Estrenos: crítica de «La sustancia» («The Substance»), de Coralie Fargeat
Una mujer a la que echan de su show televisivo por su edad prueba un producto que la hace lucir mucho más joven. Pero que trae sus complicaciones. Con Demi Moore, Margaret Qualley y Dennis Quaid.
Zarpada y audaz es lo mínimo que se dirá de LA SUSTANCIA, la virulenta comedia negra de body horror de la francesa Coralie Fargeat. Una idea simple llevada a sus extremos, una película feminista disfrazada de enfrentamiento brutal entre dos mujeres (o algo así), este virulento y grotesco relato acerca de una mujer que se aplica una «sustancia» para rejuvenecer avanza hacia zonas dementes más esperables en una sección de medianoche que en una competencia oficial de un festival. Pero pese a su excesiva extensión, esta película logra armar un discurso potente y estéticamente radical sobre la edad, la belleza y las presiones que las mujeres sienten por lucir siempre perfectas.
THE SUBSTANCE apuesta al escándalo o a la fascinación, especialmente en su casi delirante media hora final, que levanta y lleva al paroxismo una historia que poco antes parecía estar repitiéndose ad infinitum. Es que es un film que propone una sola idea, una que, narrada de un modo más económico, bien podría ser un episodio de BLACK MIRROR. Fargeat busca en realidad otra cosa. Pero para llegar a ello se toma su buen rato. Y la sensación que uno se queda es que hay una gran película de menos de dos horas en esta apabullante versión de casi 150 minutos.
La idea se presta para un cortometraje. Demi Moore, que luce increíble a sus 61 años y eso es parte de la broma macabra del film, encarna a Elizabeth Sparkle, una celebridad que, como Jane Fonda en los ’80, ha tenido éxito con un programa de gimnasia por televisión. Pero ya no es tan joven, sus rutinas y su look son un poco «anticuados» para el machista y grotesco jefe de la cadena televisiva (un desquiciado Dennis Quaid) y, de un día para el otro, el tipo la echa. Tras un choque y un examen médico recibe un papel con un pen drive y un mensaje: «Esto me cambió la vida«. La mujer lo pone y lo que vemos es un aviso de un producto que promete rejuvenecer a las personas mediante una técnica particular, cuya complejidad se irá develando de a poco y que hay que recoger en un lugar sospechoso.
«La sustancia» en cuestión es un líquido viscoso que las personas se aplican para rejuvenecer. Duplica las células y permite que de una persona más grande salga una especie de doble, una copia más joven y físicamente más entera. El producto, sin embargo, tiene sus limitaciones: no solo incluye un raro proceso de alimentación y de inyecciones, sino que impide que la persona se transforme en esa otra por completo. Lo único que le permite son siete días por vez, volviendo a ser la otra persona a la semana siguiente y así, mientras el cuerpo y la mente aguanten.
Elizabeth, deprimida por haber perdido el trabajo e insegura por sentir que su cuerpo ya no es lo que era, lo prueba y desde adentro de ella sale una versión más joven, interpretada por Margaret Qualley, con la «firmeza» física de sus veintipico pero también con una inmadurez importante. El sistema –o la voz que funciona para resolver problemas técnicos del producto– le dice que ahora no son dos personas, sino que siguen siendo una sola. Y eso será importante cuando Sue, como se hace llamar la versión del personaje de Qualley, empiece a incumplir las reglas pautadas y que deben seguirse a rajatabla. La chica, que ama su cuerpo lozano, empieza a estirar su regreso semanal a su otra versión. Y eso traerá terribles consecuencias.
Moore se luce en un papel que le cae a la perfección, ya que la propia actriz ha empezado a trabajar mucho menos a partir de cierta edad. Llegando de a poco a extremos jamás vistos en su carrera –la película se irá yendo al horror más viscoso y gore visto jamás en la competencia de Cannes, incluyendo TITANE y las películas de David Cronenberg–, la actriz de GHOST tiene una actuación desbocada y honesta, apareciendo semidesnuda durante gran parte de la película. En un rol un tanto más limitado en lo expresivo (algo así como una influencer tonta), Qualley también pone «toda la carne al asador» convirtiéndose de un momento a otro en una inevitable sex symbol del cine contemporáneo, si es que se puede seguir usando esos términos.
La decadencia de Elizabeth en relación al crecimiento en popularidad de Sue –que la reemplaza en el show de TV– es un reflejo de esa horrible autopercepción, acrecentada por una historia de machismo y mirada masculina crítica que hacen sentir a las mujeres que después de cierta edad ya no sirven, ya están fuera del sistema. Sue no tiene esos problemas y tiene el ego altísimo, pero no es capaz de aceptar las reglas puestas en juego y es la que genera que todo se vaya, literalmente, al diablo. Es que, en un punto, cuando la película parece haber entrado en una repetitiva espiral, Fargeat levanta la apuesta y en un par de escenas directamente dementes –una pelea brutal y, bueno, algo más monstruoso– lleva a LA SUSTANCIA a un terreno propio del cine de terror Clase B, con efectos prácticos tan desagradables como impactantes y hasta un poco vomitivos.
De estética fea por elección, demasiado clipera para mi gusto, colorida como una versión trash de BARBIE –alguien debería en algún momento analizar la relación entre ambas películas–, THE SUBSTANCE a veces se pasa de rosca en busca del impacto y el shock en el espectador, toda una costumbre del Festival de Cannes, en el que compitió, pero siempre lo hace desde un sentido lúdico, gracioso, metiendo su discurso feminista en medio de una delirante trama que jamás se toma del todo en serio a sí misma. La directora de REVENGE quizás no busque, como Julia Ducournau en TITANE, hacer un análisis demasiado complejo de sus temas ni opta por enrarecidas elecciones estéticas. Su película es franca, directa y brutal, una guerra de una mujer contra sí misma por culpa de la mirada cruel de los otros.