Estrenos: crítica de «Kill», de Nikhil Nagesh Bhat
En este violento film de acción, una familia viaja en tren en la India rumbo a una boda cuando el transporte es abordado por un grupo de ladrones, lo que dispara un sangriento enfrentamiento. Estreno en Argentina: 5 de septiembre.
Para los fanáticos del cine de acción puro y duro, entendido como coreografía brutal de golpes, cuchillazos, huesos quebrados, patadas y otras formas de lastimar, destrozar y matar a rivales existen películas como KILL, un efectivo, bien realizado pero finalmente un tanto monótono y agotador ejercicio de cine de acción proveniente de la India. No es mucho lo que llega acá del cine de ese país, pero lo cierto es que este título –más allá de algunos localismos ligados a la situación que le da origen y a algunos mínimos detalles de la trama– es una película convencional y accesible para todo público. De hecho, las palabras que más se escuchan son gritos tipo «Ahhhh» y los sonidos son de huesos destrozados.
A favor tiene algo clave, que suele ser un problema en muchos otros films de acción: una locación casi única que se presenta favorable para el tipo de planteo que aquí se hace. En este caso, un tren. Al desarrollarse estas escenas de acción en el acotado espacio de los pasillos de los vagones, o entre un vagón y otro, es ligeramente más creíble –nada es verosímil acá, pero eso es lo de menos dentro de la propuesta– que otros títulos similares que presuponen que el espectador suspenda su incredulidad al punto tal de imaginar que una persona sola puede liquidar a una docena que se le viene toda junta al mismo tiempo por los cuatro costados. Acá, gracias a las limitaciones geográficas y físicas, vienen de a uno. O a lo sumo de a dos.
La trama es de extrema simpleza y le da el único toque realmente «hindú» a la propuesta. Un soldado llamado Amrit (Lakshya, a secas, se llama el actor) está enamorado de Tulika (Tanya Maniktala), una joven y bella mujer que está a punto de casarse con otro, en un matrimonio arreglado por sus padres. Pero ella lo ama a Amrit y planea escaparse con él, por más que no sea el tipo de persona, social y económicamente hablando, con la que quieren verla sus padres. Es por eso que el tipo, junto a su colega y también comando Vishek (Abhishek Chauhan), se suben al tren que va rumbo a esa boda con la intención de escaparse en algún momento con su novia.
Lo que no se esperan es que en el largo viaje que va rumbo a Nueva Delhi se suba un grupo enorme de bandidos (unos 40) con la intención de robarles a un grupo de pasajeros y huir rápidamente de ahí. Pero una vez se topan con los familiares de Tulika se dan cuenta que su padre es un tipo importante y con mucho dinero, por lo cual suponen que el secuestro puede ser una mejor opción. No se imaginan, claro, que Amrit está ahí, dispuesto a darlo todo para defender a su amada. Y eso, amigos, es todo. De ahí en adelante es un festín de piñas, golpes, cuchillazos que atraviesan cuerpos, cabezas cortadas y aplastadas, gente desangrándose por el piso y un body count propio del capítulo más extremo de JUEGO DE TRONOS. No hay armas de fuego, eso sí. Todo es mano a mano.
Hay, sí, una diferencia que se marca a los 45 minutos exactos del film. Sucede algo grave allí que lleva a que los personajes, especialmente Amrit, suba un par de cambios su nivel de violencia. Desde ese momento, uno y otro grupo ya no irán con intenciones de noquear gente y matar solo a los necesarios –o a los que se plantan– sino a todos, como sea y sin mirar para atrás. Muy pocos giros narrativos modificarán la historia, por lo que KILL responde sin dudas a los límites y fijaciones de su título: se trata de matar, matar y matar. Al ser dos grupos familiares los que se enfrentan entre sí, la furia que despierta cada muerte es un tanto más intensa y emocional que lo habitual en estos casos.
Es el tipo de película que uno aprecia desde la técnica de la construcción de escenas de acción, la coreografía de los combates, el manejo del espacio y la coordinación entre los diversos elementos de algo que tiene mucho de ballet sangriento. A la vez es cierto que, después de ver horas a gente destrozándose entre sí y personajes delineados de la forma más básica posible, el asunto termina por volverse agotador. No tanto en lo que respecta a una cuestión ideológica que productos de este tipo pueden representar (sabemos que el cine de acción tiene sus propias reglas y no necesariamente van por ese lado), sino por la impresión generalizada y finalmente un poco desagradable de que el único comportamiento humano posible es destrozar al rival como sea, sin negociación ni intento de calmar las cosas. Acá es palo y a la bolsa, una y otra vez durante 105 minutos. Entretiene, sí, pero deja un cierto regusto amargo en la boca.