en el original) y con las que se ponen a beber, Sano confiesa el motivo de su amargura: su mujer ha muerto hace poco y el lugar es en el que la conoció a ella. Y de ahí se va al karaoke a cantar el tema que será leit motiv del film: «Beyond the Sea«, de Bobby Darin, versión anglo del clásico de Charles Trenet, «La mer« (acá en una versión muy especial), tema que volverá a aparecer una y otra vez a lo largo del film.

En un momento, Igarashi cortará la complicada evolución de este tiempo presente –Sano y Miyata empiezan, de hecho, a tomar caminos separados, con el primero claramente deprimido– y volverá cinco años atrás a contar la vacación original, desde el punto de vista de la chica, llamada Nagi (Nairu Yamamoto), que se alojaba en el mismo hotel. Es ella la que se topará con los dos amigos (también entonces vacacionaron juntos) y veremos cómo nació la relación y las idas y vueltas del gorro rojo en cuestión. Siempre siguiéndola a ella, la película pondrá otros elementos en juego, incluyendo la amistad que desarrolla con una chica de origen vietnamita que trabaja en el hotel.

SUPER HAPPY FOREVER, título irónico si los hay, es un drama más ligero de lo que parece por su trama central, que trabaja temas como el duelo, la nostalgia, el romance y la pérdida de una manera simple, sin grandes pronunciamientos ni escenas melodramáticas, en un estilo que recuerda al de uno de los maestros del realizador japonés, el gran Nobuhiro Suwa. También se la podría comparar con el cine de Hong Sangsoo –historias de amor y desamor, reencuentro y separación, en un paraje turístico con playa incluída–, pero lgarashi no se explaya en los diálogos, ni en el alcohol, que son tan característicos del realizador de la vecina Corea.

Humana, tierna, más melancólica que dolorosa, SUPER HAPPY FOREVER apuesta a enganchar con la sensibilidad de los espectadores que han vivido historias importantes en lugares turísticos y que, por distintos motivos (no necesariamente a partir de una muerte), se han quedado emocionalmente enganchados con esa experiencia y ese lugar. Regresar puede sonar como un buen plan para superar duelos o reparar heridas, pero se trata de un resultado un tanto improbable. En la vida no hay «super happy forevers» asegurados para nadie. Cada uno, a su manera, intenta encontrar un momento de felicidad como puede, aún en medio de las más duras desgracias.